-Lo haré, cuídate Martina- se despidió subiéndose a su auto.
Cerré la puerta. Eran las diez y media, y aun Jorge no venía.
No tenía mucha hambre así que solo tomé una manzana de la heladera, y me acosté en el sillón buscando alguna película en la televisión.¿Por qué en todos los asquerosos días de la semana pasan películas geniales, y justo cuando quiero desaburrirme no hay nada bueno?
-Vamos, Jorge... aparece- susurré mientras revisaba mi celular.
¿De Jorge? Cero llamadas, cero mensajes.No recuerdo el momento en que me dormí pero me desperté por el estruendoso ruido del timbre.
Me asusté, era más de la una de la madrugada. ¿Quién diablos estaría ahí? Me levanté del sillón y espié por la ventana.
El corazón me dio un vuelco. Jorge estaba ahí.
Tragué saliva y abrí la puerta.Su rostro débil y condenadamente triste me sorprendió, y casi me sentí en su mismo estado.
-Hola Jorge- susurré mientras lo observaba intentando descubrir que le pasaba.
-Hola- dijo bajando la mirada- lamento haberte despertado-.
Arqueé una ceja. ¡¿Qué le sucedía?! Parecía a punto de desmayarse.-¿Quieres pasar...- comencé y el cayó de rodillas al suelo sollozando- qué sucede? Jorge...- me puse de rodillas a su lado y lo abracé mientras sentía los débiles balbuceos de él.
Lo envolví con mis brazos y el simplemente se limitó a apoyar su cabeza sobre mi hombro. Sentía lágrimas caer sobre mi camisa, pero no me importaba.
-¿Cariño qué pasa?- pregunté intentando no sonar alarmada. Lo que menos quería era abrumarlo más- dime, puedes confiar en mí.
Acaricié su mejilla mientras notaba sus ojos rojos.
-Mi padre-.
Lo miré fijamente intentando comprender.
-Ha muerto-.
Sentí como se me iba toda la sangre de la cara.
No sabía que decir, Jorge comenzaba a llorar de nuevo y sólo pude abrazarlo.
-Lo siento muchísimo- susurré sobre su oído mientras sentía como se me estrujaba el corazón al verlo así.
Yo no conocía al señor Blanco, bueno... en realidad, a la única familiar directa que conocía de Jorge, era a su hermana.
Pero sabía que su madre se había separado de su padre biológico cuando era muy pequeño. Y él tenía un padrastro, al que apreciaba demasiado.
No iba a preguntar por nada del mundo, pero me preguntaba a cuál de los dos se refería.
-No puedo aceptarlo- dijo sin aliento ocultando su cara en mi cuello- no quiero hacerlo.
-Yo... no te voy a pedir que no llores, porqué es muy difícil no hacerlo, pero... mejor entremos, ya es tarde.
El levantó su mirada, y yo me paré dándole la mano.
Media hora después, ambos más tranquilos, nos encontrábamos en el sillón, bebiendo un té.-Lamento haberte venido con esto.
-¿Qué dices?- fruncí el ceño- jamás dudes de tu confianza en mí, Jorge, tampoco de mi cariño.
El sonrió, pero esa alegría no llegó a sus ojos.-Ahora que estas más tranquilo,... ¿quieres decirme qué sucedió.