Capítulo XXXI

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   John estaba siendo romántico y sutil. Besándome con intensidad, repartía caricias en mi espalda mientras juntaba nuestros cuerpos desnudos.

   Besó mi mejilla, bajó hasta mi cuello y se detuvo en mis clavículas para besarlas. Eché mi cuello hacia atrás, dándole la oportunidad que siguiera, al tiempo que acariciaba su cabello con aquel característico aroma a champú de bebé.

   John bajó hasta mi pectoral y siguió el recorrido hacia mi abdomen. Repartió besos y chupetones por mi pelvis y bajó.

   En cuanto sentí sus labios en mi zona íntima, un escalofrío recorrió mi nuca y espalda. Encogí mis piernas, sujetándolas con ayuda de mis manos.

   Él, acomodándose encima mío, volvió a subir hasta mis labios. Volvió a besarme, y justo cuando se separó, jadeando, dijo:

   —Paul, escúchame...

   Levanté el rostro, apreciando el color marrón de sus ojos y sintiéndome tranquilo. Era él, no otro. Quería hacerlo y no me sentía obligado. Aunque tenía miedo, él me transmitía paz.

   Apreté mis labios. John se sonrió.

   —Prefiero morir mañana que vivir un milenio sin haberte conocido.

   John volvía a ser la persona de la que mi corazón se había enamorado perdidamente.

   Y aunque era imposible no sentir miedo luego de todo lo que había vivido con él, no podía dejar de pensar en que, si confiaba, las cosas podían solucionarse para mejor. Estaba cien por ciento seguro que John haría que mis dudas se despejaran.

   Volvió a besarme, y esta vez para ponerme encima suyo de un movimiento rápido. Nuestras desnudeces se rozaron entre sí en medio del beso causándome escalofríos y aquella sensación rara al final de mi ombligo.

   —Ni siquiera te imaginas las ganas que tengo... —susurró él, repartiendo besos en mi cuello y tocando mi trasero. La excitación le abrió paso a la desesperación: pronto el ritmo de su corazón fue intenso—. Mierda...

   —Soy un esqueleto. —Le dije, sintiéndome un poco apenado al recordar días atrás cuando él había descubierto mi obsesión por bajar de peso.

   Y yo, sabiendo lo loco que estaba por él, había comenzado a comer aunque me costara. Cada día me sorprendía más el poder y la influencia que John tenía sobre mí.

   Él levantó su cabeza y me miró, para luego soltar una risita.

   —No... Estás bien. Estás subiendo de peso y ya no se te ven las costillas... Me vas a gustar de todas las maneras, así que no pienses más en volver hacer algo así, ¿sí?

   Sujetó mi rostro y me plantó un beso, pasando su mano por mi espalda y haciendo que mi cuerpo reposara encima suyo.

   —Prométemelo.

   A pesar que nuestras bocas se mantuvieron separadas, nuestros rostros estaban tan cerca que pude percibir su vaho a vino.

   Volvimos a besarnos, dejándome caer a un lado y acunándome entre sus robustos brazos. John chupó mis labios con intensidad cuando sintió mi mano tocar su zona íntima, y bajó desesperadamente hacia mi cuello para chupar y besar al tiempo en que yo comencé a sentirlo rígido.

   Intentaba no cerrar los ojos para evitar pensar en aquello que sabía que iba a ponerme mal. Pero cuando lo hacía, y volvía abrirlos de golpe, me daba tranquilidad saber que compartía intimidad con John.

   Me besó y de un momento a otro estaba encima mío, dirigiendo su mano hacia mi entrepierna y acariciándome hasta endurecerla.

   —Mmh —lamí mis labios mientras sostenía el contacto visual. John llenó de saliva sus dedos antes de bajarlos hacia mi entrada—. ¡Ah!

Stolen Kisses ➳ McLennonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora