Los días siguientes tuvieron que unir dos mesas para poder almorzar todos juntos. Además de los cuatro del primer día, también se unieron Marcos y Andy, las dos residentes de Laura y el residente de Mariana. Julia y Lucio ocuparon siempre los mismos lugares, al lado del cristal, uno frente al otro. La charla esta vez era más animada, por no decir alborotada. Los residentes habían entablado una conversación entre ellos mientras los demás conversaban sobre cursos, capacitaciones y actualizaciones.
─A mí me gustaría hacer algo sobre adolescencias. Pero con la niña tan pequeña me resulta difícil ─mencionó Laura haciendo referencia a su hija de apenas cuatro años.
─Yo hice una capacitación el año pasado en la UBA. Era sobre infancias y adolescencia ─comentó Lucio─. Si te interesa te puedo enviar el material, no tendrás el certificado, pero te puede servir.
─¡Yo también hice una capacitación en la UBA! ─mencionó Julia─. ¿En qué época cursaste? Tal vez nos cruzamos en algún pasillo.
─Julia ―cerró los ojos con desilusión―, cursamos juntos. ―¿Realmente había estado tan metida en su mundo que no recordaba lo ocurrido hacia solo un par de meses atrás?
─Auch ─susurró Mariana que se había sentado junto a Julia y no le quitaba la mirada de encima a Lucio. Con las manos formó un corazón e hizo el ademán de romperse.
─¿Sí? ─pregunto la cardióloga confundida.
─Sí ─confirmó Lucio un poco molesto─. De hecho, algunas veces almorzamos junto a un par de chicas.
─Ahora que lo mencionas, sí, tienes razón ―dijo para dejarlo conforme, pero la verdad era que recordaba muy poco de aquella época―. ¿Volviste a verte con alguno de ellos?
─No, creo que las chicas eran del interior del país. Solo habían viajado por la capacitación ―respondió mientras pinchaba con el tenedor algunas papas del plato de Julia y se lo llevaba a la boca.
─Sí, lo recuerdo. También había un chico que mencionó que su padre era piloto de avión, ¿cómo se llamaba?
Lucio no supo si lo estaba cargando o si hablaba en serio. El alma se le fue al suelo y el rostro se transformó en una máscara que no denotaba ningún gesto cuando vio que ella no hacia ningún movimiento para decirle que estaba jugando.
─Era yo ─el rostro endurecido y tratando de evitar las caras de burla de Mariana que se había reclinado hacia atrás en el asiento para que Julia no la viera y desde ahí dibujaba corazones rotos con las manos al tiempo que ponía cara de pobrecita.
─Personas ─intervino Laura─, pero qué tarde se hizo. Vamos que la sala de espera debe estar a rebosar. Sobre todo, su sector ─habló dirigiéndose a Lucio mientras todos se ponían de pie y caminaban despacio hacia sus respectivos consultorios.
─Parece que las mujeres han, por fin, tomado conciencia sobre los problemas de piel y la importancia de su tratamiento, ¿no doctor? ─se burló Mariana mientras se acercaba para que solo él escuchara─. Lo de la cardióloga debe ser un don que tiene con los corazones, además de arreglarlos, sabe romperlos en tiempo récord.
─Aún no está nada dicho ─respondió secamente Lucio mientras se adelantaba al grupo.
Esa mañana se había levantado particularmente optimista y no pensaba venirse abajo por un simple comentario. Tal vez ella no se hubiera fijado en él en ese momento. En ese entonces la vio triste, distraída y hasta confundida. Quizás eso fue lo que más le llamó la atención de aquella mujer que cursaba, pero que ni prestaba atención, ni le interesaba.
Ahora sabía que había huido de un novio, que según decían, él la había abandonado, aunque por la manera en que la perseguía con la mirada, lo dudaba. Estaba seguro de que, aunque ella no dijera nada, había sido Julia quien había terminado la relación.
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Por favor, déjame enamorarte
RomanceJulia es una joven cardióloga que tiene la vida solucionada. Una madre amorosa que parece olvidar que ya no es una adolescente, un empleo del que está orgullosa, a pesar de ocupar el escalón más bajo en la cadena de responsabilidades, un grupo de am...