Capítulo 19

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Carla, Ana y Julia estaban terminando de organizar la cena mientras conversaban cuando escucharon el sonido de una llave abriendo la puerta. Julia se felicitó por dentro, quedaba tan natural que Lucio entrara al departamento con su propio juego de llaves que su madre jamás sospecharía que todo era una farsa. En una hora a más tardar, su madre pasaría al cuarto de baño y ahí vería el cepillo de dientes y los demás artículos masculinos. Y todo tomaría sentido.

─Buenas noches ―saludó Lucio cuando entró. Le dio un beso rápido en la boca mientras le entregaba dos paquetes, uno con algunas botellas de vino y el otro con el postre.

―Gracias, pero no era necesario.

―Te dije que yo me ocuparía de algo ―recordó mientras entraba a la cocina y saludaba a Carla y a la otra mujer y antes de que Julia pudiera presentarlos preguntó ―¿Tu madre todavía no llega?

―Ella es mi amiga Carla. Seguramente la recuerdas. Y ella ―dijo señalando a Ana―, es mi mamá.

―Un gusto ―dijo Ana riendo por la ocurrencia, pero esta vez no pensó que fuese un idiota.

―El gusto es mío ―respondió Lucio un poco avergonzado. Tal vez todo esto fuera un engaño, pero si todo salía como esperaba, de esta manera lo recordaría Ana―. ¿En qué puedo ayudar? ―preguntó mientras apoyaba la mano en la cintura de Julia.

―Ya tenemos todo listo, solo hace falta que lleguen algunos amigos. De hecho, llegaste un rato antes ―comentó Julia.

―Por si te hacía falta algo.

―Así que eres dermatólogo ―le habló Ana, estaba desesperada por saber con quién estaba teniendo una relación su hija.

―Sí, es algo que me gusta y por ahora, no me demandaba mucho tiempo.

―¿Y atiendes a niños y adultos?

―De hecho, mi especialidad es pediatría, pero puedo tratar dolencias de adultos también.

―¿Tiene muchas emergencias?

―Casi ninguna, por lo general mi horario termina con la última consulta.

―¿Acabas, mamá?

―No, ¿te molesto? ―preguntó Ana a quien en realidad la respuesta le importaba poco y nada.

―Un poco.

―¿Qué opinas sobre el lunar que tiene Julia en la espalda? Yo creo que debería atenderse, pero es tan cabezota que no me quiere hacer caso.

―Disculpe, pero no lo he visto ―le dedicó una mirada a Julia y la sonrisa que le devolvió le confirmó que ella también recordaba los besos compartidos y su boca apoyada en la cintura.

―¿No lo has visto? Pero si está justo debajo de la marca del brasier.

―Lo siento, señora, pero yo respeto mucho a su hija y no creo apropiado tomarme ciertas libertades antes del matrimonio.

Carla soltó una carcajada exagerada mientras Julia sonreía moviendo la cabeza, no podía creer que Lucio se estuviese haciendo el chistoso con su madre cuando recién la conocía. No sabía que le estaba dando pie para curiosear a su antojo.

―Nunca nada en el medio, tú ―dijo a su hija aprovechando que todos reían.

―Fue una broma, claro que lo he visto y le aseguro que no requiere de mayores cuidados. De todas formas, si la deja más tranquila, lo revisaré periódicamente ―y le guiñó un ojo a Julia.

Julia sentía que no era justo, se sentía bombardeada por todos los flancos. El portero sonó y aprovechó la oportunidad para escabullirse de la cocina. Luego de abrir el portal del edificio quedó aguardando en el recibidor a que sus amigos subieran los ocho pisos.

Por favor, déjame enamorarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora