Capítulo XXXII

442 73 237
                                    

   El invierno se había ido, y en los primeros días del mes de abril ya las flores comenzaban a abrirse y sol brillaba en lo alto del cielo despejado.

   Y aunque había pasado poco más de un mes desde que John me había dado el anillo de promesa, yo simplemente no podía dejar de contemplarlo cada cinco minutos.

   —Está bastante bonito. John tiene buenos gustos para comprar joyas, ¿no? —Stuart me lanzó una mirada pícara cuando, accidentalmente, me tomó desprevenido mirando la pieza en mi dedo.

   Me eché a reír, recostando mi cabeza en el sofá y dejando a un lado el libro de arte que hojeaba por curiosidad.

   —Sí.

   Stuart se rascó la nuca, lanzándome una mirada incómoda.

   —¿Sabes? Stephen despertó esta mañana...

  Lo miré con sorpresa, dejando ligeramente mi boca abierta y volviendo a sentir aquel temor del que me había librado durante un par de meses.

   —¿Qué? ¿En serio?

   —Sí... —Stuart se sentó a mi lado—. No sabíamos como decirte.

   —¿John sabe?

   Negó con la cabeza.

   —Sólo Martin y yo. Y ahora tú. En unos días, cuando esté recuperado, va a regresar...

   Sentí pánico. Me puse de pie inmediatamente y percibí un ligero temblor en mi cuerpo.

   —¿Pero ya yo estaré divorciado, cierto? ¿Y entonces podré irme, verdad? ¿Ya no voy a estar más con él, verdad?

   Stuart soltó un bufido.

   —Bueno, no es tan fácil... El divorcio aún no sale.

   —Entonces me voy.

   —Es tu decisión. De todos modos te evaluará un psicólogo policial... Estoy seguro que con el informe que él de vamos a poder divorciarte más rápido.

   Sentí alivio al darme cuenta que podía huir de su presencia y no volver a verle la cara.

   —Bien... —aunque seguía inquieto—. De acuerdo. Entonces me prepararé para volver a irme.

   —¿Puedo sugerirte una cosa?

   —¿Mmh?

   —Quédate.

   —¿¡Por qué!?

   —Stephen está parapléjico. Nada va a ser igual. De todos modos siento que mereces, después de todo, ver su lado vulnerable y verlo humillado, ¿no crees tú?

   Por un momento la idea de volver a convivir con Stephen me había cegado. Pero Stuart tenía razón. Ante su discapacidad, las cosas jamás volverían a ser iguales.

   —Las personas que trabajaban para Stephen, al ver que ahora está siendo investigado, se han ido y ni siquiera ha intentado localizarlo. Además, cuando él vuelva habrá asistencia policial... Imposible que vuelva hacerte daño de cualquier manera. Y además tiene una orden de arresto domiciliario mientras siguen las investigaciones.

   Todo lo que Stuart me decía era tan bueno que parecía un sueño. Fue como si de pronto una sensación de satisfacción me hubiera sacudido, logrando desvanecer el temor que sentía por Stephen.

   —¿En serio?

   Stuart asintió.

   —Sabes que no tengo motivos para mentirte. De todos modos es tu decisión quedarte o no... Pero quiero que no vuelvas a sentir miedo de lo que Stephen pueda hacerte, porque te prometo que no volverá a ser igual como antes.

Stolen Kisses ➳ McLennonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora