Capítulo XLVI

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-JOUNO-

Me levanto al escuchar mi alarma, cuando intento pararme siento un gran dolor en las caderas que me obliga a sentarme nuevamente. Debí de haber pensado mejor las cosas ayer, se me olvidaba que iba a tener que soportar mucho dolor.

Tetcho se levanta cuando me escucha soltar un quejido de dolor, se sienta a mi lado y siento que me mira con curiosidad.

—¿Qué tienes?

¡¿Cómo qué que tengo?! Literalmente, ayer me cogiste como nunca, ¡¿y me vienes preguntando lo que tengo?! Trato de calmarme y no decir las palabras que pienso, pero, conociéndome bien, obviamente no logro controlarme.

—¡Me duelen mis caderas, idiota! ¿Qué acaso no ves que estoy sufriendo?

—En mi defensa: tú quisiste. —Bueno, en eso tiene razón, ¡pero no lo voy a admitir!

—¡Pero no era para que me cogieras como cinco veces!

—Corrección: fueron siete veces, no cinco —me dan ganas de darle un enorme golpe, ¿por qué lo dice sin vergüenza? Parece que fuera algo casual.

—¡Era un decir!

—Pero no grites.

—¡No estoy gritando! —siento que me mira con una cara de «¿en serio?», así que bajo mi tono de voz —. Bueno... Ahora no me puedo parar de la cama.

—¿Eso significa que te tendré que cargar? —pregunta, con un tono de entusiasmo.

—Creo que sí.

En eso escuchamos unos golpes fuertes en la puerta del cuarto que nos hacen brincar del susto. ¿Pero quién estaría golpeando a esta hora?

—No sé que están haciendo, pero se les va a hacer tarde para la escuela —escucho la voz de Haruko al otro lado de la puerta.

Me quedo paralizado por un segundo, se me olvidaba que había escuela, y lo peor de todo es que ando cojo, no puedo ir así y mucho menos puedo decir porque estoy así.

Siento la mirada de Tetcho, es obvio que no sabemos que vamos a hacer para que se me pase el dolor. Llegamos a la conclusión de que Haruko nos podría ayudar, así que le pedimos que pase y que nos ayude.

Le contamos todo, aunque ella ya sabía que lo que íbamos a hacer, pues ella fue mi cómplice, pero el resto no lo sabe.

—Así que... ¿Se cogieron pero ahora Jouno no puede caminar, pero necesitan ir a la escuela y no puede por el dolor? —nosotros asentimos —. ¿Y qué quieren que haga?

—¡Pues que nos ayudes!

—Ya, pero no te enojes. Justo tengo algo que tal vez les sirva —saca una caja de su bolsillo y me la entrega —. Ten. Son unas pastillas para ese dolor.

—¿Y por qué tienes pastillas para eso? —pregunta Tetcho.

—Sabía lo que iban a hacer, y pensé que las ocuparían.

Tomo la pastilla, pero eso no me va a quitar el dolor de inmediato. Haruko abandona la habitación y nos deja a Tetcho y a mí pensando en otra solución.

¿Esto... es amor? [Suegiku y Kenjikyou]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora