Parte 48

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Buenos Aires, sábado 2 de mayo del 2009

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Buenos Aires, sábado 2 de mayo del 2009

Asia

Mi historia es la misma, los días pasan y nada mejora. Creí que después de la visita a la reumatóloga Rodríguez, estaría más aliviada. Le puse mucha ilusión a su propuesta, pero el no tener dinero para viajar, hizo que perdiera toda esperanza. Mi única alternativa es contarle todo a mi abuela para que me ayude, pero no puedo, no creo que me crea y por ende me ayude.

En este momento estamos viajando a casa de ella, mi tía Patricia, me invitó a merendar, ya que quiere despedirse de mí, mañana volverá a su provincia. Dijo que volvería, pero dentro de un mes o dos. Para mi suerte en esta despedida no estará presente mi madre, ya que, está de viaje de trabajo con mi papá. Por otro lado, mi tío Fausto, ya está en su provincia, así que tampoco lo veré.

Hoy estoy muy adolorida, me quema la piel y me hormiguean las manos. También me duele un poco la vista, pero decidí que quiero estar presente, quiero despedir bien a mi tía, ya que no sé cuándo la volveré a ver.

—¿Estás bien bombón? —pregunta Pato mientras estaciona el auto frente a la casa de mi abuela.

—Sí, solo que me duele mucho el cuerpo —explico y luego bajo del auto.

Él baja a mi par, me dedica una leve sonrisa y se dispone a tocar el timbre. Luego de unos segundos, se abre el portón, y la presencia de mi tía aparece. Nos recibe con una amplia sonrisa, nos da un abrazo a cada uno para posterior hacernos pasar.

—La abuela está en el comedor, acaban de servir la merienda —explica mi tía alegre.

Entramos directo hacia el comedor, el cual queda al fondo, después del living y antes de la cocina. Al ver a mi abuela, ambos nos acercamos a saludarla de forma afectuosa.

—¡Me alegro mucho de verlos! —comenta sonriente.

Ella está sentada. Hay una mesa larga, decorada con el juego de té de porcelana. Es una pieza tan antigua, que ha pasado de generación en generación, su origen es Egipcio.

—Nosotros también estamos contentos —menciono acomodándome frente a ella.

—¡Ya traen lo que falta! —explica mi abuela.

Ni bien termina de hablar, llega la cocinera con unas bandejas, las cuales están repletas de comida. Hay panes brioche, mermelada de uva, queso crema, fetas de queso y fiambre, croissant, muffin y alfajor de chocolate

Ideal para empacharme, es demasiada variedad. No sé por qué a mi abuela le encanta tanta comer todo junto, yo optaría por solo un tipo de comida. Sin embargo, a excepción del alfajor, comeré todo. Ese alimento es mi excepción porque me cae mal el chocolate.

—¿Qué tal tus cosas Asia? —pregunta mi tía.

—Muy bien, trabajando mucho —explico y tomo un sorbo de mi té negro con leche.

—Oh, disculpen, prenderé la televisión, porque una amiga estará en un programa en breve —informa mi abuela, y se levanta a encender la tele.

En el comedor tienen una pantalla, incrustada en la pared. Es pequeña, pero se observa todo detallado.

Mi abuela enciende el televisor y coloca en un canal de noticias. Vuelve a sentarse a su lugar. Yo observo el titular que dice: "Familiares de Lucia Kot piden justicia". Todos miran la noticia preocupados, tratando de entender qué pasó. Aparece la madre de la joven, declarando a la notera, que llevan días de lucha por el abuso de su hija. Afirma que la justicia no ha hecho nada, que el responsable anda suelto.

Levanta una foto gigante la cual hace que me quede helada. De repente no puedo moverme, mis ojos comienzan a lagrimear. Estoy en un shock increíble, no logro reaccionar, veo como todos me hablan, pero no escucho nada, no siento nada.

Miles de recuerdos surgen por mi mente, estoy en un trance con la imagen de ese sujeto clavada en mis ojos. De repente salgo de ese shock, pero mi cuerpo está temblando, mi corazón late a mil y me doy cuenta de que estoy respirando mal.

—¡Bombón!, ¿qué pasa? —pregunta Pato preocupado agarrando mi mano.

La aprieto con mucha fuerza, tanto que escucho un quejido suyo. Volteo a mirarlo con mis ojos llenos de lágrimas, en un estado de alteración inmensa, casi como el de aquella noche.

—Es él... —pronuncio con el único hilo de voz que tengo.

—¿Quién? —preguntan los tres a coro preocupados.

—Es... —no termino de hablar porque se me corta la voz.

Estoy con mi mirada fija en Pato. Su rostro es una mezcla de preocupación y confusión, trata de leer entre líneas lo que me pasa. Busca en mis ojos, alguna señal, algo que le explique por qué estoy tan mal.  Él me toma de la mano y me hace señas para que respiremos juntos. Es casi imposible calmarme luego de lo que vi. 

No logro prestar atención a mí al rededor, solo noto de reojo la presencia de mi tía y abuela, pero no sé qué rostros tienen, intuyo que debe ser de preocupación.    

Pasan los minutos y de a poco vuelvo a estar estable. Sigo llorando y temblando, pero ya respiro mejor. No sé si pueda hablar, se me formó un nudo en la garganta. Tomo un poco de agua para aclarar.

—Asia, mi vida, ¿qué paso?, me estás preocupando —dice Pato con un noto de preocupación.

Veo en su rostro que de verdad está muy preocupado. Mi tía y mi abuela también, aunque se les nota más intrigadas que otra cosa.

No vine preparada para esto, pero creo que llego el momento que más temía. Es hora de contar mi verdad, no sé si pueda siquiera terminar mi relato, pero mi tía y abuela, van a tener que saber todo lo que viví aquella noche.

—Era el chico... De aquella noche —digo con mi voz frágil y vuelvo a quebrar en llanto.

—¡Asia, bombón, creo que es momento de que tu tía y abuela sepan todo!

—¿De qué están hablando? —pregunta mi abuela confundida.

—Es difícil para Asia decirles esto, pero lo necesitan saber —menciona Pato mirándome.

Su mirada de ternura y su apoyo, sosteniendo con dulzura mi mano, me dan la fuerza que necesito para comenzar a contar mi relato.

—Esta historia es larga —digo y hago una pausa porque vuelvo a quebrar—. Es una noche trágica, que me cambió la vida.

—¿Ese chico de la foto te hizo algo? —pregunta mi tía.

Respiro hondo. —No sé cómo empezar...

—Contales todo, desde el inicio.

—Bueno, todo comenzó en una fiesta...

Habían pasado las vacaciones de verano. Durante ese lapso, fui de viaje a Nueva Caledonia en enero y a Filipinas en febrero. Las fiestas la pasé en Argentina, demás entre un país y otro, hubo días que pasé en acá, para poder ver a Pato. Fuimos junto a mis padres a una isla en Punta del Este, un fin de semana.

Ese fue mi último buen recuerdo, los viajes. Ya que, ni bien, empecé mi último año de secundaria, vino la desgracia. Todo ocurrió en marzo, a penas dos semanas después de comenzar las clases.

No creía que la emoción del último año sería derrumbada en una sola noche.

Todo lo que fue ➞ Patricio Sardelli - AirbagDonde viven las historias. Descúbrelo ahora