Maratón 10/20

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Estaba a punto de replicarle cuando algo en la televisión captó mi atención.
Un tipo de traje se encontraba junto al hospital, y pasaban imagenes de un choque.
Mi cabeza tardó un segundo en procesar lo que decía el titular.
"Choque de autobuses. Acceso Cheshire"

-¿Qué sucede?- preguntó Jorge y lo miré preocupada.

-El autobús de mi padre- dije mirando el televisor- ésto no puede ser-.
Escuché atenta lo que decía el reportero y mi corazón se desvocó cuando dijo que uno de los autobúses pararía en Holmes Chapel, junto al teatro municipal.

"Diez muertos y cinco heridos, nadie ha salido ileso de éste fatal accidente".
Fue lo último que escuché antes de lanzarme a llorar.
Tomé mi cartera, dejé veinte dolares sobre la mesa y salí corriendo del lugar.
Jorge me miró confundido y luego me siguió.
Caminé hasta el parque con la cabeza atormentada.

-¿Me explicas que sucede?- preguntó preocupado.

-¡Mi padre Jorge!- le grité enojada y furiosa- ¡mi padre iba en ese autobús!- chillé cayendo de rodillas contra el cesped.

-Cariño, no estas segura- intentó animarme -en vano-, arrodillándose a mi lado- vamos, te acompaño al hospital. ¿Recuerdas la dirección que decía el titular?-.

-No- musité contra su hombro- pero derivaron a los accidentados a una clínica privada cerca de aquí, no sé dónde- dije secándome las lágrimas.

Él me tomó de la mano y me condujo hasta su auto dónde hizo un par de llamadas y luego me miró.

-Ya sé dónde están. Vamos para allá- fue lo último que me dijo antes de que yo me largase a llorar de nuevo.

(...)

-Papá...- sollocé al verlo en aquella camilla. Su cuerpo estaba rodeado por extraños cablecitos transparentes que salían de su boca, su vientre, las venas de su muñeca o ante brazo. Tenía una mascarilla de oxígeno, e incontables rasguños en la cara y los brazos.

Me senté a su lado y tomé su mano.

¿Por qué la vida nos ponía las peores situaciones en los momentos más difíciles?
Estaba enfadada, entristecida y cansada.

-¿Usted es su hija?- preguntó un tipo vestido de blanco y con gajas, quién -supuse- sería el doctor.
Yo asentí.

-¿Y usted?- preguntó señalándo a Jorge.

-Soy su...-.

-Mi marido- le dije interrumpiéndolo. Jorge me observó sorprendido pero no dijo nada-.

Un silencio incómodo invadió aquella pequeña sala en la clínica. Por el estado de mi padre, sabía que el doctor buscaba las palabras adecuadas para decírmelo.

Sollocé.
-¿Cuánto le queda?-. El tipo me miró sorprendido por haberlo adivinado, pero simplemente se limitó a suspirar apenado-. Le agradecería si me lo dice sin rodeos-.

-No lo sabemos- dijo serio- el choque ha provocado...-.
Lo interrumpí.

-No quiero enterarme de en cuantas partes ha quedado su cráneo- dije increíblemente ácida- ¿cuánto le queda?- repetí.

El hombre suspiró de nuevo -y por alguna razón lo odié-.
-Es posible que no pase de ésta noche-.

(...)

{Narrador omnisciente}

La morena observó el estado débil de su padre, y volvió a suspirar-sollozar afligida. Tomó la mano de su progenitor y luego la besó dejando caer una lágrima sobre ella.

Jorge la contemplaba -triste e impotente- desde un rincón de la habitación. No es que no lamentara el estado del padre de Martina, pero lo que más le dolía era verla de esa manera.
Devastada y cansada de la vida.

El reloj sobre la puerta del cuarto daban las dos de la tarde, y el ambiente era fúnebre.
Unos ruidos se escucharon en el pasillo y la puerta se abrió de repente, dejando ver a un Francisco con los ojos rojos e irritados, y dos enfermeras intentando detenerlo.

-¿Qué haces aquí?- preguntó Martina confundida y enojada.

-Vengo a ver a mi padre- dijo Francisco con un tono tintado de furia y tristeza.

¿Quien Te Crees? (Jortini) TerminadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora