Capítulo 2

51 5 21
                                    

Julia imaginaba. Semanas atrás vio a su novio buscando la medida de su dedo entre los anillos que guardaba en una cajita sobre la mesita de noche. El momento llegaba y ella no podía, sino imaginar cómo sería.

No le gustaba mucho la opulencia ni llamar la atención, a pesar de haber formado parte de una banda de covers cuando era más joven. Mauricio, su novio, conocía lo reservada que era y, por lo tanto, supuso que sería en algún sitio tranquilo, tal vez una noche, luego de hacer el amor, aunque, de hecho, hacía bastante que eso no ocurría. O podría ser cuando estuvieran de vacaciones, aún faltaban unos meses para su viaje a Brasil, pero él era un hombre precavido, por lo que tranquilamente se lo imaginó preparando todo con varios meses de antelación. Y entonces, una mañana temprano, mientras caminaran por las playas desiertas, él le pediría que fuera su esposa y entre risas y besos, ella contestaría que sí.

Le hubiese gustado que se tomaran un fin de semana, casarse en algún sitio aislado, los dos solos y luego, ir a ver a su madre y mostrarle un simple cintillo en su dedo anular. Pero como eso no ocurriría, podía imaginar que tendrían una boda simple. Le encantaría usar uno de esos vestidos de novia cortos, como el que usó la modelo para el videoclip del tema de los Guns N' Roses "November Rain" no tan pomposo, pero tampoco simple. La imagen de Nur, una de sus mejores amigas, vino a su mente. Cuando saliera de la iglesia, ya casada con Mauricio, ella estaría esperándola, el viento alborotando su cabello colorado, tocando la guitarra al mejor estilo de Slash. La idea le arrancó una sonrisa por lo extravagante y porque sabía que, si realmente lo quisiera, su amiga no dudaría en hacerlo para ella.

Imaginó que, cuando tuviera hijas y crecieran, la mirarían con un brillo especial en los ojos por lo osada que había sido y ya no sería la madre pacata o anticuada, sería una madre compinche a la que se le podía contar todo, al igual que su propia madre. Pero Mauricio veía a quienes llevaban faldas o vestidos cortos con falta de clase. Debería pensar en otra cosa para impresionar a sus hijas del futuro.

Su mente avanzó varios meses y se imaginó embarazada y buscando una manera original para hablar con su, para ese entonces, marido. Se imaginó con lágrimas en los ojos y él abrazándola y consintiéndola en todos sus caprichos. Y luego, pidiendo una extensión de su licencia para cuidar a su bebé los primeros meses o quizás el primer año. Aún no lo tenía decidido.

El despertador sonó a las cinco treinta de la mañana. Ella se giró en la cama y con un movimiento rápido y certero lo apagó. Decidió dejar de lado su imaginación y concentrarse en lo que le esperaba para ese día y en lo que tenía en concreto. Por ahora, lo único cierto era planificar la convivencia con su novio.

No demoró en salir de la cama y meterse a la ducha. Sin querer, pateó una de las cajas de mudanza y una sonrisa se dibujó en su rostro cuando su mente continuó divagando. Siempre que pensaba en Mauricio, lo imaginaba como ese joven de algunos años atrás, que la había enamorado con su calidez y simpatía y en su rostro, no podía evitar que se dibujara una sonrisa tonta.

Hacía ya cinco años que se conocían, cuando él ingresó al hospital en el área de oftalmología y ella aún era residente de cardiología, y se habían enamorado casi al instante. Al principio su relación fue solo de fines de semana, pero con el pasar de los meses, ya no pudieron separarse y terminaron formalizando un noviazgo con todo para triunfar. Ahora que proyectaban una vida juntos, tal vez no pasaban tanto tiempo juntos, pero se llamaban y escribían para consultar cada decisión por tomar.

Salió de la ducha y se miró en el espejo, aunque era morena y tenía facilidad para broncearse, últimamente no tenía muchas oportunidades de ver la luz del sol, por lo que su color era de un amarillento opaco. Sus ojos color marrón claro no destacaban mucho, pero debía agradecer que, por lo menos, no tenía ojeras. Por suerte, tenía el as bajo la manga que era su cabello, de color castaño claro, parecía teñido con las distintas tonalidades que solía adoptar gracias al sol. Y le encantaba el efecto que creaba en contraste con su piel bronceada. Definitivamente, el próximo fin de semana se dedicaría algo de tiempo para remolonear al sol en el patio de atrás de la casa de su madre.

Por favor, déjame enamorarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora