Capítulo 38

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Capítulo 38

* * * P.V.A * * *

Esta tarde me siento muy cansada, y lo noto más que de costumbre, ya que me siento poco concentrada, y me cuesta responder a los clientes cuando me preguntan por la ubicación de alguna cosa.

Miro el reloj fugazmente mientras continúo colocando cajas de cereales de promoción en una mesa del medio de uno de los pasillos, y suspiro con resignación al ver que son las 5 y media de la tarde, y aún me quedan horas para salir de mi infierno.

Lucho por ser amable y atenta con los clientes, porque sé que mi supervisor está paseándose para vernos trabajar, pero me resulta sumamente difícil no bostezar y borrar mi mueca de indiferencia, debido a mi estado.

Anoche dormí muy poco, me costó dejar de pensar y quedarme dormida, y después el despertador sonó antes de lo normal, ya que teníamos que entrar antes a la universidad. Y así me encuentro ahora mismo: lenta y torpe.

Coloco una nueva caja, y me vuelvo para agarrar otro par de ellas de mi carro repleto, pero como voy rápido, fallo al posicionar una, haciendo que la montaña se desestabilice y comiencen a caer en un sonoro baile del color naranja de las cajas, que ahora llenan el suelo.

La gente de mi alrededor me mira, y comienzo a recoger rápidamente mientras observo a un chico a pocos pasos, recoger los cereales más cercanos, mirándome. También veo a mi encargado correr hacia mí con su cara de perro más pura.

-¡Airi eres un desastre! ¡Ya es la segunda vez hoy que la lías!

-Perdón señor Yamada, enseguida lo pongo en orden. –Me disculpo con sinceridad, sin dejar de recoger velozmente. Él continúa regañándome con su ceño fruncido por el enfado.

-Si sigues así voy a tener que dar un informe negativo y te despedirán. Últimamente estás desconcentrada y muy apática.

El hombre de mediana edad se calla cuando el chico que recogió una de las cajas habla con calma, mirándole fijamente. Aún no había reparado en él. Es alto, de melena azabache que no le llega por los hombros, pequeño bigote y perilla que hace más anguloso su rostro. Mientras deposita la caja sobre la mesa, se acomoda el pelo detrás de la oreja.

-Yo he tenido la culpa, discúlpeme. He rozado sin querer y las cajas se han caído.

-Oh, bueno. No pasa nada, lo podremos en orden nosotros. –Dice mi encargado con una sonrisa tensa por haber quedado tan mal, mientras el chico continúa mirándolo con una expresión de mofa en su leve sonrisa. Como ve que mi encargado piensa irse sin más, vuelve a hablar.

-Creo que debería pedirle disculpas a su empleada, ya que no ha tenido la culpa.

-Claro, claro. Lo siento Airi, perdóname. Recoge esto y sigue en el pasillo 7.

Acto seguido, sonríe con nerviosismo y se larga, mientras yo sorprendida, me giro para encarar a aquel desconocido, tremendamente agradecida en mi fuero interno.

-Muchas gracias, pero no tenías por qué. –Le digo mientras dejo las cajas que porto en el carro. Él sonríe levemente.

-No es nada, parecía que necesitabas ayuda para librarte de ese gilipollas. Que tengas un buen día. –Finaliza para continuar su camino, dejándome aún con la boca abierta, observando como se marcha con la misma templanza con la que llegó.

Cuando vuelvo a la tierra de mi empanada mental, me doy cuenta de que he sido un poco ingrata, y debería haberle agradecido el gesto que podrá haberme costado el despido, según mi racha de últimamente, de un modo más sincero, o yo que sé... pero no con un simple gracias.

I wanna changeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora