Capítulo XXIX

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   Nada me dio más satisfacción que tener el documento de la solicitud de divorcio en mis manos. Stuart, al ver mi expresión, se sonrió.

   —Sabía que ibas a ponerte feliz, así que yo mismo decidí entregártelo.

   —¡No puedo creerlo!

   —Pues créelo —Stuart tomó asiento en el sofá—. Tienes que leer y firmar donde dice tu nombre. Supongo que se tomará un par de meses.

   Ni siquiera leí, sólo firmé. Stuart pasó su mano por su cabeza con desesperación.

   —¡Paul, no debes firmar nunca un documento sin antes leer y analizar!

   —Agh... Déjame leerlo.

   Comencé a leer las hojas del documento detenidamente, intentando analizar e interpretar lo que decía. No había nada fuera de lo común, así que se lo devolví a Stuart.

   —Todo en orden.

   Este me lo arrebató.

   —Jamás firmes algo en blanco y mucho menos un documento sin leer.

   —Ya, está bien —carcajeé.

   —Prepárate para unas largas y aburridas reuniones con tu abogado.

   —Bien.

   —Te buscaremos el mejor, lo prometo.

   —Te lo agradecería —me puse en pie rápidamente—. ¿Es todo lo que tenías que decirme?

   —Sí...

   De pronto sus ojos se posaron en mis brazos, los cuales estaban mayormente descubiertos porque tenía puesta una camiseta.

   —¿Qué?

   Stuart envolvió mi muñeca con su mano. Me di cuenta que sobraba espacio.

   —Estás demasiado delgado.

   —Sí, es que ya no estoy haciendo ejercicio —le contesté, apresurándome en quitar mi muñeca de su mano.

   —¿Y por qué?

   —Porque ya no me interesa tanto como antes...

   —Mmh, entiendo... Comenzaste hacer ejercicio por Stephen, ¿no?

   «Y ahora dejas de comer por John», pensé.

   —Sí...

   —No es sano tu peso. Quiero decir, no soy nutricionista ni nada por el estilo, pero siento que... deberías..., ya sabes, subir un poco más... O mejor, ¿sabes qué? ¿Por qué no vas al médico? Tuve una compañera de clases que bajaba mucho de peso y el doctor le dio unas indicaciones...

   —Mm, sí. Seguro...

   Me alejé lentamente de él, mirándolo con una sonrisita pequeña y rogando a que no me dieras más consejos con respecto a mi alimentación.

   John estaba en el gimnasio. Así apresuré mis piernas de manera veloz para subir las escaleras hacia el tercer piso.

   Mi cabeza dolió repentinamente poco antes de llegar al tercer piso. Mi respiración se cortó y sentí un leve mareo que me obligó a detenerme y a sujetarme fuerte para evitar caerme.

   Estaba débil porque no había comido bien. Y de pronto, al recordar la comida, sentí muchísima hambre y se me hizo agua la boca al recordar ciertos alimentos que antes disfrutaba comer.

   Intenté no pensar en comida, y dispuesto hacer lo que fuera necesario para que el hambre se me pasara, terminé de subir las escaleras para ir al gimnasio.

Stolen Kisses ➳ McLennonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora