Capítulo II

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   Presioné el timbre y de inmediato escuché que resonó en el interior. Froté mis manos para tratar de hacerlas entrar en calor y las guardé en el bolsillo de mi chaqueta, al tiempo que echaba una mirada al cielo y me percataba que se había puesto más nublado.

   —¡James, hijo!

   Mamá me recibió con una sonrisa amplia, y en seguida me abrazó con mucho cariño. Me dio besos en la mejilla y me hizo pasar.

   —Qué gusto que estés de vuelta —comentó—. ¡Tu papá va a ponerse muy contento!

   La casa estaba más linda que nunca. Era grande, de dos pisos y con un jardín lindo. Si Mike y yo hubiéramos tenido una casa así en nuestra niñez, seguramente nos habríamos ahorrado muchas discusiones por el espacio.

   —Me da gusto verte también, mamá —volví a abrazarla antes de sentarme en el sofá—. Llegué ayer, pero no había podido venir a verte. Con todo lo de la mudanza, ya sabes...

   —Sí, te escuché un poco atareado ayer cuando me llamaste —me contestó, imitando mi acto. Se soltó el cabello y volvió a atárselo, esta vez a una coleta alta—. ¿Cómo está Steph?

   —Bien... De viaje a Londres... Debería llegar hoy.

   —Ah, ¡Stephen siempre tan trabajador! Tuviste suerte con él.

   Carcajeé sin muchos ánimos.

   —Sí.

   —Además es demasiado apuesto —me dio un pequeño codazo, sonriendo con picardía—. Que suerte tienes de tener una persona así a tu lado, que te ame, que te apoye, que sea lindo y que además te tenga como un rey. Que privilegio.

   Tosí un poco incómodo y me acomodé en el sofá.

   —Sí, bueno... ¿Y Mike?

   —En la universidad, ya sabes. Tiene bastante trabajos. ¡Ah, que bueno es Stephen! Le pagó toda la colegiatura a mi bebé, que hombre tan noble...

   —Sí... ¿Sabes? A mí también me gustaría estudiar alguna carrera —le comenté—. Pero Stephen no me deja. Dice que es una pérdida de tiempo porque ya tengo todo.

   —¡Y tiene toda la razón! ¿Para qué malgastar tu tiempo en eso si tienes todo a pedir de boca? Los estudios no te hacen falta...

   La miré sorprendido, casi sin poder creer lo que escuchaba.

   —¿Cómo dices, mamá?

   —Paul, no le lleves la contraria a Stephen, ¿sí? Si el dice que no es conveniente que hagas algo, entonces no lo hagas. Con tantos privilegios que te da, deberías tener verguenza si quiera en contradecirlo.

   No sabía por qué me sorprendía todo aquello, si mamá siempre había tenido esa clase de comentarios. Lo único que hacía era idolatrarlo y recordarme la suerte que había tenido al conocerlo.

   Stephen se había encargado de hacer que mi familia surgiera. Y eso era precisamente lo que hacía que mamá estuviera siempre de su lado.

   Y sí, yo también sentía que Stephen había sido un golpe de suerte, pero mamá lo ponía a él por encima de mí siempre.

   Me daba la sensación, a veces, que tenía miedo de que Stephen se enojara conmigo y dejara de darles privilegios.

   —¿Me escuchaste, cariño? —me acarició el cabello con cuidado, sonriendo. Tanto afecto acompañado de palabras hirientes me hacía daño—. Stephen es tu esposo, es el que te da todo, así que obedece en todo lo que te diga... ¿Sí?

Stolen Kisses ➳ McLennonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora