Los ojos de Gustavo, desprovistos ya de toda chispa humana, se tiñeron con las llamas de la furia enloquecedora. A contraluz de las sombrías ramas, su figura tomó una postura solemne, erguida como un asta que desafía el cielo. Inspiró entonces el aire viciado del bosque, llenando sus pulmones con la esencia de lo maligno. Como una serpiente reptando hacia su presa, experimentó una corriente eléctrica recorrer su espalda.
Timber entreabría los labios, pero el sonido que debían provocar las palabras no viajaban a su oído, aunque por su sola mirada, podía comprender lo que quería decirle.
Frente a la cortina etérea que delineaba la frontera entre la bruma espesa recién presentada y la realidad tenuemente iluminada, un concilio de siluetas emergía, convergiendo en el umbral de lo apenas visible. Eran susurros de forma en la media luz, testigos silentes agazapados en la antesala de un acto que en breve levantaría su telón.
En cuestión de una o dos respiraciones llegó ante el responsable de lo ocurrido, mientras su sable surcaba el aire sin misericordia, con un único objetivo: la cabeza del desgraciado.
El corrompido individuo logró evadir el corte con cierta dificultad, mientras Gustavo fue repelido por un golpe sombrío de viento ejercido por las artes oscuras de las ciegas. Cayó sobre sus pies, la tierra dura fue lo suficientemente estable para permitirle impulsarse de vuelta a su enemigo, que se ocultaba entre la bruma que comenzaba a intensificarse. Tal vez no podía verle con sus dos ojos, pero podía sentirlo, la energía de muerte que desprendía de su cuerpo era tal que hasta en el propio abismo podría localizarlo. Pero era extraño, por momentos esa misma energía se desvanecía, apareciendo nuevamente un segundo después.
Con la agilidad que tanto lo caracterizaba evadió el repentino ataque que provino de uno de sus flancos. Su respuesta fue inmediata y feroz, pero su hoja solo viajó por el aire sin encontrar objetivo. Concentró su energía mágica en su cuerpo, y como una erupción volcánica la dejó salir, creando una onda expansiva de aire caliente que podría calcinar a cualquier ser en un radio de cinco metros. La neblina disminuyó su intensidad por unos breves segundos antes de retomar su dominio.
No podía sentir a su enemigo, y sabía que no lo había logrado herir. La sombra de su enemigo permanecía tan intangible como las pesadillas que se desvanecen con la luz del alba, y esa frustrante intangibilidad le mordía el alma. Anhelaba arrastrar a la maldita criatura de vuelta al infierno del que había salido. Hacerle pagar mil veces por cada gota de dolor derramada, cada lágrima vertida por Timber al ver el estado de su compañero, cada suspiro de desesperanza que había sido arrancado de sus pechos durante aquella tortura inhumana.
La presencia elusiva se burlaba de su determinación, una constante provocación a la destreza que en su mente consideraba sobresaliente gracias a los continuos elogios de sus seguidores y compañeros. Su corazón palpitaba al ritmo del tiempo que se escapaba como arena entre los dedos; cada segundo contaba mientras la vida de Timber, su guía y fugaz compañero, pendía de una cuerda tan frágil como hilo de araña, balanceándose con el destino certero del sueño eterno.
Innumerables flechas cortaron el aire, anhelando su cuerpo con la voracidad de un mendigo ante un banquete. Aunque apenas registró el ataque, su reacción fue instintiva, con movimientos rápidos que podrían haber sido considerados una danza para los ojos ingenuos, eludiendo la marea de muerte con la elegancia de una hoja zarandeada por el viento. No tenía su preciada armadura, por lo que, los pocos proyectiles que lograron impactar, perforaron su pecho, espalda y brazos. Heridas que para su físico no fueron de importancia.
Las flechas atrapadas en su cuerpo cayeron al suelo convertidas en cenizas, no había dolor, solo malestar e irá.
—Rayo.
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El hijo de Dios Vol. IV
AdventureCon la tensión de los reinos vecinos en aumento, y la guerra en pausa, Gustavo debe seguir su corazón a tierras inexploradas para salvar a su buen amigo Wityer, aunque eso conlleve poner en riesgo tanto su vida, como la de sus compañeros. ¿Estará d...