Capítulo 5

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Tardó un par de días en organizar una partida rápida del hospital con la excusa de querer capacitarse en la UBA. En poco tiempo buscó, se inscribió en el primer curso que encontró y presentó los documentos pertinentes para solicitar la licencia. El director del hospital le otorgó una por tres meses en los cuales no iba a percibir salario. No le importó, tenía algunos ahorros y aún no había gastado el dinero de los muebles que había vendido. Por lo que aceptó gustosa.

Cuando le dijo a su madre que se mudaría por unos meses a la capital, estaba preparada para un sinfín de preguntas que no llegaron. Por el contrario, Ana se ofreció a llevarla hasta el departamento de Carla, a estas alturas ya había organizado con su amiga para quedarse unos días allí. Julia se negó, prefería ir en micro a pesar de las casi seis horas de viaje.

Nur se presentó una tarde de sorpresa en su departamento, ella no necesitaba avisar cuando iba a la casa de Ana, a la de Rodrigo, cuando aún vivía en el país, o a la suya. Nur era parte de la familia.

―Bella, ¿te vas? ―Le dio un beso en la mejilla y pasó directamente a la cocina para poner en un plato la docena de facturas que había comprado para compartir con su amiga―. Me contó tu mamá.

―Sí, es por un tiempo nada más. ―Miró a su amiga, no muy alta, de cabello colorado, con reflejos anaranjados y la sinceridad atroz que consideraba su sello de fábrica. Sabía que sería difícil convencerla de que se iba y que nada malo había sucedido―. Ocurre que encontré una capacitación ―comenzó a justificarse― y realmente siento que no puedo dejar pasar la oportunidad de participar.

―Claro. ―La colorada dejó por un momento lo que estaba haciendo para mirarla a los ojos mientras se chupaba de los dedos el azúcar que le había quedado de las facturas―. Por eso el idiota de Mauricio está diciendo que estás asustada, que no te aguanta y que prefirió dejarte.

―Pudiste ser un poco más sutil ―dijo respirando profundo y soltando el aire despacio. Su amiga no daba vueltas cuando quería decir algo.

―La verdad que no. ―Abrió el grifo del agua para llenar la pava y ponerla a calentar―. Quiero que sepas que estoy esperando la oportunidad de escucharlo yo misma para decirle unas cuantas verdades.

―No hagas nada, Nur ―suplicó Julia, sabiendo que era imposible que su amiga se quedara callada y desconociendo por completo el motivo por el que aún no hubiese ido a buscarlo. Nur era así, no esperaba a que las cosas ocurrieran, buscaba el modo de acelerar el proceso y llegar al resultado esperado lo antes posible.

―¿Qué clase de amiga sería si me quedara callada cuando hablan mal de ti? ―Tiró la yerba del mate en el tacho de basura.

―Yo sé qué clase de amiga eres, con eso es suficiente.

―¿Quieres contarme qué ocurrió?

―Lo vi con otra ―contestó y cuando sintió que se le formaba un nudo en la garganta, buscó un vaso con agua y lo bebió enseguida.

―¿Por eso lo dejaste? ―preguntó mientras disponía todo sobre la isla que separaba la cocina del comedor y mordía una factura al azar.

―¿Te parece poco? ―respondió ofuscada, pero sabiendo que no necesitaba decirle que guardara el secreto. A pesar de ser impulsiva, era una tumba. Nunca hablaba ni contaba nada sobre otros. A veces, ni siquiera sobre ella misma.

―Por supuesto que no, pero creí que por fin habías notado la clase de persona que es ―respondió todavía con la boca llena.

―Te pido perdón por lo del compromiso ―se disculpó por no haberla invitado a la cena―. La verdad yo no lo sabía.

Por favor, déjame enamorarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora