Capítulo XVIII

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   La navidad, desde que me había casado con Stephen, eran particularmente aburridas y sin ninguna pizca de ánimo por mi parte.

   Ahora que compartía casa con Stuart y que John me había dicho todo aquello, mis ánimos de celebrar eran bajos. Tan bajos, que ni siquiera comí.

   —¡Vamos a repartir los regalos! —Stephen era como un niño emocionado cuando se trataba de la navidad—. ¡Vamos al árbol! Tengo obsequios para ambos...

   Muy considerado de su parte.

   Intercambié una mirada rápida con Stuart, al tiempo que me ponía de pie para ir a la sala. Cuando vi el árbol decorado y con las luces brillantes, recordé la vez en que lo armé con John.

   Me sentí triste. Ni siquiera estaba en casa y aún si lo estuviera, tendría que conformarme con los recuerdos.

   Debajo del árbol de navidad estaba unas cajas envueltas en papel de regalo. Sin mucho ánimo ni interés, me senté en el sofá mientras que Stephen le daba besos a Stuart en la boca.

   —Tengo varios para ti, amor, y ya quiero que los veas...

   Stuart dejó salir una risita incómoda, al tiempo que se acurrucaba frente al árbol. Yo ni esperaba obsequios ni había comprado uno para intercambiar.

   —Mira, este es para ti... ¡Ábrelo!

   Mientras Stuart lo abría, Stephen le extendió cuatro cajas más de distintos tamaños.

   —Oh, un teléfono celular...

   Al parece era lo único que sabía regalar.

   —... ¡Gracias!

   Se dieron un beso en los labios y sentí náuseas. Stuart comenzó abrir los demás obsequios, que básicamente era ropa, accesorios y las llaves de un auto.

   —¡Gracias, amor! ¡Qué lindos detalles de tu parte!

   Volvieron a besarse y de nuevo sentí náuseas.

   —Este es para ti, Stephen —le dijo Stuart, extendiéndole una caja—. De mí, para ti.

   —¡Cielos! ¿De verdad? Gracias, bebé...

   Lo abrió casi de inmediato. Era una caja, y dentro de la caja había una especie de estatuilla de madera con una base y una placa.

   —Ese eres tú.

   —¿De verdad soy yo?

   —¡Sí! —Stuart rió—. Pensé que se vería bonito en el escritorio de tu despacho...

   —¡Va a verse increíble! —le dio un beso en la mejilla—. Gracias, amor. Está lindo.

   De pronto fue como si todo el centro de atención fuera Stephen y Stuart. Me sentí feliz de no pertenecer a ellos. Prefería estar apartado, pensando en quién realmente me hacía feliz.

   —Y este es para ti, Paul —Stuart, sorprendiéndome, vino a mí con una caja—. Espero que te guste.

   Entonces de pronto me sentí culpable por no haber comprado nada para él. No podía creer que, tal y como decía John, era vulnerable ante el más mínimo acto de cariño.

   —Gracias...

   Stephen se levantó.

   —Esos de ahí son tus obsequios, Paul. Ábrelos. Stuart y yo vamos a subir...

   Lo tomó de la mano, y a pesar que Stuart se opuso, finalmente él lo terminó arrastrando.

   Me quedé solo. Afuera estaba nevando fuertemente, y aunque adentro estaba cálido, sentí ese frío emocional de la ausencia de John.

Stolen Kisses ➳ McLennonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora