—Entonces es verdad—dijo Kagura, mientras apuntaba con un arma en la dirección de ambos.
Sesshomaru y Rin se separaron de inmediato para observar a la mujer que acababa de irrumpir en la habitación. El corazón de la más joven latió con fuerza, mientras observaba la furia destilar de los orbes de su hermana.
—Baja el arma—ordenó el hombre a su esposa.
Kagura negó insistentemente, como si su cabeza aún tratara de procesar lo que pasaba; pero claramente renuente a obedecerle.
—Tú no me das órdenes. Ya no—era como si finalmente la mujer pudiese liberarse del yugo de su actual matrimonio. De aquel matrimonio que había sido el peor error de su vida y del cual recién se daba cuenta.
En vista de que Kagura no pretendía bajar el arma, Sesshomaru intentó acercarse para arrebatársela.
—¡No te muevas!—gritó la mujer, desafiante.
Sesshomaru supo en ese momento que Kagura realmente deseaba dispararle.
—Kagura, no hagas algo de lo cual te arrepientas—intentó hacerla entrar en razón.
—Créeme ya es tarde—contestó la mujer, refiriéndose al contrato que había firmado hacía unos cinco años atrás—. El peor error de mi vida ya lo cometí y ese fue haberme casado contigo. ¡Te maldigo, Sesshomaru Taisho!—gritó.
La pistola apuntó a la cabeza del hombre y realmente parecía que Kagura estaba a punto de disparar, hasta que:
—¡Kagura, no!—suplicó Rin, hablando por primera vez desde que Kagura los descubrió.
En ese instante, la mujer reparó en su hermana, en su pequeña hermanita, aquella que había amado y cuidado toda su vida, por la que sería capaz de morir de ser necesario. Esa misma hermana que se había estado besando con su esposo hacía unos minutos, la que se había embarazado del hombre al que amaba.
"No puede ser tan ciega, señora. Ese hombre la tiene retenida en contra de su voluntad", habían sido las palabras de aquel jardinero.
Kirinmaru se había presentado en la mansión Taisho hace apenas unas horas. Luego de haberlo estado pensando durante meses, sabía que era el momento de actuar. Rin necesitaba de su ayuda y no podía dejarla sola, no cuando sabía que habían nacido los bebés y que no contaba con nadie más.
"¿Rin? ¿De qué hablas?", había preguntado Kagura sin entender a qué se refería.
"Sé que siempre ha deseado ser madre, pero créame esta no es la manera. Rin no quiere entregar a sus hijos"
"¿Sus hijos?", para estas alturas Kagura seguía creyendo que había sido ella quien había dado a luz, y que sus hijos no estaban con ella, debido a que Sesshomaru quería castigarla.
«Seguramente quiere doblegarme», era lo que pensaba Kagura sobre el actuar de su insensible esposo.
"Sí, sus hijos"
Kirinmaru ya se había percatado de que algo no estaba fluyendo del todo bien, en la conversación que mantenía con Kagura.
«Al parecer no sabe nada», fue lo que pensó, cada vez más confundido por los misterios que envolvían a Rin.
"Rin es un vientre en alquiler, ¿acaso no lo recuerda?"
En ese momento, Kagura tuvo un destello de lucidez que le hizo recordar todo lo anterior. Recordó que había sido ella quien había convencido a su hermana de acceder a prestar su vientre, además de que había sido ella quien la había acompañado a la mayoría de las consultas prenatales.
«¡No puede ser!», la mujer tocó su vientre sintiendo una herida en su interior. Toda su ilusión pareció desmoronarse, entonces también recordó el diagnóstico del doctor hacía unos años atrás.
"Lo lamento, señora Taisho, pero no puede tener hijos", eso le había dicho.
"Sí, lo recuerdo", murmuró con lágrimas en los ojos.
Kirinmaru se alivió de finalmente estar en la misma sintonía.
"¿Entonces va a ayudarme?", preguntó.
"¿Dices que mi esposo la tiene retenida?"
"Así es, de hecho, es un poco más complicado que eso, pero se lo explicaré todo en lo que logremos sacarla de esa casa", prometió el joven.
Kagura tenía prohibido abandonar la mansión Taisho, pero esa mañana se había valido de la ayuda de Kirinmaru para hacerlo. Antes de salir se dirigió al despacho de su marido y sacó el arma de fuego que solía guardar en el último de los cajones.
La mujer no salió con la intención de usarla, pero realmente no se esperaba encontrar una cosa como la que descubrió.
—De ti jamás esperé una cosa así, Rin. ¿Cómo pudiste?—la decepción empañaba cada una de sus palabras.
—Hermana, yo no…
—¡¿Desde cuándo?! ¡Dímelo!—exigió saber, mientras saboreaba el amargo sabor de la traición.
Rin tragó saliva sin saber qué responder a su hermana. Kagura merecía la verdad, lo sabía, pero no sabía cómo reaccionaría y en ese momento temía por el bienestar de sus hijos.
—Está bien, Kagura, te lo explicaré todo, pero déjame poner a los bebés en la cuna, por favor—pidió.
Los ojos de Kagura enfocaron a los dos niños que yacían en sus brazos completamente dormidos, ajenos a lo que sucedía a su alrededor; y, mientras los miraba, la mujer tuvo una ligera iluminación.
—Esos niños… ¿Acaso fueron el producto de…?
Rin dudó por un momento en responderle, pero luego susurro:
—Sí.
Kagura abrió muy grandes sus ojos sin poder creer la magnitud de la traición.
—Por favor, déjame…
Pero esta vez la mayor no le dejó terminar la frase. El arma que Kagura sostenía apuntó ahora en dirección a Rin.
—¿Cómo pudiste?
La menor no tenía forma de justificarse, por lo que guardó silencio y comenzó a llorar. No le importaba si su hermana decidía acabar con su vida, lo que le importaba era que no le sucediera nada a los niños.
—¡¿Cómo pudiste?!—volvió a preguntar ahora con un grito.
—Kagura, baja el arma—intervino Sesshomaru al ver que las cosas se estaban saliendo de control.
—Ya te lo dije, tú no me das órdenes.
Kagura no hizo lo que Sesshomaru había solicitado, sino que en un movimiento rápido giró el arma en su dirección y apretó el gatillo.
El sonido de un disparo inundó la casa, seguido de un grito desgarrador. Sin embargo, aquel no fue el único impacto que se escuchó…
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Obsesión - Sesshrin
Fanfiction"Cruel y despiadado", aquellos eran unos de los calificativos que Rin utilizaba para describir a su cuñado. Desde que llego a la casa de su hermana, luego de cinco años sin verla, descubrió que la vida que Kagura tanto pregonaba no era más que una f...