Capítulo XLVII

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   Comenzó a llover otra vez. John, resignado y ya empapado, se quedó bajó la lluvia, mirándome y esperándome a que yo pudiera decir algo.

   —Eh...

   Shotton asomó su cabeza por la puerta, mirándome.

   —¿Qué sucede, Paul? ¿Por qué no...? —se quedó en silencio cuando intercambió una mirada incómoda con John—. Oh...

   —¿¡Esa rebanada de queso cheddar es tu novio!? ¿¡Por esa cosa fea me cambiaste!?

   —¡No! ¡No soy cómo tú!

   Shotton se dio cuenta de la situación e inmediatamente entró.

   —Jane, amorcito, creo que es hora de irnos. —Lo escuché decir.

   —¿Te vale un carajo todo lo que pueda decirte? ¿Estás decidido entonces a dejarme para siempre?

   Me quedé en silencio.

   —Si eso es un sí entonces voy a rogarte. Y tú vas a tener que soportarme.

   Estaba feliz, no podía negarlo. Me daba rabia tener que demostrárselo, así que intentaba, bajo cualquier motivo, permanecer neutro e indiferente con respecto a las emociones.

   —¡Eres demasiado insoportable! ¡Te dije que no me llamaras y que no me escribieras y aún así estás aquí!

   —¡George me lo sugirió!

   —¡Ah, entonces no fue por iniciativa propia sino porque él te lo dijo!

   —¡Pero yo recordé tu fecha de cumpleaños y no porque nadie me lo dijera! ¡Y todo esto lo hice porque quise, no porque nadie me lo sugiriera!

   Tomé aire para calmarme. Estaba actuando como un completo niño y no quería avergonzarme después.

   —¿Vas a perdonarme o no?

   —¿Y qué quieres que haga, John? ¿Que comience a llorar y te abrace y te bese diciéndote 'ay, sí, mi amor, te perdono'? No puedo perdonarte fácil.

   —Ah —caminó hacia mí—, entonces ahora pretendes hacerte el difícil.

   —No —le contesté con firmeza—, es que te he disculpado muchas veces y casualmente sigues siendo el mismo idiota.

   Se acercó demasiado a mí, y yo no tuve el valor de retroceder porque lo único que deseaba era poder abrazarlo y besarlo hasta el cansancio.

   —Entiendo. Estás en todo tu derecho a actuar así. Pero cuando estabas en Londres te pregunté qué podía hacer para que me creyeras... y me dijiste que cumpliera la promesa de quedarme contigo. Así que eso haré. Voy a quedarme contigo quieras o no.

   —¿Y qué si yo no quiero quedarme contigo?

   —Pues te aguantas.

   —¿Para qué quieres estar conmigo? ¿Para volver a mentirme?

   Cuando John posó sus ojos sobre mis labios y pasó la lengua descaradamente encima de los suyos, supe que las ganas de besarnos eran mutuas.

   Pero no.

   —Porque estoy enamorado de ti. ¿No lo entiendes?

   —¿A William también le decías lo mismo?

   John abrió su boca para refutarme, pero yo lo interrumpí diciendo:

   —Pasa. Vas a resfriarte. Aunque no estaría nada mal.

   Me hice a un lado, y John y yo por fin nos adentramos a la casa. La lluvia había vuelto a intensificarse.

   —... Por eso, a pesar de todo, es que yo sigo teniéndole lástima a Stephen —mamá hablaba en la cocina de su tema favorito—. Sé qué hizo cosas malas, pero... imagínate estar parapléjico, en una celda pequeña, sin luz, sin agua, y con atención médica por su condición una vez a la semana... Qué horror. Debe estar pasándola muy mal.

Stolen Kisses ➳ McLennonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora