Capítulo 35

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Eran cerca de las nueve de la noche cuando Karim salió a dar unas vueltas en su auto esperando encontrar a Julia. Quería impedirle que llegue a su cita, hablar con ella y preguntarle por qué estaba haciendo esto con su amigo.

No la veía por ninguna parte, pero en la interjección de una avenida encontró algo que también le servía. El oftalmólogo conducía con el ceño fruncido y al intercambiar una mirada con él supo que no sabía quién era. Le cedió el paso y dobló para seguirlo. Un semáforo lo detuvo y le dio al oftalmólogo unos minutos de ventaja. No importaba.

Cuando por fin el semáforo cambió y pudo seguirlo, una motocicleta pasó a toda velocidad por uno de sus lados. El conductor iba inclinado y vestido de negro por completo, casi fusionándose con la motocicleta. El vehículo era más caro que su auto, hermoso, negro y... Con franjas naranjas en los lados. ¿Qué estaría haciendo ella ahí? ¿Sería casualidad o también intentaba impedir el encuentro?

Aceleró para alcanzarla, pero ella iba muy rápido y cuando por fin la vio, detuvo el auto a una distancia adecuada para no ser visto y bajó para observar lo que sucedía. Ella se encontraba de pie junto a la ventanilla del auto de Mauricio y hablaba, ahora estaba seguro de que era Nur, ese vozarrón era inconfundible. Obligó a Mauricio a descender del auto y este se puso de rodillas en el suelo. A su espalda, ella tendía una mano pidiéndole algo mientras con la otra le apuntaba a la cabeza, ¿con un arma de juguete?

Karim no entendía nada de lo que estaba ocurriendo, ¿estaban volviéndose todos locos? Mauricio metió la mano en el bolsillo interno del abrigo y sacó el celular al tiempo que suplicaba por su vida. Ella lo tomó y lo guardó en el bolsillo de su propio abrigo negro. Lo obligó a tenderse en el suelo, boca abajo, con las manos en la cabeza. Se subió a la moto y salió a toda velocidad.

Ni Karim ni mucho menos Mauricio perdieron el tiempo y en cuestión de segundos cada uno subió a su auto y comenzaron a perseguirla. Karim había visto el odio en la mirada del oftalmólogo y supo que, de alcanzarla, la mataría. Lamentó no tener un mejor auto, sin opción quedaría rezagado.

Logró verlos casi llegando a la entrada de la ciudad. Karim supuso que Nur quería alcanzar la ruta porque de allí podría dirigirse a cualquiera de las ciudades vecinas y perderse en ella. También sabía que Mauricio no la dejaría lograr fácilmente su objetivo. En un momento vio cómo, desde atrás, Mauricio le tiraba el auto encima, y ella maniobraba esquivando el golpe con un poco de suerte y mucha destreza. Mauricio estaba tan cegado que no le importaba matar al conductor. A esta altura, Karim no sabía si tal ensañamiento provenía por el hecho de haber descubierto la identidad del ladrón.

Al no conocer los atajos de la ciudad realizó un par de maniobras rogando que Nur tomara la misma dirección que él. Tuvo suerte, a un par de metros, antes de llegar a la ruta, la vio pasar a toda velocidad, reclinada en la motocicleta. Ella miró por sobre el hombro y aceleró. Sabía que Mauricio la alcanzaría a la primera oportunidad. Sin pensarlo, Karim cruzó la ruta obligando al otro a dar un volantazo que lo quitó de carrera por completo. Nur les sacó una ventaja extraordinaria en pocos segundos.

A esta altura, ella era inalcanzable.

A Karim le temblaba el cuerpo entero por el miedo, aún no podía determinar con certeza a qué. Y tampoco tuvo mucho tiempo de suponer, ya que cuando bajó del auto Mauricio se le fue encima totalmente fuera de sí. Karim alcanzó a tomarlo por las muñecas y en seguida comenzó a disculparse en un intento desesperado por calmar a su agresor.

Mauricio, más tranquilo, le contó que le habían robado, que odiaba las injusticias y que cuando volviera a ver al muchachito le daría la paliza que no le estaban dando sus padres.

―Tal vez no era un muchachito ―probó decir Karim, sobre todo para saber si reconocía al ladrón.

―Estoy seguro, era un muchachito, tendría quince años como mucho. Mira. ―Le mostró el reloj pulsera que llevaba puesto―. No es Rolex, pero está cerca, vale una pequeña fortuna y el idiota me robó el celular. Hay que matarlos de chiquitos a estos pibes, no tienen vuelta atrás.

Por favor, déjame enamorarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora