Días después, y enterada de que su amiga había terminado su relación con Lucio, Nur organizó una salida. Nada del otro mundo, irían a un bar a tomar unas cervezas y si tenía suerte, su amiga podría aclarar las cosas con Lucio. No sabía qué había ocurrido entre ellos, pero estaba segura de que podrían solucionarlo. Le gustaba Lucio, era un hombre tranquilo que respetaba a Julia, tanto que había tenido que insistirle para que fuera al bar esa noche, ya que, según él, no quería invadirla y prefería darle su espacio. Luego de varios mensajes y alguna que otra llamada por teléfono, lo convenció.
Al llegar buscaron una mesa y se ubicaron, Nur y Lucio de un lado; frente a ellos, Diego, Julia y Vicente. Las amigas quedaron enfrentadas, por lo que la colorada tuvo que aguantar las miradas cargadas de recriminación de Julia. Luego de pedir un par de cervezas se fueron relajando hasta que por fin buscaron un tema de conversación seguro y comenzaron a reír. Aunque a Julia no se le iba de la cabeza la idea de que Mauricio se pudiera enterar y cumpliera con su amenaza. La sola idea de sentirse expuesta le provocaba dolor de estómago y le comprimía el pecho.
―Miren quién acaba de entrar ―señaló Vicente.
―Es Santi, ¿acaso no dijo que no podía venir? ―Recordó Diego―. ¿Con quién está?
―No sé ―respondió Julia haciéndose la tonta, por un momento, al estar acompañada por su primo y sus amigos, se sintió protegida y le volvieron las ganas de divertirse.
―En serio, ¿quién es esa rubia? ―insistió Diego―. Con razón Santi nos dejó plantados, tenía tremendo plan.
Los recuerdos de Vicente viajaron a esa misma mañana cuando, luego de ayudar con la descarga de cereales de la empresa de su propio padre, se reunió en el patio a jugar un partido de básquet.
Por lo general, los sábados por la mañana solo asistían aquellos empleados de mayor antigüedad, ya que estaban más interiorizados con el funcionamiento de la empresa, por no mencionar que habían sido quienes ayudaron a mantener a flote la empresa cuando el padre de Valentina fue estafado por un grupo de contadores.
La recordó risueña, competitiva, atlética. Sin dificultad corría haciendo picar la pelota para, luego, encestar como la mejor de las deportistas. Ella jugaba bien y aunque lo había intentado, no le había podido ganar. Al terminar el partido ella se había quitado la remera sudada y quedado con el corpiño deportivo y la calza a media pierna.
Vicente miró hacia otra parte, y vio a su padre hablando con el de Valentina y por un momento pensó que los estaban observando, pero desestimó ese pensamiento cuando los dos se encaminaron a ayudar a Mirta, la madre de Valentina, que en ese momento llegaba con bebidas frescas.
Alcanzó a Valentina de dos zancadas y para molestarla le quitó la remera de las manos y la colocó sobre su propio hombro.
―Jugaron bien ―dijo ella con cierto aire de burla.
―Claramente no alcanzó.
―Lo mismo de siempre ―pronunció sin detener la marcha mientras Vicente caminaba hacia atrás unos pasos delante de ella para poder mirarla.
―¿Cómo? ―¿Era imaginación suya o Martínez lo estaba provocando?
―Que ya debes estar acostumbrado a perder.
Debía hacer algo para que se diera cuenta de que estaba lejos de mirarla como a una hermana menor. Era cierto que le gustaba jugar y competir con ella, pero no porque la quisiera entretener, sino porque era realmente un desafío intentar ganarle en algo. Era muy buena, competitiva y tenía ese instinto de camaradería que le encantaría que compartiera con él. No en un juego, porque en eso siempre sería su rival, pero sí en el resto de los aspectos de la vida. Las palabras salieron de su boca, casi sin pensarlas. De haberlo hecho, aunque sea por un minuto, no las hubiera pronunciado.
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Por favor, déjame enamorarte
RomanceJulia es una joven cardióloga que tiene la vida solucionada. Una madre amorosa que parece olvidar que ya no es una adolescente, un empleo del que está orgullosa, a pesar de ocupar el escalón más bajo en la cadena de responsabilidades, un grupo de am...