Capítulo XLII

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   —Yo estaba enamorado de ti.

   Desperté lentamente revolviendo mi cuerpo entre las sábanas. John estaba sentado en el borde de la cama, ya vestido y con el cabello ligeramente húmedo.

   —Es que tuve que estarlo, no hay otra explicación. Mira, tengo recuerdos... Anoche estaba pensando en lo que me decías, en ti, en nosotros... Me dijiste que nos conocimos en tu casa, y... tengo el recuerdo vago de unas ventanas grandes, unas escaleras y... estabas tú... Creo que estabas mirando por la ventana, ¿o me equivoco?

   Me tallé los ojos y bostecé. John se giró para verme.

   —Sí...

   —Dios Santo, qué bello eres, Paul.

   Fue cuando caí en cuenta que estaba con John. Estaba justo ahí, en frente de mí, mirándome y sonriéndome a primera hora de la mañana.

   Después de tanto tiempo había vuelto a verlo.

   A tocarlo.

   A estar a su lado.

   No había sido un sueño entonces. En verdad me había reencontrado con John.

   Era real.

   Estaba conmigo, y yo no podía creerlo.

   Esbocé una sonrisa, y aún soñoliento, fui hacia él para abrazarlo. Envolví mis manos en su torso y lo apreté con fuerza.

   Percibí su aroma. No el perfume que llevaba puesto, su olor corporal. Ese olor a piel limpia y cabello mojado que tanto me gustaba.

   —Agh, John... ¿Sabes cuántas veces me pareció haber visto tu cara? Y ahora que veo la tuya, la real... Siento como si estuviera soñando...

   John besó mi frente con ternura y me envolvió el cuerpo con sus brazos.

   —Quisiera poder quedarme toda el día hablando de nosotros, pero tengo que ir al trabajo.

   Me separé de él, levantando mi cabeza para mirarlo.

   —¿En dónde trabajas?

   —En un supermercado. Trabajo hasta el mediodía, así que podemos quedarnos para almorzar juntos...

   Asentí sonriente.

   —Y en la tarde siempre hago ejercicio.

   Estaba completamente seguro que si lo acompañaba, podía venir a su mente recuerdos de las veces que estuvimos en el gimnasio juntos.

   —¿Puedo acompañarte también?

   —¡Sí! Seguro. —Volvió a darme un beso en la frente—. Pasaré buscándote al mediodía, ¿sí? La casa es tuya, siéntete cómodo.

   Se levantó luego de haberme abrazado nuevamente, abrió el cajón de la mesita de noche y sacó un mini block de notas adhesivas donde escribió algo.

   Arrancó la pieza de papel y la pegó a mi frente.

   —Es mi número. Puedes llamarme mil veces al día si quieres. Después del accidente mi celular quedó destrozado, y no pude recuperar el número porque no era mío, ya sabes, era del trabajo. ¡Pero este sí es mío!

   Tenía la sensación de que estaba conociendo al John que debí haber conocido la primera vez. Un John genuino, transparente, honesto. Y en un lugar donde toda su escencia y su ser pudiera salir al cien por ciento sin necesidad de regirse por un patrón de conducta pese a su trabajo.

   Y me estaba enamorando de este John también.

   Me había enamorado tres veces de él.

   —¿Qué?

Stolen Kisses ➳ McLennonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora