Estaba a punto de replicarle cuando algo en la televisión captó mi atención.
Un tipo de traje se encontraba junto al hospital, y pasaban imagenes de un choque.
Mi cabeza tardó un segundo en procesar lo que decía el titular.
"Choque de autobuses. Acceso Cheshire"-¿Qué sucede?- preguntó Jorge y lo miré preocupada.
-El autobús de mi padre- dije mirando el televisor- ésto no puede ser-.
Escuché atenta lo que decía el reportero y mi corazón se desvocó cuando dijo que uno de los autobúses pararía en Holmes Chapel, junto al teatro municipal."Diez muertos y cinco heridos, nadie ha salido ileso de éste fatal accidente".
Fue lo último que escuché antes de lanzarme a llorar.
Tomé mi cartera, dejé veinte dolares sobre la mesa y salí corriendo del lugar.
Jorge me miró confundido y luego me siguió.
Caminé hasta el parque con la cabeza atormentada.-¿Me explicas que sucede?- preguntó preocupado.
-¡Mi padre Jorge!- le grité enojada y furiosa- ¡mi padre iba en ese autobús!- chillé cayendo de rodillas contra el cesped.
-Cariño, no estas segura- intentó animarme -en vano-, arrodillándose a mi lado- vamos, te acompaño al hospital. ¿Recuerdas la dirección que decía el titular?-.
-No- musité contra su hombro- pero derivaron a los accidentados a una clínica privada cerca de aquí, no sé dónde- dije secándome las lágrimas.
Él me tomó de la mano y me condujo hasta su auto dónde hizo un par de llamadas y luego me miró.
-Ya sé dónde están. Vamos para allá- fue lo último que me dijo antes de que yo me largase a llorar de nuevo.
(...)
-Papá...- sollocé al verlo en aquella camilla. Su cuerpo estaba rodeado por extraños cablecitos transparentes que salían de su boca, su vientre, las venas de su muñeca o ante brazo. Tenía una mascarilla de oxígeno, e incontables rasguños en la cara y los brazos.
Me senté a su lado y tomé su mano.
¿Por qué la vida nos ponía las peores situaciones en los momentos más difíciles?
Estaba enfadada, entristecida y cansada.-¿Usted es su hija?- preguntó un tipo vestido de blanco y con gajas, quién -supuse- sería el doctor.
Yo asentí.-¿Y usted?- preguntó señalándo a Jorge.
-Soy su...-.
-Mi marido- le dije interrumpiéndolo. Jorge me observó sorprendido pero no dijo nada-.
Un silencio incómodo invadió aquella pequeña sala en la clínica. Por el estado de mi padre, sabía que el doctor buscaba las palabras adecuadas para decírmelo.
Sollocé.
-¿Cuánto le queda?-. El tipo me miró sorprendido por haberlo adivinado, pero simplemente se limitó a suspirar apenado-. Le agradecería si me lo dice sin rodeos-.-No lo sabemos- dijo serio- el choque ha provocado...-.
Lo interrumpí.-No quiero enterarme de en cuantas partes ha quedado su cráneo- dije increíblemente ácida- ¿cuánto le queda?- repetí.
El hombre suspiró de nuevo -y por alguna razón lo odié-.
-Es posible que no pase de ésta noche-.(...)
{Narrador omnisciente}
La morena observó el estado débil de su padre, y volvió a suspirar-sollozar afligida. Tomó la mano de su progenitor y luego la besó dejando caer una lágrima sobre ella.
Jorge la contemplaba -triste e impotente- desde un rincón de la habitación. No es que no lamentara el estado del padre de Martina, pero lo que más le dolía era verla de esa manera.
Devastada y cansada de la vida.El reloj sobre la puerta del cuarto daban las dos de la tarde, y el ambiente era fúnebre.
Unos ruidos se escucharon en el pasillo y la puerta se abrió de repente, dejando ver a un Francisco con los ojos rojos e irritados, y dos enfermeras intentando detenerlo.-¿Qué haces aquí?- preguntó Martina confundida y enojada.
-Vengo a ver a mi padre- dijo Francisco con un tono tintado de furia y tristeza.