Capítulo VI

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   Stephen no se había despegado el teléfono de la oreja desde que había salido de ducharse. Podía escuchar sus risas y habladurías desde el armario, lo que me hacía no querer levantarme de la cama.

   —... Entonces nos vemos en la tarde para cenar. Voy a llevarte a un lugar especial... Y luego... ya sabes...

   Me coloqué la almohada en la cara para no seguir escuchándolo. Sentí una presión en el pecho que me impidió respirar durante unos segundos, y finalmente, el nudo en mi garganta al compás de mis ojos nublados.

   Comencé a preguntarme si eso estaba correcto. Y por supuesto que no, papá jamás haría algo así con mamá. Pero, ¿entonces por qué Stephen sí? ¿Acaso ya no me quería?

   Sentí que se hundió su lado de la cama, y cuando me quité la almohada de la cara, Stephen me dio un beso en lo labios.

   —Amorcito, ya me voy al trabajo...

   «¿Entonces sí me quiere?»

   —Voy a llegar tarde. —Añadió.

   —Te vas con él —lo encaré.

   —Mañana te prometo que saldremos juntos.

   —¡Pero Stephen! —me senté en la cama, quitándome las cobijas de mi cuerpo con enojo—. ¿Por qué lo admites?

   —Soy honesto contigo, Paul. Tengo a otra persona, pero eso no significa que yo no te ame o que no quiera estar contigo. Sólo que a veces me aburres... y es normal.

   —¿Y si te dijera que tú me aburres, cómo te sentirías?

   —Yo no puedo aburrirte —se defendió—. Te doy todo lo que necesitas y demás. ¿Te aburres en esta casa enorme? ¿Te aburre comer como un cerdo todo lo que quieras? ¿Te aburre poder comprar cualquier cosa que esté a tu alcance? ¿Te aburre poder ponerte la ropa quieras? ¿Te aburre poder viajar a dónde quieras? ¿Te aburre tener tanto dinero en efectivo y tarjetas de crédito ilimitadas para comprar lo que quieras, cuando quieras, en el momento en que quieras?

   Me quedé en silencio. Sentí mi corazón en la garganta, como si batallara para salir.

   —En cambio tú... ¿qué me das? Tu cuerpo... Y eso aburre. Pero no quiero discutir más esto. Sí, tengo a otra persona, pero, al fin y al cabo... ¿con quién estoy casado? Contigo. ¿De quién es todo mi dinero? Tuyo.

   Stephen se inclinó a mí y me besó la mejilla. Aún así luego de ese montón de palabras no tan lindas, aquel beso se sintió bien.

   Lo abracé. Hundí mi cabeza en su estómago y me tragué las ganas de llorar.

   —Yo te quiero, Steph... —le hice saber.

   Él pasó sus brazos por mi espalda y acarició mi cabello. Aquella pequeña muestra de cariño me hizo creer que lo tenía todo en el mundo.

   —Y yo a ti. Y porque te amo soy honesto contigo. Tengo a alguien más, pero nadie ocupará tu lugar nunca. No seas tonto.

   Me hizo separarme de él y me besó en los labios.

   —Ya me voy. Mañana te prometo que saldremos tú y yo.

   Dicho eso, tomó su saco y salió de la habitación, cerrando la puerta a su paso.

   Me quedé unos segundos en silencio, pensando en lo que me había dicho. Y, de pronto, dejé de sentirme tan mal: Stephen me había abrazado, me había besado y además me había dicho que me quería.

   Y eso era algo.

   Decidí levantarme a darme el primer baño del día. Y cuando me vestí, decidí colocarme una camiseta y un short deportivo holgado, además de calcetines cortos y unos tenis blancos.

Stolen Kisses ➳ McLennonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora