Stolen Kisses ➳ McLennon

Capítulo XXXVII

   Había vuelto a la cafetería donde Shotton trabajaba.

   Quizá había sido su trato amable lo que me había hecho querer volver. Era la primera persona que después de tanto tiempo había intentado hablarme.

   Cuando Shotton me reconoció, se sonrió y comenzó a preparar mi bebida, comenzando por buscar un vaso mediano y llenarlo de hielo.

   —¡Hola! ¿Paul, cierto?

   —Hola.

   —Que gusto da verte por aquí, deberías venir más seguido.

   —Mmh.

   —¿Sabías que si compras durante siete días seguidos te llevas gratis una porción de pastel de chocolate?

   Pastel de chocolate.

   La última vez que había comido uno había sido con John en nuestra última salida juntos.

   —Mmh, ya veo.

   —Así que te espero aquí los próximos siete días.

   —Bien.

   Shotton añadió un jarabe de durazno al vaso y luego sirvió el té.

   —¿Te gustaría ir a un bar a beber algo esta noche? Ya sabes, habrá chicas...

   —No me gustan las chicas.

   —Oh.

   Hubo un silencio incómodo.

   —¿Entonces chicos? —me miró pícaro—. Pero de una vez te digo que no estoy disponible, ¿eh? —rió, pero como quedé serio mirándolo, añadió—: ¿Quieres o no?

   —Mmh, sí.

   —Bueno..., pero nada de drogas, ¿eh? —bromeó—. Tienes cara de drogadicto.

   Me quedé serio y él apaciguó su carcajadita lentamente.

   —Bueno, como sea, ¿quieres o no?

   —Sí. No tengo nada interesante que hacer.

   —Bien. Nos vemos en el club.

   Shotton pegó una etiqueta blanca en el vaso, y en el espacio donde debía escribir mi nombre, puso una dirección.

   —Ahí. —Me extendió el vaso—. Es mi bar favorito.

   —Bien.

   —¿Sí vas a ir, no?

   —Seguro.

   —A las once.

   —Bien.

   Tomé mi vaso, di un sorbo y me giré para avanzar hacia la salida.

   Respiré profundo cuando, al estar afuera, la brisa fresca golpeó mi rostro. Saqué mi teléfono y revisé si había algún mensaje.

   Aunque trataba de mentirme, sabía que aún esperaba un mensaje suyo.

   ¿Qué habrá sido de él?, pensé por milésima vez en el día.

   Prometí no perdonarlo nunca.

   Porque se había ido sin decirme nada, simplemente desaparecido. Por lo menos, luego de tanto, hubiera deseado una razón.

   Tal vez no lo dejaron renunciar, pensé de pronto, como si hubiera un pequeño rayo de esperanza, y quizá está en otra misión sin poder comunicarse conmigo... O tal vez le obligaron a romper toda relación conmigo.