Capítulo XIII

979 134 742
                                    

   Para cuando el calendario le dio la bienvenida a diciembre, en toda la casa ya reinaban las decoraciones navideñas.

   El clima había dado un cambio drástico. Hacía un frío gélido y se esperaban varias nevadas y tormentas de nieve antes de nochebuena.

   —Me da mucha pereza hacer ejercicio con frío —le dije a John, frotando mis manos para entrar en calor—. ¿Podemos saltarnos el entrenamiento de este mes?

   John apretó la punta de mi nariz.

   —No.

   —¡Pero...!

   —No te vas a arrepentir, te lo prometo. Ahora hacer sentadillas con pulsaciones con las pesas a la altura del pecho, vamos. Tus glúteos de acero esperan por ti.

   Subí la cremallera de mi suéter, mirándolo feo. John carcajeó.

   —Es por tu bien.

   En ese instante la puerta del gimnasio se abrió. Giramos nuestros rostros rápidamente, preguntándonos quién podía ser.

   Era Stephen.

   En compañía de Stuart.

   —¡Hola, Paul! —agitó su mano, sonriente—. Prometí venir antes de navidad y aquí estoy.

   Stuart tenía puesta ropa deportiva, y eso me ocasionó un pequeño tic nervioso en el ojo.

   —Apartir de ahora Stuart va a entrenar aquí —comenzó a decir Stephen, mirando a John, que permanecía quieto, sin atreverse a mover un músculo.

   —Disculpe, señor Taylor, pero yo no soy entrenador... Y no es que no quiera hacerlo —aclaró—, pero si el señor Stuart acepta entrenar conmigo, tiene que tener en cuenta que yo no soy profesional. Comparto con Paul un poco de mi experiencia nada más.

   Stuart se echó a reír.

   —Pues gracias por ofrecerte, eh..., ¿cómo es que es tu nombre?

   —John.

   —John —repitió él—. Gracias por ofrecerte. No dudo que hagas un excelente trabajo aún sin ser experto en el área, pero yo mismo voy a traer a mi entrenador.

   Aquello me sorprendió, y me resultó imposible no demostrarlo alzando mis dos cejas.

   —Sí. —Stephen asintió—. Stuie va a tener su propio entrenador. Lo único es que van a compartir espacio y equipos.

   —Ya debería haber llegado... —murmuró, revisando su teléfono celular—. ¡Ah, es un mensaje suyo! Ya está aquí. Voy a bajar...

   Se dio la vuelta y a pasos apresurados salió del gimnasio. Stephen se acomodó la corbata.

   —Me voy al trabajo. Regreso tarde, así que no me esperes despierto.

   Caminó hacia mí, colocó su mano en mi cintura y me dio un beso en los labios. Antes que nuestros labios se juntaran, John se dio la vuelta para no ver aquello.

   —Te amo. Dejé dinero en el cajón y ahí están mis tarjetas, por si quieres comprarte ropa nueva.

   —Bien... Cuídate.

   Stephen se marchó, dejándonos solos. Cuando a través de la puerta abierta del gimnasio noté que él se marchó por las escaleras, miré a John y solté un bufido alto.

   —Es el colmo. No lo soporto.

   —Paul, tranquilízate —me dijo John, acercándose nuevamente a mí—. Lo que haremos será no coincidir con sus entrenamientos. Así tendremos el gimnasio para nosotros.

Stolen Kisses ➳ McLennonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora