Capítulo 4

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El lunes el hospital fue una comidilla de comentarios y felicitaciones. Todo el mundo se había enterado del compromiso y no perdieron la oportunidad de acercarse a ellos para saludarlos. A diferencia de lo ocurrido en la cena, la mayoría de sus compañeros afirmaban que era Mauricio quien debía estar agradecido por la mujer que tenía a su lado.

Al mediodía Julia fue al comedor del hospital esperando encontrar a su novio, pero no lo vio por ninguna parte, por lo que se pidió un sándwich y una botella de agua y se sentó a almorzar sola. Mariana y Laura, ambas especializadas en medicina clínica, pasaron a su lado y se ubicaron en una mesa cercana. De vez en cuando le dedicaban una mirada y volvían a lo suyo y cuando Julia estaba por acabar su almuerzo, Mariana se puso de pie y fue directamente a su mesa.

―Hola, Julia.

―Hola ―saludó la cardióloga sin saber muy bien qué ocurría.

―Mariana ―dijo Laura tomándola del brazo y tirando de ella―, vamos, te vas a meter en un problema.

―¿Qué ocurre? ―preguntó Julia.

―Nada ―contestó rápidamente Laura.

―Lo siento mucho ―comenzó a decir Mariana―, me encantaría acercarme a ti para felicitarte por tu compromiso, al igual que hacen todos, pero no puedo. ―Se soltó de un tirón del agarre de Laura―. Si realmente quieres saber con quién piensas casarte, ve ahora al archivo histórico.

―Si es una broma, es muy mala. No tengo razones para desconfiar de Mauricio. ―Se puso de pie y se marchó.

En el pequeño box que ocupaba en el consultorio de Maldonado intentó llamar a Mauricio, pero él no contestó. La duda comenzó a crecer en su interior, confirmándole que algo andaba mal, o por lo menos no tan bien como ella creía. Pero dar rienda suelta a la duda era peligroso porque si se dedicaba a averiguar, hubiese algo o no, de todas formas, tenía que dar por perdida su relación. No podía perder la confianza en su pareja por un simple comentario. Aguardó en la puerta para verlo pasar y a los diez minutos él la saludó desde el otro lado del pasillo.

Al mediodía siguiente, la duda se había clavado en sus pensamientos y buscó la excusa perfecta para ir al archivo. Tomó la historia clínica de una de sus pacientes con mayor edad y salió. Esperaba que nadie la viera, sobre todo Mariana y Laura. No quería que supieran que dudaba de su novio. Agradeció haber dejado de usar tacos hace tiempo y llevar las zapatillas que tan poco la favorecían, pero que eran tan silenciosas.

El archivo histórico era un cuarto con estantes de hierro que abarcaban del piso al techo y que, distribuidos en filas, marcaban pasillos por los que buscar las historias clínicas de los pacientes, prácticamente desde la fundación del hospital.

El hospital había puesto en marcha un proyecto en el cual pretendían digitalizarse las carpetas con el recorrido médico de los pacientes. Dicho trabajo llevaba mucho tiempo y no había personal suficiente que se dedicara a tal labor. Por eso, habían contratado a Paula, una chica salida hacía poco más de dos años de la escuela secundaria y que pasaba sus días en esa sala mal iluminada, transcribiendo un documento tras otro.

A Julia le temblaban las piernas mientras sigilosa se desplazaba por entre los pasillos, casi al instante de haber cruzado la puerta del archivo supo que algo ocurría. Uno tras otro, iban quedando atrás los estantes repletos de carpetas y a medida que avanzaba miraba hacia uno y otro lado, esperando ver lo que no quería. Una risa femenina la sobresaltó y la voz de Mauricio se escuchó al instante.

―Hermosa, estate quieta que se me acabaron las ganas de jugar.

El corazón se le estrujó cuando vio la espalda de su novio, mientras aprisionaba entre la pared y su cuerpo a una mujer. Ella lo rodeaba con las piernas desnudas mientras él empujaba con la cadera, una y otra vez, a la mujer contra la pared. No podía creerlo, quería estar equivocada. Tomó el móvil del bolsillo de su bata y lo llamó. En el suelo, dentro del bolsillo del pantalón arrugado a sus pies, sonó el teléfono de su novio, pero él estaba muy concentrado para atenderla. Salió de allí corriendo, no pudo enfrentarlo. Le avisó a su jefe que no se sentía muy bien y se marchó.

Por la tarde Mauricio intentó comunicarse con ella por todos los medios posibles, pero ella no atendió el teléfono ni respondió los mensajes de WhatsApp. Su madre le escribió como siempre, pero no quería entrar a la aplicación y que él la viera en línea. No quería volver a verlo nunca más. 

Por favor, déjame enamorarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora