Capítulo XLVIII

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   —Estuvo bien. Es mi primera vez en terapia. Me da verguenza hablar sobre mis cosas, pero supongo que está bien, ¿no?

   John guardó las manos en los bolsillos de su pantalón y se sonrió, al tiempo que caminaba a mi lado hacia la cafetería.

   —La primera vez que fui ni siquiera pude hablar —le comenté—. Sólo lloré como por una hora.

   —¿Cuándo fue eso?

   —Hace poco más de un mes —respondí—. Ha sido tres sesiones por semana y la verdad me ha ayudado bastante.

   —Mmh, ya... ¿Crees que pueda ayudarme a mí también?

   —¡Por supuesto! —dejé salir una carcajadita—. Richard me dijo que arrastramos ciertos traumas de nuestra niñez que se reflejan en nuestra relación de pareja.

   —Tiene sentido.

   —Por ejemplo, en mi caso, tuve una carencia de atención, por decirlo así, de mis padres cuando estaba pequeño... Bueno, tú sabes, te lo dije: ellos trabajaban mucho y no tuvieron tiempo para ni hermano y para mí.

   John hizo una mueca.

   —No recuerdo eso. Creo que tendrías que contarme esas cosas otra vez.

   —Agh, cierto. Pero, bueno, entonces generé una especie de apego hacia ti. Y tú me advertías de eso todo el tiempo.

   —¿¡Yo!? —se echó a reír a carcajadas—. Bueno, sí... Yo nunca he estado de acuerdo con que alguien sea el motivo de tu felicidad. Y trato de no generar apego con nadie, y quizá eso me hace ser... un poco irresponsable con esas cosas románticas. Normalmente suelo soltar antes de... enredarme y complicarme la vida. Por eso quizá te rechacé y pasó lo que pasó. Pero no pude. Ya estaba enredado antes de que intentara alejar cualquier sentimiento que pudiera nacer de mí hacia ti.

   Intenté no demostrar alegría al escuchar aquello, pero de cualquier forma, una sonrisa amplia formó en mis labios mientras lo miraba.

   —¿Qué?

   —Nada.

   Abrí la puerta de la cafetería y entré, sintiendo el agradable frío del aire acondicionado.

   —No tengo dinero para comprarte nada. —Me dijo John—. Richard me dejó sin una libra en el bolsillo.

   —No te preocupes. Yo pago.

   John arrugó su entrecejo.

   —¿Trabajas?

   —Uh, no.

   —¿Entonces como...?

   —Agh, tenemos que hablar mucho. ¿Qué vas a pedir?

   John miró la pantalla que reflejaba el menú durante un buen rato, y luego de decidirse armamos nuestro pedido con bebidas y croissant para desayunar. Pagué en efectivo.

   Nos acercamos a la fila a esperar nuestro pedido y Shotton nos miró, para luego agitar su mano.

   —Ah, mira, el queso cheddar...

   —Se llama Peter. —Le dije—. Es un amigo mío.

   —¿Y yo estaba celoso de él?

   —No... Fue después de que tú...

   —Ah, okey. De todos modos me da celos.

   —Es novio de Jane, por cierto. La enfermera que cuidó de Cynthia.

   John mordisqueó su labio inferior, al tiempo que avanzábamos al mostrador donde Shotton nos recibió con una sonrisa amplia.

   —¡Hola! Hola, John... —le extendió la mano—. No me da gusto conocerte, pero trato de tener cortesía.

Stolen Kisses ➳ McLennonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora