En el hospital hubo una gran conmoción cuando vieron llegar a dos de sus mejores médicos heridos. Mariana y Laura, se ocuparon de Lucio y de Julia, mientras dos equipos preparaban los quirófanos para intervenir a Valentina y a Nur.
A Lucio, luego de realizarle varios estudios, lo ingresaron en una sala de cuidados intermedios, sobre todo por la cantidad de golpes que tenía. Julia también quedó internada, estaba muy golpeada con un par de costillas fracturadas y la soga que la había estrangulado hasta casi matarla le había lastimado las cuerdas vocales, por lo que no podía hablar.
La herida de Valentina era grave, pero no implicaba un riego de muerte, aunque Vicente no había parado de llorar como un niño desde que la vio desmayada, en el suelo de tierra del galpón. Y ahora, cuando por fin podía acercarse a ella al verla pasar en la camilla hacia el quirófano, le tomó la mano y continuó llorando.
A Nur, el disparo en la pierna le había hecho perder una gran cantidad de sangre, sobre todo, porque nunca había dejado de moverse, por lo que ahora debían extraer la bala para evitar que dañe tejido e impida que recupere la movilidad habitual de la pierna. Diego y Jorge estaban junto a ella cuando dos enfermeros fueron a su habitación a buscarla para llevarla al quirófano.
Las dos cirugías salieron según lo esperado, aunque, de todas formas, las dos pasaron la noche y el día siguiente en terapia intensiva. Luego las llevaron a la misma sala. Los padres de Valentina estaban desesperados y se deshacían en amor para su hija. Jorge no se apartaba de la cama de Nur y Ana iba y venía entre la habitación de Julia y la de Nur.
―No entiendo por qué no dejaron a mis hijas en la misma sala ―se quejó de mejor humor Ana.
―Ve tranquila, Ana, acá tengo a Jorge que no se separa de mí ni un segundo, ¡hasta quiso acompañarme al baño!
―Mentirosa ―retrucó Jorge riendo por la ocurrencia.
―Es casi cierto ―dijo Nur con cariño y al ver a Valentina tan cerca de ella le gritó ―Nena, cuando te diga, golpe seco y sin lástima a la cabeza, es eso, sin lástima a la cabeza.
Las dos rieron, aunque Valentina todavía se sentía débil y no tenía las fuerzas de su amiga para devolver una respuesta a su nivel. Durante el horario de visitas entraron al cuarto Diego y la madre de Lucio a ver a Nur. Solo podían entrar dos personas por paciente mientras otros dos salieran. A ver a Valentina entraron Santiago y Vicente.
―Bien, ya la viste, ahora ve a saludar a Nur ―dijo Vicente para quedar solo con su novia―. Debieron esperarnos, nena. Fue muy arriesgado enfrentar solas a ese loco.
―No sabes cómo estaba Julia, no podíamos perder tiempo ―susurró Valentina.
Él la besó en la frente, no quería seguir llorando, pero la veía tan débil y pálida que le dolía no haber podido cuidarla.
El padre de Nur llegó y Diego, Santiago y la madre de Lucio salieron del cuarto, cruzándose en la puerta con Jorge, que se quedó junto a Valentina y Vicente.
―¿Cómo estás? ―preguntó el hombre a cierta distancia de su hija.
―Bien, papá. Me operaron ―dijo con una sonrisa tímida señalando la pierna vendada. Por alguna razón esperaba ver un rastro de orgullo en la mirada de su progenitor.
―No vas a cambiar nunca, siempre metiéndote en problemas y dándonos problemas a nosotros ¿Imaginas qué clase de ejemplo eres para tus hermanos?
―No creo ser un mal ejemplo ―respondió odiándose por no poder contener el nudo que el llanto le formaba en la garganta.
―Una mujer que no obedece a nada ni a nadie, que no respeta nada.
―No hice nada malo ―intentó defenderse.
ESTÁS LEYENDO
Por favor, déjame enamorarte
RomanceJulia es una joven cardióloga que tiene la vida solucionada. Una madre amorosa que parece olvidar que ya no es una adolescente, un empleo del que está orgullosa, a pesar de ocupar el escalón más bajo en la cadena de responsabilidades, un grupo de am...