Al terminar la película, alcancé los platos al fregadero, pero Jorge me arrastró de ahí antes de que comenzara a lavarlos.
-Eres una invitada- resongó conduciéndome al sillón de nuevo.
-No importa, no me molesta hacerlo- de hecho, estaba sumamente acostumbrada a hacer absolutamente todas las tareas de la casa.
Me miró. No pude descifrar si su mirada era solo ternura o tenía algo más. Pero no tardé menos de una centésima de segundo en perderme profundamente en sus ojos.
Inconsientemente se acercó. Sentía su respiración sobre mí.
-¿Quieres ir a dormir ya?- preguntó mirándome fijamente.
Me hubiera gustado decirle que si seguía mirándome así iba a derretirme. Pero me controlé.
-¿Tienes jardín?- evadí su mirada y caminé alrededor del sillón.
-Sí, ven- sonrío y comenzó a caminar por el largo pasillo, y giró a la izquierda. Lo seguí rápidamente.
Llegó a una puerta de cristal y la abrió.
-Waw- "su jardín" se parecía más a un bosque privado que a otra cosa.
-¿Quieres nadar?- señaló la piscina semejante a una olímpica.
Agua, semidesnudos, noche. Lo analicé.
-Es mejor que me vaya a dormir- suspiré.
Me miró intentando descifrar si hablaba en broma. Lo miré fijo y comprendió que lo decía enserio.
Una oleada de decepción recorrió su rostro.
-Bien- dijo cortante.
"¡Ay no Jorge!, no hagas esa cara.. no por favor" y la hizo. Su simple expresión de frialdad me hacía sentir mal.
Desde pequeña me ha gustado complacer a los demás, no me malentiendan. Me refiero a que he sido servicial y me resulta muy difícil dar un "no" como respuesta, hasta en las cosas más simples. Es un hecho personal y psicológico, y un gran defecto. Ya que en ocaciones me han tomado de tonta, por no animarme a negarme.
-Quizás podamos hablar un rato...- añadí y el me miró, pero la frialdad aun seguía en su rostro.
Me pregunté si lo estaría haciendo a propósito. No era tan ingenua.
-¿No querías ir a dormir?- preguntó seco.
-¿Puedes dejar de comportarte así, Jorge?- casi gruñí pero el seguía serio- diablos, qué enojón eres- dije entrando de nuevo a la casa y dirigiéndome a el cuarto de huespedes.
¿Como podía comportarme tan mal con una persona que me estaba ofreciendo su casa? Qué melodrama.
Abrí la primera puerta que ví y me dí cuenta que cometí un error.
Era la habitación de Jorge. Era amplia y masculina.
De repente sentí su respiración en mi cuello.
-Estaba bromeando Martina- susurró con tono amable.
Caminé unos pasos adentro de la habitación ya que no soportaba la cercanía, y si retrocedía quedaría en ridículo de nuevo.
Me ardía la sangre de sólo tenerlo cerca.
Jorge me miraba fijamente. No estaba serio, ni divertido. Ninguna expresión había en su rostro.
"Me enloquece.." dije en mi interior, "tienes que salir de aquí antes de caer en sus brazos"
Él se acercó lentamente, "¡diablos, diablos, diablos!" gritaba mi lado cobarde, mientras que mi lado atrevido sólo susurraba "vamos, diviértete Martina, es sexy y te vuelve loca"
Su rostro se acercó lentamente a mí sin dejar de mirarme. Estaba a centímetros de su boca cuando desvíe mi mirada un segundo y noté una prenda de ropa interior en el piso.
Una braga negra se encontraba en el extremo de la habitación al lado de su cama. Fruncí el ceño.
-Así que te diviertes- sonreí mientras caminaba alrededor de él para ir justo al lado de la prenda negra.
-¿Qué?- preguntó confundido pero con una sonrisa.
Crucé los brazos, y lo miré sarcástica.
Señalé con mi pie la braga. Su mirada descendió lentamente, y se quedó mirando más tiempo del necesario mis piernas. Finalmente llegó a mi objetivo.
-Puedo explicarlo...- dijo abriendo los ojos avergonzado.
Me sentía una estúpida, el sólo era un maldito mujeriego. Pero no iba a bajar la cabeza, haciéndome la pobrecita. Seguiría con su juego, no iba a perder nada.
-No necesitas explicarme nada, creeme- sonreí convincentemente- buenas noches Jorge- me acerqué y besé su mejilla. El me sonrió de nuevo.
{Narra Jorge}¿Cómo diablos vió la braga? ¡Maldita Caroline! Bueno, yo no era un gran santo que podamos decir, me gustaba divertirme. Y eso implicaba una chica diferente cada noche. Nunca me habría importado que alguna viera ropa interior de mujer en el piso, pues la mayoría de las mujeres con las que me acostaba eran unas zorras. Pero con Martina era diferente. Su cuerpo me volvía loco, y su personalidad... esa dulzura ocurrente y su sarcásmo inteligente, firme y decidida. Me encantaba.
La quería en mi cama esa noche, y no iba a dejar pasar la oportunidad.
Martina salió de la habitación luego de plantar un beso en mi mejilla, muy cerca de mis labios, que me dejó estúpido literalmente.
Cerré la puerta por cinco minutos para recorrer toda la habitación con la mirada y buscar alguna otra prenda perdida en el piso, o en la cama. Me sorprendí al encontrar otras prendas. ¿Es qué acaso a las mujeres no les importa salir por ahí sin ropa interior? Menudas putas con las que me acostaba.
Tiré toda la ropa interior femenina por la ventana de mi casa. "Muy maduro, Jorge" atacó mi conciencia.
Abrí la puerta y fui hasta la habitación en la que se quedaba Martina, pero no estaba.
Caminé al comedor, y tampoco.
Finalmente llegué al living, y la ví semi-sentada, semi-acostada sobre el sillón.
Estaba profundamente dormida. ¿Cuánto habían pasado? ¿quince minutos? ¿veinte, quizás?
Bien, había perdido la oportunidad de acostarme con ella y de hecho,.. no me importaba. Era tan linda cuando dormía. Su mejilla estaba apoyada contra un almohadón, y la leve presión causaba un adorable sonrojo en su pómulo. Un mechón de cabello rebelde caía sobre su rostro, y tenía la boca ligeramente abierta. No pude evitar no darme el lujo de mirar sus pechos, y luego sus piernas.
Un momento... ¿moretones? me acerqué un poco y noté que tenía moretones en las piernas y algunos rasguños sobre el cuello.
¡Su padre! Maldito hombre, me daban ganas de salir a buscarlo y arrancarle cada puta membrana que cubría su cuerpo. ¡¿Cómo podía hacerle eso a su hija?!
Martina se removió incómoda. Suspiró afligida y un breve llanto sordo salió de su garganta.
Me acerqué rápidamente para ver que le ocurría. Toqué su hombro.
-¿Tini?- pregunté preocupado. Estaba teniendo pesadillas.
Su respiración se volvió agitada y lágrimas caían por su rostro. Empezó a temblar.
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