Al día siguiente acordaron que Lucio acompañaría a Julia hasta su departamento. La cena se haría allí y ambos coincidieron en que no podría llegar el día y que Lucio no conociera donde vivía su novia. Cuando llegaron, Julia le dio una recorrida rápida por el lugar y a él le llamó la atención la falta de muebles. A pesar de que el todo se veía impecable, el único espacio de la casa que estaba completo era la cocina que parecía estar muy bien equipada, luego notó que ocurría lo mismo con el baño. En el comedor había una mesa para ocho personas, pero el espacio de la sala quedaba vacío. En el balcón unas cuantas masetas con plantas muertas dejaban ver el descuido de los meses anteriores. Una de las habitaciones servía de escritorio y supuso que también de baulera, por la cantidad de cosas acomodadas desprolijamente. La habitación de Julia hubiese sido hermosa de no ser porque en el suelo, un colchón inflable a medio armar se desplegaba desprolijamente.
─Perdón por el desorden ─se disculpó Julia al ver lo desarreglado que había dejado todo por la mañana.
─¿Puedo preguntar el porqué de la falta de muebles?
─Puedes, los vendí cuando tenía planes de convivir con Mauricio.
─Y no has vuelto a comprar porque...
─Me gustaban los muebles que tenía, pero no quiero volver a comprar algo igual ─respondió eligiendo las palabras adecuadas para no decir que no quería muebles que le trajeran malos recuerdos.
─Puedo ayudarte ─respondió dedicándole una sonrisa─ aunque sea empecemos con una cama. Bajo ningún punto de vista podría dormir en ese colchón.
─Gracias ─respondió sin poder ocultar el brillo en la mirada. Él se veía cada vez más compañero con ella. Era cierto que ante todo quería ser su amigo.
─De nada ─contestó mientras con la mano libre, le apartaba el cabello del rostro─. Traje esto ─sacó de la mochila una bolsa abultada.
─¿Qué es?
─Algunas de mis cosas, si tu madre viene, vamos a tener que dar indicios de que pasamos tiempo juntos.
Julia se dedicaba a acomodar los artículos que Lucio le iba alcanzando, una remera y un short viejos, que colgó descuidadamente en el picaporte del armario de su cuarto; y en el baño dejó el cepillo de dientes, un desodorante y un perfume a medio usar que ella no pudo resistir el impulso de destapar y oler.
─¿Este es tu perfume? ―preguntó quitando la tapa del frasco y olfateando discretamente.
─Sí, señora.
─Es riquísimo ─declaró cerrando los ojos y aspirando nuevamente.
─Si tanto te gusta ─se lo quitó de la mano y la roció con él mientras ella, en un ataque de risa, intentaba cubrirse colocando sus manos entre el spray y ella.
La risa de Julia era contagiosa, por lo que Lucio también reía cuando dejó el perfume sobre el estante, le tomó el rostro con ambas manos y la besó. Fue un beso tierno, corto pero que él no podía continuar guardando.
─Voy a tratar de llegar temprano ―dijo apartándose apenas de su boca y buscando una excusa inteligente para lo que acababa de hacer―, pero si ya llegó algún invitado vamos a tener que besarnos.
─¿Qué? ─respondió Julia sin entender qué había ocurrido.
─El beso. No podemos besarnos por primera vez delante de tu familia.
─Sí. Digo, no. Tienes razón ―respondió tomando de las muñecas a Lucio para apartar las manos que todavía sostenían su rostro.
Julia lo miraba como si nunca nadie hubiese sentido ganas de ella y eso lo enternecía. La tomó de las manos y la acercó a él para abrazarla. Ella lo dejaba hacer, pero devolvía el abrazo con palmadas distantes. Si solo supiera cuánto la amaba no se comportaría de manera tan arisca con él
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Por favor, déjame enamorarte
RomanceJulia es una joven cardióloga que tiene la vida solucionada. Una madre amorosa que parece olvidar que ya no es una adolescente, un empleo del que está orgullosa, a pesar de ocupar el escalón más bajo en la cadena de responsabilidades, un grupo de am...