Una noche basto para que la perfecta vida de Asia se convierta en un completo infierno. Ahora, ¿cómo seguir tras perder todo?, solo queda aguantar.
Entre medio de tanto caos su relación con Patricio, busca resurgir como una flor marchita, intentand...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Buenos Aires, lunes 27 de abril del 2009
Patricio
Acabamos de salir del médico con Asia, tuvimos una charla con una reumatóloga Española de apellido Rodríguez Paiz. Nos comentó sobre sus estudios, los congresos a los que ha ido, los diferentes tratamientos que implemento, para cerrar hablando de la nueva cura. Nos mencionó que hace tiempo, viene planificando este tratamiento a base de la recolección de datos que ha hecho.
Escucharla fue como una luz de esperanza. Asia no estuvo muy convencida, pero para mí su explicación tenía mucho sentido. Ya es una señora mayor con años de experiencia, denota seriedad y profesionalismo, no creo que sea una perdida de tiempo darle una oportunidad. El gran problema de todo esto, es que el tratamiento lo hace en España, deberíamos viajar hacia allá, por ende costear los pasajes y hospedaje; todo lo demás sí será gratis, ya que es de prueba. Sin embargo, nosotros no contamos con esa plata, nos sería imposible pagar un viaje. Yo estoy dispuesto a mover mar y tierra por ella, pero conseguir el dinero es complicado.
Estamos subiendo al auto, se me ocurrió que podemos ir algún lado aprovechando que es temprano. Hoy hay en el museo bellas artes, una exhibición de Fragonard, quien fue un artista referente del rococó, el movimiento artístico favorito de Asia. Como hace tiempo le perdió las ganas a todo, seguro no sabe de la exposición.
—¿Queres ir al museo? —pregunto dulce mientras comienzo a manejar.
—¿Para qué? —pregunta desanimada.
—Hay una exposición de Fragonard, el mayor influyente del rococó, tu movimiento favorito —menciono mirándole unos segundos.
—¡Te acordaste!, yo ya no estoy atenta a eso.
—Siempre me acuerdo, hace dos meses hubo una exhibición de dadaísmo, pero no te gusta ese movimiento —río—. Por eso ni te avisé.
—¡Qué hermoso que me conozcas tanto! —sonríe dulce—. Vamos al museo, pero conste que vos me propusiste.
Comencé a manejar en dirección al museo bellas artes. Durante el camino, hablamos un poco de la reumatóloga y el tratamiento. Asia considera que no tenemos manera de juntar la plata, yo creo que sí, pero eso implicaría pedir ayuda, cosa que ella no haría. Tiene que contarle todo a su abuela, sé que Margaritte nos ayudaría con gusto. Creo que nos va a entender y no va a juzgar a Asia, como lo hace su madre.
—No sé si me anime a decirle... —explica pensativa.
—Tenés que hacerlo bombón, te va a hacer bien.
—Lo pensaré... Ahora disfrutemos un momento de tranquilidad juntos. Lo que sí, necesito que me digas una cosa —menciona pensativa—... ¿La situación te puso romántico ayer?, digo por la declaración.
—No bombón, pasa que me cuesta abrirme y me di cuenta de que me puedo arrepentir si no digo lo que siento. No quiero que te vayas de este mundo sin saber cuanto te amo y lo que significas para mí.
