Malas experiencias

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  La ventisca azotaba con ferocidad, borrando los contornos y confundiendo la proximidad de las cosas. Con la visión opacada, debió confiar en el resto de sus sentidos para encontrar un rumbo seguro en medio del torbellino blanco, debiendo recurrir a su energía pura para calentar su cuerpo.

Ocho días habían pasado, cinco de ellos bajo la furia de la ventisca. Con cada día que transcurría, la comida en su bolsa menguaba, obligándolo a racionar para garantizarse al menos un bocado diario. La nieve seguía cayendo sin tregua, como si el mundo entero se hubiera detenido bajo su manto blanco. Y él, en medio de aquel abismo helado, sentía cómo el hambre comenzaba a minar su resistencia.

  «Si solo fuera como Wityer», pensó con una ligera sonrisa, recordando su peculiar alimento, los orbes que extraía de las bestias que había asesinado.

Se detuvo por un momento al percibir el cambio repentino en la textura bajo sus pies, un escalofrío recorrió su espina dorsal en medio del rugido ensordecedor del viento. Sin poder escuchar nada más que la furia de la naturaleza a su alrededor, supo de inmediato que algo estaba terriblemente mal. El terreno se volvió inestable bajo sus pies, una sensación desconocida lo invadió, paralizándolo por un instante. Sus pasos perdieron el agarre y el control, y cayó en picada hacia lo desconocido, hundiéndose en lo que parecía ser un abismo líquido.

Sintió su cuerpo pesado, había tragado agua y como podía intentaba salir, pero su habilidad de nado era demasiado baja. Algo le había atrapado, le abrazaba el pecho como una amante, y no quería soltarlo. La luz de la salida poco a poco se iba extinguiendo, y su facultad para contener la respiración se reducía con los segundos.

Provocó una fuerte onda expansiva de calor, logrando desprenderse de aquello que lo había estado conteniendo, y como pudo comenzó a nadar hacia arriba, seguía sin poder ver nada, pero sabía que arriba era el camino, debía serlo. Sus pulmones, ansiosos y doloridos, suplicaban por aire. La falta de oxígeno le nublaba la mente, ralentizaba sus pensamientos y entorpecía sus movimientos, pero ya podía observar la luz, estaba tan cerca...

Salió a la intemperie, entregándose al abrazo frío del viento que agitaba su interior. Inhaló profundamente, como si se tratara de su primera bocanada de aire en años. Se tendió sobre las placas de hielo, sintiendo el gélido contacto en su piel, pero resistiéndose a la tentación de recurrir a su magia para calentarse, pero era consciente de que no podía arriesgarse, su falta de control podría sumergirlo de nuevo en las gélidas aguas. Así que se resignó a seguir respirando con irregularidad, dejando que el frío penetrara en lo más profundo de su ser.

Se alzó con cautela y reanudó su travesía, las llamas danzaban en sus manos y le otorgaban un mínimo de visión. Cada paso resonaba como un eco del inexorable destino, la experiencia había sido más que desagradable, y no ansiaba en lo más mínimo revivirla.

Llegó a la orilla, podía sentir el cambio en el terreno, y como un niño en los brazos de su madre se recostó. Comenzó a calentarse con su energía pura, lo necesitaba, su pecho había estado doliendo, y apenas si podía sentir sus piernas y pies. Cerró los ojos, queriendo olvidar su mala experiencia.

Llegó a la orilla, y al instante sintió la diferencia en el terreno, como si la tierra misma le diera la bienvenida. Como un niño en los brazos de su madre se recostó, y allí encontró la paz que tanto ansiaba. Comenzó a calentarse con su energía pura, lo necesitaba con desesperación. Su pecho aún latía con el dolor de la experiencia reciente, y apenas podía sentir sus piernas y pies entumecidos. Cerró los ojos, buscando alejarse del amargo recuerdo de lo sucedido.

Los minutos transcurrieron con la normalidad de la zona. Su ropa y calzado se había secado, su cuerpo hizo lo propio, debía levantarse y retornar el camino, pero la fuerza no era la adecuada para cumplir el cometido, se sentía agotado, los cambios de temperatura tan extremos que había sufrido su cuerpo no era algo que un ser humano pudiera resistir.

El hijo de Dios Vol. IVDonde viven las historias. Descúbrelo ahora