Capítulo XXIV

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   Ayudar a Mimi a preparar las comidas me daba la paz que John y Cynthia me arrebataron durante la semana.

   No era agradable para mí ver la cantidad de atención que él le daba a ella sólo por estar enferma. Por un momento, incluso, deseé estar en una situación de salud vulnerable sólo para poder tener toda su atención.

   —Cocinas bastante bien... —Mimi me elogió, sacándome una sonrisa—. No sabía que tenías buenos dotes. John siempre hace un desastre, por eso prefiero que no me ayude.

   —Solía cocinar para mi hermano y para mí cuando éramos pequeños y nuestros padres no estaban —le expliqué, al tiempo que revolvía la salsa para pasta a base de leche que había preparado para el almuerzo—. Así que supongo que eso ayudó.

   —¡Ya veo! —ella carcajeó—. Estuvo muy buena esa experiencia... ¿Tus padres trabajaban mucho?

   —Sí... Y yo también, desde pequeño...

   El celular en mi bolsillo comenzó a sonar, así que aprovechando que la salsa estuvo lista, apagué la estufa y salí de la cocina sacando mi celular del bolsillo.

   Era Stephen.

   El corazón comenzó a saltarme del susto y mis manos comenzaron a sudar.  Sabía perfectamente que era peor no responderle, así que, preguntándome cuando iba a terminar este infierno, contesté.

   —¿Sí? ¿Decidiste darme el divorcio?

   —John va a pagar las consecuencias si no vienes pronto.

   Me quedé en silencio, pensando en cómo poco a poco mostraba su lado sádico y violento.

   —Y a su esposa casi muerta también... Aunque supongo que eso te beneficiará, ¿no? —rió—. De verdad que tonto eres, Paul, te fuiste detrás de alguien que tiene esposa y que no va a darte el primer lugar nunca. Creo que estás destinado a ser una basura que nadie quiere. Estás en Londres. Te tomará sólo cuatro horas volver a mí. Si lo haces, tendré consideración de John y de tu familia... Sino, ya sabes lo que voy hacer... Espero que puedas con la culpa...

   Mi sangre se heló. Aunque de alguna forma no me sorprendía, me aterrorizó el hecho de que supiera dónde estaba.

   Stephen colgó, y casi de inmediato recibí otra llamada: era Stuart. Contesté, aunque no pude lograr articular un saludo.

   —Paul, las cosas están saliéndose de control y John corre peligro. Protegerlo sin levantar sospechas de nuestro trabajo es realmente difícil, así que no tienes otra alternativa que volver.

   —Pero, Stuart... —estaba atónito. Fue como si me hubieran aventado una cubeta de agua helada—. ¿Volver allá?

   —Es lo mejor. Mira, estoy enterándome que Stephen mandó unos sujetos a que los siguiera el día que ustedes se fueron... Sabe todos sus movimientos. Hay también miembros del Servicio Secreto intentando protegerlos, pero es muy difícil hacerlo sin levantar sospechas. Lo mejor será que vengas.

   Mi sangre se heló cuando escuché aquello. Durante todo este tiempo había estado monitoreado por Stephen, y yo ni siquiera me había dado cuenta.

   —Además, creo que Stephen está sospechando de mí... Ya no me dice las cosas como antes...

   —¿Y qué me asegura a mí que John va a estar sano y salvo si regreso?

   —Porque a Stephen le interesas tú. John no le importa. Y ya sé por qué no quiere divorciarse de ti. Encontramos unos documentos en su despacho que necesitas ver. Tengo que colgar.

Stolen Kisses ➳ McLennonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora