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“El señor dio la orden de que ninguna de las dos puede abandonar la propiedad”

Kagura sintió la desesperación latente al escuchar aquellas palabras. Era un panorama desalentador lo que presenciaba y ni siquiera tenía claro que era lo que quería su esposo, al involucrar a Rin en sus retorcidos planes.

—Déjate de tonterías, Horacio. Acabo de darte una orden—trato de mostrarse firme ante su chofer.

—Señora, le repito que…

—Kagura—el causante de toda su angustia, acababa de aparecer.

Sesshomaru llevaba las manos ocultas en sus bolsillos, en una pose bastante despreocupada.

—¿A qué estás jugando?—lo enfrentó, mirándolo fieramente.

El chofer se sintió incómodo ante la posible discusión que se armaría entre sus jefes, por lo que decidió retirarse y darles privacidad.

—¿Acaso crees que mandarla de regreso a su país servirá de algo?—se burló Sesshomaru.

Kagura se sintió completamente estúpida ante aquello. Claro, había olvidado que aquel hombre tenía conexiones en todas partes y no le sería nada difícil dar con Rin en Suiza.

—¡Maldición, Sesshomaru! ¿Qué demonios es lo que quieres?—se exasperó.

—¿Quién te dio permiso de hablarme de esa forma?—en un cerrar y abrir de ojos, aquel hombre había apresado su barbilla apretándola con excesiva fuerza—. Kagura no olvides tu lugar y mucho menos quién soy—le advirtió en un gesto bastante intimidante.

—¡Suéltame!—la mujer logro zafarse de su agarre con dificultad.

—La decisión está tomada.

—¡No, no puedes tomar esa decisión!

—No me importa lo que digas, Kagura. Sabes perfectamente que las cosas se harán como yo quiera.

—¡No lo permitiré!

Por primera vez, Kagura estaba dando pelea. No podía permitir que Sesshomaru involucrara a Rin en una cosa como esa.

—Pues tendrás que aceptarlo, de lo contrario, la vida de tu querida hermanita estará arruinada para siempre—amenazó.

Kagura sintió como sus ojos se humedecían poco a poco, en su mente no podía evitar echarse la culpa de todo. Era por su causa, por añorar ver a su hermana una última vez, por esa simple y egoísta razón la había puesto en peligro, dejándola al alcance de un hombre tan siniestro como Sesshomaru Taisho.

—¿Kagura, qué pasa?

Rin no había soportado seguir esperando en el interior de la casa, así que salió a ver que sucedía con su hermana.

—Te encargo lo demás, Kagura—le ordenó Sesshomaru antes de desaparecer como si nada hubiese pasado.

Ambas hermanas lo vieron subir a su auto último modelo y perderse por el portón de la residencia a gran velocidad.

—¿Kagura?

—Vayamos dentro—fue lo único que fue capaz de decir la mujer, bajando la mirada.

—¿Qué ocurre?

Rin exigía explicaciones, la había hecho levantarse de la cama como si estuviese a punto de presentarse un ataque nuclear, para luego simplemente quedarse en silencio con aquella mirada apagada. No entendía absolutamente nada.

—No es nada, Rin. Solamente fue otra discusión.

—¿Y por eso querías que me fuera? ¿Acaso ese hombre te exigió que me marchara?—pregunto la joven, sintiéndose molesta—. Si es así, Kagura, puedo irme. Tampoco soporto estar en el mismo lugar que ese sujeto.

Obsesión - SesshrinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora