Capítulo III

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   —¿Amigos?

   John se echó a reír bajito, un poco avergonzado. Siguió tallando las ollas.

   —No creo que nunca haya tenido amigos...

   —Algunos compañeros de clase con los que jugaba, ya sabes... —le contesté, caminando lentamente hacia la barra de la cocina—. En realidad toda mi secundaria la pasé trabajando y estudiando, así que no tuve mucho tiempo para socializar...

   Sujeté la taza y di un soro de chocolate. Se había enfriado un poco, sin embargo estaba tan rico como hacía unos minutos.

   —Mmh, ya... Bueno, yo solamente estudiaba, pero cuando de secundaria salí mi madre me echó de la casa y tuve que ir a vivir con mi tía. Ella es estricta, así que tuve que trabajar. Y, bueno, aquí estoy.

   —Tuve muy malas calificaciones —le dije yo—. Casi no tenía tiempo para los estudios.

   —Yo también tuve malas notas. Pero por vago, no porque no tuviera tiempo para estudiar. —Rió—. Todavía recuerdo las palizas que me daba mamá. Ella se casó con otro hombre, y él también me golpeaba. Por eso no me fue difícil irme cuando me echó.

   Hice una mueca y traté de no mirarlo con lástima. Sabía, aunque no lo había experimentado, que era bastante horrible.

   —Lo siento.

   —¡Ah, no se preocupes! Ya no importa. Trauma superado.

   Abrió el grifo y comenzó a sacarle el jabón a las olla. Quedaron relucientes.

   —Yo estuve trabajando en un bar lujoso como mesonero... Atendía a la gente, ya sabes... Y era desagradable porque había... tipos... groseros, ¿comprendes?

   —Sí, claro. Puedo imaginar la cantidad de comentarios obscenos que decían de usted...

   —¡Sí! Menos mal que Stephen me sacó de ahí.

   —Mmh, ¿ahí conoció al señor Taylor?

   —Sí. Me vio, le gusté, me besó y al día siguiente me invitó a salir. A la semana me pidió que nos casáramos... Y, bueno, aquí estoy.

   John, que había terminado de lavar todo, comenzó a ordenar las ollas y cubiertos en su sitio, así como también los platos con extremo cuidado.

   —¿¡A la semana!? Pero, Dios, ¿no es eso muy apresurado?

   —Sí... Bueno, tenía diesciocho años... Estaba muy joven.

   John me miró.

   —¿Entonces podemos decir que el señor Taylor fue su primer amor?

   —Mmh..., sí... Algo así.

   —Veo que usted es fácil de conquistar.

   Fruncí mi ceño.

   —¿Fácil?

   John se puso rojo.

   —No... no quise decir eso. En verdad, lo juro. En mi cabeza no sonó tan mal...

   Carcajeé.

   —Está bien, descuida... Y, bueno, digamos que lamentablemente sí.

   —¿Se considera fácil de conquistar?

   —Bueno, si alguien de la noche a la mañana te ofrece lo que siempre has necesitado, creo que enamorarse resulta fácil.

   —Si me disculpa, eso no es amor, es interés.

Stolen Kisses ➳ McLennonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora