CAPÍTULO 47 DESPERTAR

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Momo se deja llevar por el calor del momento y se lleva a Sana lo más rápido que sus altos zapatos le permiten caminar, hasta su casa.

Las prendas de vestir están tiradas por toda la sala y escaleras, la chica de cabello azul ha trazado un camino de besos húmedos por el cuello de su amada, la temperatura de la habitación sellada con candado que ahora es testigo de las palabras de amor que se les escapan a ambas a cada beso, se siente pesada y en un aura de lujuria que ameniza perfecto el momento.

Momo... por favor...

—Shh, no digas nada.

Esto no está bien.

Lo quieres tanto como yo.

Sana no ha besado en toda su vida a otra mujer que no sea Momo (con sentimientos de por medio, al menos); nunca se ha permitido pensar de más en lo que siente por su amiga, ya que estaba en una bonita relación y no lo veía apropiado, pero en ese momento se está sintiendo demasiado bien.

Ella no entiende lo que significa todo lo que le pasa dentro, ni el mecanismo ni la gracia de todo aquello, pero desde luego, comienza a sentirlo. Esa sensación que le hace girar la cabeza como loca y que le encoge corazón con cada respiración.

Los labios de Momo acarician los suyos con delicadeza, pero también con una urgencia y una intensidad que hace que Sana comience a marearse; sus manos acarician el cuerpo semidesnudo de la psicóloga de arriba abajo por su cintura y espalda estrujándola para hacer contacto con su propio cuerpo mientras le muerde los labios.

El deseo que aumenta las ganas de hacerla suya, le permiten desabrocharle el sostén sin dificultad alguna y el suyo mismo para ahorrar tiempo, pues quiere vivir la magia lo más que pueda antes de que algo o alguien pueda interrumpirlas. Momo jadea al sentir los pezones de Sana endurecerse contra los suyos; si alguna vez ella había tenido alguna duda sobre su sexualidad, estaba resuelta con ese simple roce.

La nadadora entrelaza sus manos haciéndose camino hacia la enorme cama sin dejar de besar y morder sus labios. La acuesta con delicadeza sobre la almohada y desciende sus besos por el cuello de la violinista, quien no deja de soltar suspiros y gemidos de placer que motivan a la otra a seguir con su magia.

Te amo Sana.

Momo...

Por hoy no digas nada acalla en un beso, he querido hacer esto desde hace mucho tiempo la mira con amor. Te deseo, por favor, solo por hoy no me detengas y no pensemos en nada ni nadie más que en nosotras justo así.

La mirada preocupada de Sana se suaviza y en un instante se oscurece de deseo dándole a su amiga vía libre para que continúe. Ha aceptado su trato.

Trazando ahora su camino por el valle de sus senos, Momo se permite detenerse a observar la perfecta estructura que compone el ser de la chica debajo de ella, quien la mira sin vergüenza deseosa de su toque; sus senos redondos y sus pezones rosados, todos sus lunares tan sutiles y pequeños, tan ella, tan suya.

La ingeniera, con el pulso tembloroso, siente sus manos quemar arañando sobre su estómago, anhelando tocar lo que ve sin la valentía para hacerlo. Sana se cansa de esperar y agarra sus manos deslizándolas hacia arriba por su cuerpo, hasta que las manos de Momo albergan sus pechos bajo sus manos, perfectamente a su medida.

Sin separar sus bocas, Momo estruja disfrutando de la respiración pesada de Sana. Le encanta, y más le encanta el sonido de su nombre que se le escapa con cada caricia en excitación.

Sana hubiera hecho cualquier cosa por no dejar de besarla, como si el simple pensamiento de dejarla ir doliera; esto hasta que su boca húmeda hace contacto con sus senos y no se cohíbe en ahogar el grito de placer que se le escapa al sentirla morder, lamer, tocar, succionar, besar. ¿Qué es ese sentimiento?; ¿qué es esa sensación?; ¿de dónde proviene tanto amor?

Por favor Momo... te necesito.

No digas más...

Sana hunde sus dedos en el pelo de Momo en cuanto siente su boca ir descendiendo por su abdomen hasta donde es requerida con urgencia, justo en su centro donde no para hasta arrancar de los labios de su prudente y educada psicóloga, tantos improperios como le son suficientes para dar rienda suelta a su deseo. La chica de cabello castaño se desconoce, pero ama esa nueva yo que solo Momo es capaz de liberar esa noche mientras le hace el amor.

No te detengas, por favor no pares...

Pero hay algo que hace que Momo sí se detenga, un jadeo salido del fondo de la garganta de Sana que la hace salir de su ensoñación. Se detiene de su accionar con el pulso descontrolado encontrándose con la mirada de Sana, también perdida en ese punto entre la realidad y la cordura, los labios húmedos e hinchados, el sudor en su frente y el cabello desarreglado... preciosa, simplemente hermosa y toda suya, aunque sea por esa noche, aunque sea por ese instante, se asegurará de hacerlo inolvidable para ambas.

Momo no se detiene hasta sentir temblar a Sana en su boca, hasta saborear hasta la última gota de su preciado elixir, hasta hacerle saber lo mucho que la desea.

Sin tener suficiente todavía de ella, reinicia su camino de besos hasta aterrizar de nuevo en sus labios haciéndole probar su sabor proveniente de ellos, excitante.

Desquitando su frustración en su boca y en sus uñas ahora clavadas en su espalda como pidiendo auxilio, se asegura de encajar sus caderas moviéndose al compás de la mano de Momo buscando más contacto, haciendo que la peli azul se ocupe de su centro con el pulgar. Ambas gimen fuertemente cuando los dedos de la ingeniera se curvan en su interior separándose levemente mientras entran y salen.

A Sana apenas le da tiempo de avisar a Momo antes de deshacerse en su tacto, invitándola a hacerlo al mismo tiempo para hacer aún más perfecto el momento. Juntas se observan maravilladas, sus mejillas sonrojadas, sus cabellos vueltos un desastre por el roce con la almohada y las manos de la otra; los ojos apretados, sus bocas entreabiertas dejando escapar pequeños jadeos y el sudor brillando en sus cuerpos.

Y yo que pensaba que no podías verte más perfecta alaba Momo tratando de regular su respiración. Te amo la besa. Te amo como no alcanzas a calcular.

Esa noche sin decir más, ambas amigas duermen abrazadas a la otra sin soltarse hasta el amanecer; tal y como acordaron, no se permiten pensar en nada ni nadie más que en sí mismas, en lo que acaban de vivir, en su momento, en su amor... porque sí, aunque Sana se siga impidiéndose decirlo en voz alta, ama a Momo con todo y el caos que es, la adora. ¿Qué hará?; ¿le dará una oportunidad?; ¿cómo podrá hacer como si nada en cuanto el amanecer las sorprenda?; ¿huirá?

Se permite por última vez observar a su amiga dormir plácidamente bajo sus costosas sábanas, le lanza un beso volado con las manos y se marcha antes de que la realidad las sorprenda en el peor error de sus vidas (eso se dice). Le duele, y todavía con lágrimas en sus ojos cierra la puerta con cuidado de no despertar de su sueño a la nadadora; mejor que piense que eso es lo que fue, porque ella se ha obligado a despertar...

UNA PARTE DE MI ALMA // MITZU // (MINA+TZUYU TWICE)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora