Capítulo 29

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Capítulo 29

* * * P.V.A * * *

Me miro al espejo del baño de Genji vestida con una camiseta negra de él mientras me seco el pelo con una toalla para que dejen de caer gotas, pasando después a peinarlo con un cepillo que encuentro en un cajón.

Me siento muy rara en esta casa, llena de objetos caros y tan grande, como si fuera mi piso elevado a la décima potencia. Pero más rara me siento después de todo lo que ha pasado. Dios, si se entera Tamao será terrible.

Paso a retirar el miedo y las escenas vividas hace una hora de mi cabeza para no volver a perder el control, y me relajo pensando que no ha sido nada, y simplemente tendré que sufrir unos días el dolor de cara, y los preciosos moratones que me salgan dentro de unas horas. Ahora tengo que salir ahí fuera y darle gracias infinitas a Genji. Tengo que comportarme.

Tras inspirar fuertemente salgo del baño, dirigiéndome con indecisión al salón, dándome cuenta de que es un poco impactante que me paseé por su casa así vestida. Me ruborizo sólo de pensar en esto. Oh, Dios, qué vergüenza... pero mis vaqueros no van a secarse hasta dentro de horas. Al menos puedo dar gracias de llevar una ropa interior bonita, y tener las piernas depiladas.

Cuando entro en el amplio salón repleto de obras de arte, descubro a Genji sentado en un sofá blanco frente a una mesa y otro sofá delante. Se ha cambiado de ropa, llevando ahora unos pantalones amplios y una camiseta simple de manga corta del mismo color, negro. ¿Qué le pasa a este hombre con el negro?

Al darse cuenta de que estoy allí, deja de pasarse la toalla por el pelo, dejándoselo revuelto y despeinado, tal y como me encanta. Empezamos bien, Genji.

Carraspeo levemente mientras bajo la mirada, sintiendo que me mira con intensidad. No le culpo, tengo que luchar para que la camiseta no se me suba demasiado y no dejar nada a la imaginación.

-Gracias, Genji, por todo. Y lo siento mucho. –Hablo con seriedad pero firmemente, mirándole a los ojos. -Te han dejado así por mi culpa. –Añado refiriéndome a las heridas y puntos abiertos de nuevo de su rostro, ya que se ha quitado los apósitos que llevaba antes, pertenecientes a la pelea del otro día contra mi hermano.

Él reflexiona un segundo y se levanta del sofá, dirigiéndose hacia un extremo de la sala, recogiendo una caja metálica rectangular de una mesilla para volver de nuevo al mismo lugar mientras habla.

-No deberías hacer el idiota de esa forma, te dije que ese tío era peligroso. Si no llego a aparecer te hubieras metido en un buen lío.

-Lo sé, y estoy muy avergonzada de todo lo que he hecho. Lo siento. –Añado con absoluta sinceridad, abandonando mi orgullo al saber que tiene toda la razón y he hecho el gilipollas de manera infinita, lo que casi me cuesta que ese idiota me violase y me diese una paliza.

Parece que Genji se da cuenta de que realmente estoy jodida, y cambia de tema a la par que de tono, hablándome con tranquilidad y su característico toque indiferente.

-Ven, siéntate. Tenemos que curarnos. He traído lo que necesitamos. –Agrega sacando cosas de lo descubro, es un botiquín.

-No sé cómo podéis soportar esto casi todos los días. Duele muchísimo. –Me quejo mientras me siento a su lado, observando las cosas de las que dispone.

-Bueno, supongo que te acostumbras al dolor. Creo que el corte de la sien es el único que necesita atención.

-Sí, el del labio no sangra. Mañana voy a tener todo el ojo morado. No sé qué voy decirle a Tamao.

-Ya pensarás en eso mañana. Voy a curarte. Te va a doler.

Asiento levemente dándole permiso, sufriendo de inmediato cuando posa la gasa empapada en antiséptico en mi herida mientras miro su cara de concentración. Me doy cuenta entonces de que ha lavado sus heridas, y que a pesar de todo, sólo un corte que tiene sobre el párpado necesita atención. Supongo que son ventajas de estar todo el día liándose a palos: te fortaleces.

Antes de que vaya a usar las famosas grapas de andar por casa, le detengo cogiendo la que sostiene, pasando a curarlo yo tras apartarle el pelo de ese lado de la cara.

-Gracias. –Murmura algo incómodo mientras inclina la cabeza fugazmente, pasando a coger otra para ponérmela a mí con mucho cuidado. Sé nota que no tiene mucha práctica en ponerlas.

Veo que de nuevo los mechones que le he apartado de la cara caen sobre ella mientras trabaja, a lo que Genji arruga el entrecejo y suelta un joder entre dientes que me hace sonreír.

Con suavidad y cuidado vuelvo a retirárselo para que pueda ver bien, manteniendo mi sonrisa, sintiendo que el corazón se me acelera al tenerlo tan cerca mirándome de ese modo que me gusta tanto; con confusión, sin saber qué decir o hacer porque ha dejado de ser el chico malo.

-Lo siento. –Susurro sin poder apartar la vista de sus ojos, acercándome después despacio para unir sus labios con los míos. No he podido resistirme.

Tras unos instantes me separo, y él me mira muy perdido. Me encantaría saber qué está pensando. Automáticamente después de que le sonría con nerviosismo, habla volviendo a su frialdad característica.

-Tienes que parar de hacer eso.

-¿Por qué no me detienes tú si no quieres hacerlo? ¿Acaso mientes? –Le pregunto con algo de enojo, ya que me tiene echa un lío, joder. ¿Pasas o no de mí? Esa es la pregunta.

-Estoy en guerra con tu hermano. No quiero que influya en eso. Quedamos en ser sólo amigos.

Automáticamente después de eso el cabreo se multiplica. No sólo pasa de responder mis preguntas, sino que encima sale con el tema de siempre, que ya estaba solucionado y no tiene sentido.

-Él pasa de nosotros y de lo que tengamos, creía que eso ya estaba claro. –Me levanto del sofá para alejarme de él, continuando. -¿Te gusto o no? Porque no haces mucho por impedir que te bese, y me respondes. ¿¡Cómo quieres que pare!?

Genji se levanta del sofá con cara de mala leche, acercándose a mí para encararme.

-Déjame en paz, Airi. Cállate.

-¡No! ¿Te da miedo mi hermano?

-Claro que no. A mí no me da miedo nadie.

-Pues algo si te debe de dar miedo cuando no respondes. Y si no es mi hermano porque ahora tú eres su jefe, debe ser otra cosa. –Agrego con violencia en mi tono, siguiéndole para que no me de la espalda. Quiero ver sus ojos. -¿Eres un cobarde, Genji? ¿Te doy miedo yo? Sí, eso debe ser. Te da miedo una mujer, te da miedo querer a alguien porque eres un idiota debilucho.

Él se gira rápidamente tras perder la paciencia, haciendo que me asuste de inmediato, aunque trato de ocultarlo, no lo voy a negar, y me sorprende besándome con violencia e ímpetu, agarrándome de la cintura mientras me apoya contra la pared más cercana con velocidad.

No sé que mosca le habrá picado, pero desde luego que en aquel instante pierdo el control sobre mí misma, y me convenzo de que le gusto de verdad y se dedica a luchar contra sí mismo para no caer en esto precisamente.

No sé por qué le parece tan malo enamorarse de alguien y prestarle atención a sus sentimientos. Es igual que Tamao, les hace falta madurar en ese aspecto y ver que existe otra vida al margen de las peleas y Suzuran.

Dejo de pensar en el por qué de todo, y me dejo llevar por mis irrefrenables ganas, separándome de la pared para hacer que camine hasta el sofá, donde él cae sentado mientras nos besamos con una pasión desmedida. Sin perder un segundo me pongo encima de él y me quito su camiseta, quedándome en ropa interior, pasando a quitarle la suya.

Esto debe ser un sueño o una alucinación, porque lo que jamás creí que pudiera llegar a suceder está pasando, y es él el que lo ha iniciado. Francamente no podría sentirme más feliz y emocionada. Me encanta.

Pasados unos minutos él se levanta cargándome a horcajadas mientras desabrocha mi sujetador, caminando para salir del salón y dirigirse a uno de los pasillos que conectan con el vestíbulo, llevándome hasta lo que supongo es su habitación, aunque no me pongo a mirarla.

Genji me deja en la cama, y sin parar de besarnos y tocarnos como desesperados, se coloca encima de mí, agarrando mis bragas por un borde, tirando de ellas hacia abajo.

I wanna changeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora