Epílogo

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Cuando Vicente, Santiago y Diego entraron a la casa de Nur la encontraron sentada en el suelo, la espalda apoyada en el sofá de la sala, con los auriculares puestos y toda su atención puesta en la pantalla de su computadora portátil. Les dedicó una mirada y les sonrió mientras terminaba de subir un tutorial a YouTube.

―Hola, chicos ―saludó mientras bajaba la pantalla de la computadora y se ponía de pie.

―¿Qué hacías? ―quiso saber Santi.

―Subía un tutorial, hacía bastante tiempo que no compartía contenido ―respondió mientras los cuatro caminaban hacia la sala de música para comenzar el ensayo.

―¿Y esa carita? ―preguntó Diego que días atrás ya había notado cierta tristeza en la mirada de su amiga.

―¿Qué carita? ―respondió ella disimulando con una sonrisa.

―Te conocemos, nena ―intervino Vicente―, y sabemos que algo te ocurre. Así que mejor aprovechemos que los mocosos todavía no llegan para hablar sobre eso que te está molestando.

Nur recordó la noche del compromiso de sus amigos, cuando al regresar a la casa de su abuela cerca de la doce de la noche la encontró sentada en el sofá, esperándola.

Hacía un tiempo decidió abandonar su estudio y volver a vivir con ella. No lo hizo porque se sintiera cómoda o porque le gustara más la casa de su abuela que su propio estudio. Lo hizo porque así se lo había prometido el día que la rescató de un padre violento.

―Abuela ―saludó Nur―, ¿qué haces despierta a esta hora?

―Quítate los zapatos en la puerta. No me gusta que andes en la calle tan tarde y mucho menos montada en esa moto.

―No imaginas ―comenzó a decir mientras hacía lo que su abuela le ordenó― lo que ocurrió hoy ―sabía que a su abuela no le importaba―. Julia y Lucio terminaron de formalizar su compromiso y me pidieron que fuera la madrina de la boda.

―Por la tarde estuvo tu padre ―respondió ella sin más.

Nur perdió el entusiasmo de lo que estaba contando en el momento. Bajó la mirada y se dejó caer en el sofá que estaba junto al que ocupaba su abuela en ese momento. Un nudo en la garganta se le formó porque sabía qué era lo que su padre quería. No entendía por qué no la dejaban vivir tranquila, por qué se esmeraban en aprisionarla, en acorralarla.

―¿No quieres saber a qué vino? ―continuó Salima, su abuela.

―Puedo imaginarlo.

―No quiere que termine este año sin que estés casada.

―Abuela, podemos...

―No, Nur, no podemos nada ―la interrumpió porque sabía que quería engatusarla para no cumplir con su parte del trato―. Quince años atrás, cuando no tenías dónde ir, te permití vivir conmigo con la condición de que respetaras las tradiciones de mi familia. En parte son tu familia también.

―Mi madre no las respetó.

―Y por las malas decisiones que tomó le fue tan mal. Me prometí que contigo no ocurriría lo mismo.

―No digo que no me quiero casar, solo digo que puedo hacerlo cuando me enamore.

―Nur, tu padre lo dejó claro. Tiene que ser este año. Ya verás cómo terminarás enamorándote de tu marido, a todas nos ocurre igual.

―Abuela...

―No te quiero volver a escuchar ―la interrumpió su abuela―. Cumple con tu parte del trato, no me vengas con niñerías. ―Se puso de pie ayudada por su bastón y como pudo se dirigió a su habitación, zanjando así cualquier posibilidad de ser embaucada por esa nieta suya.

Ahora, sus amigos la miraban esperando una respuesta y al entrar a la sala de música ella comenzó a contar.

―Este año tengo que casarme.

―¿Qué? ―soltó Diego y en su voz se notó un tono de desesperación.

―Diego, calma ―ordenó Santiago―. Es a Nur a quien tenemos que confortar. ―Se acercó a su amiga y la abrazó.

―Nena ―dijo Vicente―, tienes mil opciones. Siempre puedes negarte, o podemos irnos a vivir a otro lugar, sabes que todos no mudaríamos contigo.

Ella lo miraba seria, pero cuando mencionó lo último, no pudo dejar de sonreír.

―Así me gusta, no es que te vamos a abandonar. Aquella vez éramos todos unos niños, ahora somos adultos y podemos cuidarte.

―No pienso ir a ninguna parte. No quiero ser como mi madre.

―No sabes el motivo por el que tu madre se marchó ―dijo Diego―. Así que tal vez, no sea tan malo ser como ella.

―Diego, pienso cumplir mi palabra.

―No puedes cumplir la palabra que diste cuando eras una niña ―dijo Santi para hacerla entrar en razón.

―Nur ―Vicente sabía que no podrían hacer cambiar de opinión a su amiga―, tomes la decisión que tomes, estaremos contigo. Ya te dije, si decides casarte con la persona que tu familia elija para ti, redactaremos un contrato tan minucioso que el idiota no podrá ni respirar sin tu permiso.

Los tres abrazaron a su amiga por unos segundos, sabían que a ella no le gustaban mucho las muestras de afecto y mucho menos, sentir la lástima de otros. Vicente le dio un beso en la frente y se ubicó en la batería mientras sus amigos hacían lo propio con sus instrumentos.

―¿Comenzamos? ―preguntó Diego.

―Un segundo ―pidió Nur mientras entraba a una aplicación para leer un mensaje.

Profesor:

Hola, guitarrista. Me encantó el tutorial.

Guitarrista:

Elegí un tema de Cerati porque sé que es tu artista favorito.

Por favor, déjame enamorarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora