Capítulo LXXVII

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-JOUNO-

—¿Hoy tienes planes con Tetcho?

Alzo mi cabeza hacia mi padre. Él y yo nos encontramos en la sala, hoy descansa, así que toca pasar tiempo en la casa con él.

Pienso unos segundos en su pregunta, no sé si me sorprende que le interesara o que me hablara, pues nuestra convivencia no ha sido muy... buena. Ya cambió, pero aún es difícil acostumbrarse a su nueva forma de ser, aunque hay veces en las que podemos platicar sin ningún problema.

—No, ¿por qué? —me recargo en la barra de la cocina, que es donde yo me encuentro.

—Normalmente, pasas mucho tiempo con él, así que tuve curiosidad.

El lugar queda en silencio, uno que amaría si no fuera tan incómodo. Intento pensar en algo para tener otro tema de conversación, no pienso quedarme en este silencio.

—¿Te puedo hacer una pregunta? —apoyo mi cabeza en mis brazos.

—Claro, ¿cuál? —escucho que deja su taza de café en la mesa de la sala.

—Es que... quiero hacerle un regalo a Tetcho, él siempre me hace detalles, y pues... quería saber si me puedes ayudar. Tengo entendido que eras muy detallista con...

—¿Con tu mamá? —acompleta, yo asiento —. Sí, era así... O, al menos, antes de que cayera en el vicio del alcohol.

—Entonces, ¿me podrías ayudar?

—Por supuesto —accede —. ¿Sabes? Me sorprende que pidas ayuda, no sueles pedirla.

—Tetcho me enseñó que no es malo pedirla, así que...

—Estar con él es bueno para tí, y a tí te gusta mucho, ¿no?

Siento mis mejillas arder, aún me sigo poniendo rojo cuando me dicen algo así. Y es que, en realidad, la respuesta es sí, no sólo me gusta mucho, yo lo amo mucho... Aunque es obvio que nunca lo diré en voz alta, al menos que sea con Tetcho presente.

—Sí...

—Bueno, ¿qué le gusta a él? —me pregunta, parece muy interesado.

—Pues... combinar las comidas del mismo color, los gatos, le gusta que las cosas sean justas, hacer estupideces... —voy contando cada una con mis dedos —. No sé mucho de sus gustos, no tiene especificación.

—¿Y qué suelen hacer? Omitiendo lo que hacen cuando están solos, claro —suelta una risa.

Mi rostro vuelve a arder, pero demasiado. Escucho sus carcajadas cuando me ve, quiero que me trague la tierra ahora mismo.

—Salimos, mayormente a lugares sin mucha gente, él sabe que no me gusta el ruido... Ah, por cierto, también le gusta tomar fotos, tiene una obsesión con eso.

—Se me ocurre una idea —escucho que camina hacia mí y se apoya en la barra de la cocina, pero del lado contrario para quedar en frente de mí —. ¿Y si le regalas un álbum de fotos? Sería como un recuerdo.

Lo pienso unos segundos, sería buena idea, pero habría un problema...

—Pero, ¿de dónde saco las fotos? Él las tiene en su celular, y las que sube a sus redes sociales no son siempre momentos especiales que preferimos dejarlos sólo para nosotros... Además, no puedo decirle «Oye, ¿me mandas todas las fotos que nos tomas? Que las voy a necesitar para un regalo». ¡Claro que no puedo decirle eso! —me altero un poco al final.

¿Esto... es amor? [Suegiku y Kenjikyou]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora