Capítulo X

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   Llegué a casa a eso de las siete. Había pasado un día con John tan increíble, que incluso logré olvidar todo lo que me había hecho sentir tan mal.

   Me di un baño rápido de agua tibia y me coloqué el pijama, puesto que no tenía planes de volver a salir de casa. Quería ir a la cocina por algo rico antes de dormir, pero eso lo decidiría más tarde.

   Dejé caer mi cuerpo en la cama y en ese momento mi móvil sonó: era mamá. Contesté.

   —Hola...

   —¡Paulie! Olvidé llamarte, hijo, lo siento... ¿Qué pasó? ¿Querías decirme algo?

   —Nada. —Le dije. Gracias a John sentía mejor y no había necesidad de desahogarme. Tampoco quería cargar a mamá con mis problemas—. Sólo quería saber cómo estabas...

   Entonces mamá, emocionada, comenzó a contarme sobre la salida que papá, Mike, su novia y ella habían tenido. Pasó de un desayuno en un restaurante a una mañana de paseo en Liverpool y culminaron la tarde cenando en otro restaurante, bebiendo champán y celebrando.

   —... ¡A la próxima te invitamos! Dile a Stephen si puede acompañarte... Sería grandioso que estuvieran los dos.

   Dibujé una mueca en mis labios.

   —Seguro, mamá. Dale buenas noches a papá y a Mike. Yo me voy a dormir.

   —¿¡Tan temprano!? Apenas van a ser las ocho de la noche...

   —Sí, es que estoy cansado —carcajeé.

   —Mm, bueno. Está bien. Adiós. Te quiero, hijo.

   —Igual yo.

   En cuanto colgué el teléfono, la puerta de la habitación se abrió. Stephen entró con unos globos en forma de corazón, unos osos de peluche, unas bolsas de tiendas de marca con seguramente ropa y zapatos.

   Me entristecí porque pensé que era otro de sus espectáculos para Stuart. Pero cuando dejó todo aquello en la cama y se abalanzó sobre mí para abrazarme, intuí que todo aquello era para mí.

   —Soy un idiota que no ha sabido valorar lo que tiene. Lo siento, Paul. Perdóname. Fui el mayor de los imbéciles por haberte tocado de esa manera. Prometo no volverlo hacer.

   Cuando Stephen levantó la mirada, porque la tenía hundida en mi estómago, sus rostro denotaba completa tristeza.

   —Compré todo esto para que me perdones. Y mira —rebuscó una bolsa blanca y me la dio—, te compré un teléfono celular nuevo. Ropa, zapatos... Un peluche de perrito, sé que te gustan... Y mira, perfumes... De tus favoritos. Los que más te gustan.

   Estaba atónito. Completamente sorprendido ante su actitud y lo que decía.

   Volvió a abrazarme, y una vez más sentí que me quería y que sus brazos eran el lugar correcto.

***

   —¿Entonces te dio todo eso y... ya?

   Estaba acostado en la silla, sosteniendo dos pesas de las más pequeñas y haciéndolas subir y bajar para ejercitar el pectoral. Era más difícil de lo que pensaba, a pesar que John de vez en cuando me ayudaba a subirlas o me permitía descansar.

   —Sí —jadeé—. Está arrepentido...

   —¿Podríamos decir entonces que tu lenguaje del amor son los regalos? Carajo, entonces estoy jodido. No tengo tanto dinero para comprarte cosas caras. Y quisiera que sintieras que yo te quiero.

Stolen Kisses ➳ McLennonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora