Capítulo XXIII

651 88 417
                                    

   El sonido de mi celular me hizo abrir mis ojos llorosos. Gracias a la luz de la pantalla me costó unos segundos ver nítido, y sin embargo contesté la llamada sin saber quien me llamaba.

   Sorbí por la nariz.

   —¿Sí?

   —Es Stuart.

   —Ah, hola. —Le respondí, sentándome en la cama y recostando mi espalda en la almohada—. ¿Qué pasó?

   —Nada. Sólo quería saber cómo estabas... Esta mañana nos enteramos de que ya sabías toda la verdad.

   —Sí.

   —Te enamoraste..., ¿no?

   Me contuve las ganas de llorar. Intenté carcajear para no sonar como un imbécil.

   —Eso creo.

   —Bueno, era el objetivo... —dijo—. Pero creo que todos pensamos en todo menos en tus sentimientos. De verdad perdóname. Te tengo cariño, ¿sabes?

   —Así dice John... Pero no es exactamente el cariño que pensaba recibir de él.

   —Lo entiendo...

   —Estoy en su casa y en serio me siento tan... tan fuera de lugar... No encajo aquí. John ni siquiera me habla, sólo está sumergido en su esposa. Y sé que es su esposa, pero... pero quisiera existir por lo menos un poco dentro de su vida. Quisiera irme a otro sitio, pero no tengo dinero con qué hacerlo. Allá con Stephen también me sentía igual, y yo en serio creí que con John iba a ser diferente, pero está resultado peor. Sé que me está sacando de un infierno, pero me está metiendo en otro. Siento que todo lo que viví con Stephen lo puedo superar rápido, pero sé que lo de John va a costarme porque sí me enamoré de él... Lo hizo tan bien que caí como un completo tonto.

   Me di cuenta lo mucho necesitaba desahogarme. Pero también sentía la necesidad de expresarle a John todo lo que sentía y todo lo que me había hecho pasar sin tener que llorar. Eso, por supuesto, era imposible.

   —Agh, Paul... —Stuart suspiró—. Mira, si quieres puedo darte el número de un psicólogo. Necesitas terapia.

   —¿Y de casualidad ese psicólogo también trabaja para el Servicio Secreto?

   —No, no... —carcajeó—. Es el psicólogo de mi hermana... Ella tuvo una ruptura y la pasó mal, pero ya está bien. Lo recomiendo.

   —Bien... Supongo que gracias.

   —Descansa, ¿sí?

   —Espera. ¿Podrías hacerme un favor?

   —Claro.

   —¿Puedes evitar que Stephen le haga daño a John? Conociéndolo, sé que puede hacerle cualquier cosa...

   Stuart soltó una carcajadita pequeña.

   —Seguro. —Respondió—. Ya estamos trabajando en eso...

    —Bueno, de acuerdo. Gracias.

   —Descansa. —Colgó.

   Solté una risita insípida, dejando el celular en la mesita de noche. Era lo único que había podido sacar, y eso porque de casualidad lo llevaba en el bolsillo.

   Cuando decidí acostarme y prepararme para dormir, la puerta de la habitación se abrió y John entró. Por su cara, supe que había escuchado toda la conversación.

Stolen Kisses ➳ McLennonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora