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—Malnacido—insultó la mujer entre dientes, con la clara intención de acercarse y darle su merecido con sus propias manos.

—Esto apenas empieza, Rin, mantén la calma—expresó Sesshomaru indiferente, sentándose en una de las sillas con sus piernas cruzadas.

Para él, aquella parecía ser una situación normal. Al parecer, manipular y chantajear era en su persona una práctica recurrente.

—Adelante—concedió cuando alguien toco a la puerta de aquel cuarto de visitas.

Un hombre de edad avanzada entro a la habitación, haciendo una pomposa reverencia en dirección a su jefe.

—Está todo listo, señor—anunció entregando otro juego de papeles.

Por alguna razón, aquello le provoco una sensación de escalofríos. Sea lo que sea que contenían esos documentos, no podía tratarse de algo bueno. Estaba segura.

—Perfecto, retírate.

Una vez a solas, Sesshomaru deslizo la recién traída carpeta en su dirección.

—Es tu decisión, Rin—dijo, como si realmente ella estuviese en la libertad de decidir algo.

Rin tragó saliva antes de tomar aquellos papeles. Esta vez, no era su nombre el encabezado, sino que se trataba de Kagura, su hermana mayor.

—¡No lo entiendo!—expresó dejando con un sonoro golpe los documentos sobre la mesa—. Kagura es su esposa, ¿qué gana al ensuciar su nombre?

—No gano nada—admitió Sesshomaru, dándole la razón—, pero tampoco pierdo al hacerlo. Llevamos cinco años de matrimonio, esta podría ser la excusa perfecta para un divorcio.

—¿Esa es la única manera en la que piensa en divorciarse? ¿Inculpándola de un delito que no cometió?—pregunto la mujer con la boca ligeramente abierta. Ese hombre estaba completamente loco.

—¿Quién dice que no lo hizo? Allí están las pruebas que la inculpan.

—Esto es falso y usted lo sabe. Mi hermana nunca haría una cosa semejante.

—Pues eso no me consta, así que serán las autoridades quienes decidan si es culpable o no.

—¡¿Las autoridades?! ¡¿Las mismas que usted maneja a su antojo?!—explotó sintiendo un ligero pinchazo en sus sienes. No había dormido bien, ni tampoco había comido nada. Esto empezaba a salirse de sus manos de mala manera.

Sesshomaru no dijo nada y aquel silencio pareció confirmarle sus sospechas. Ese hombre no se quedaría tranquilo hasta que accediera, ya había sido incluso capaz de valerse de artimañas para que cerraran la escuela en donde trabajaba en Berna y, ahora, era capaz de enviar a su propia esposa a la cárcel con tal de que se hiciese lo que él quisiera.

—Un bebé, un heredero, ¿es eso lo que busca?

—Así es.

—¿Por qué yo? Fácilmente, podría contratar a cualquiera, ¿por qué se empecina tanto conmigo?

—Porque así lo decidí, Rin. No hay nada de especial en eso.

—Entonces lo hace únicamente para fastidiarme, ¿por eso ha decidido joderme la vida?—ante su falta de respuesta añadió—: Vaya, realmente usted es un imbécil.

—Te dije que te arrepentirías de hablarme así—la mirada del hombre se oscureció al escuchar su último insulto.

—Sus venganzas son muy extremas, señor. ¿No le parece?—dijo la joven con notable sarcasmo en su voz.

—Puede que tengas razón, pero ya está decidido y no pienso cambiar de opinión. Así que, te guste o no, ¡felicidades, eres la elegida!

Rin ahogó una maldición y asintió ante su destino. Un bebé, ese era el precio que tendría que pagar para librarse de ese malnacido. Con aquello en mente, firmo aquel contrato que la condenada a tan terrible suerte. 

[…]

—¡Rin!

Kagura salió corriendo a recibirla, cuando puso un pie de vuelta en la mansión.

—¿Pero dónde te metiste, niña? Me tenías muy preocupada—siguió diciendo la mujer sin soltarla.

—Estuve con Sesshomaru—confeso.

—¿Qué?

La mayor se separó para evaluarla minuciosamente, como si esperara de alguna manera, encontrarla herida o en mal estado.  

—¿Ocurrió algo? ¿Te hizo algo?—la preocupación estaba latente en su voz.

—Aparte de meterme a la cárcel y hacerme firmar unos papeles, creo que no.

—Rin, lo siento tanto—se lamentó Kagura, sintiéndose culpable de haber arrastrado a su hermanita a semejante infierno.

—No importa, Kagura. Nos iremos de aquí pronto, lo prometo—respondió tratando de mostrarse fuerte. Sin embargo, la idea de convertirse en madre y dejar a su hijo en manos de ese hombre, no le hacía nada de gracia.

«Puede solucionarse», pensó Rin, tratando de mostrarse optimista ante la situación. Tal vez, ella y Kagura podrían escapar antes de que eso sucediera, lo único que necesitaba era analizar muy bien sus siguientes movimientos y actuar con suma prudencia.

Rin trató de que el resto del día transcurriera en total normalidad, luego de comer y darse un merecido baño, salió a los jardines de la casa en busca de un poco de sosiego. Necesitaba poner en orden sus ideas.

—Kirinmaru—saludó al ver al chico aún en la propiedad.

—Señorita Rin, tiempo sin verla—contestó el joven con una sonrisa en sus labios, acercándose a ella.

—Lo sé, prometí ayudarte y no he vuelto a hacerlo. Lo lamento—se disculpó sintiéndose culpable de haber pasado por alto su promesa.

—¡Oh, no, no es eso!—sacudió sus manos, negando aquello—. Por favor, no me malinterprete.

—Tranquilo—sonrió ella, al verlo ponerse tan nervioso—. ¿Ya te ibas?

—Sí—contestó Kirinmaru, sintiendo como sus manos aún sudaban producto de su torpeza.

—Es una pena—suspiro la joven, mirando al cielo con anhelo—. Me hubiese gustado tener la oportunidad de pasar más tiempo contigo.

Ante aquella confesión tan inesperada, el rostro del joven se ruborizó por completo. Las mejillas de Rin, también adquirieron color al darse cuenta de lo que había dicho.

—Cielos, creerás que soy una atrevida—murmuro desviando la mirada del muchacho frente a ella.

«¿De cuándo acá ella era tan confianzuda con los hombres?», se preguntó. Ella no tenía experiencia en ese tipo de relaciones ni mucho menos, pero no podía ignorar que aquel chico le despertaba algo. Atracción, quizás.

—Para nada—Kirinmaru, le resto peso al asunto—. Puedo quedarme un rato más si es que no te molesta—concedió cordial.

Así fue como ambos pasaron las siguientes horas platicando sobre temas banales. Rin sonrió sintiéndose contenta a su lado, y olvidándose por un momento de todas las cosas malas que le había hecho su cuñado.

[…]

Horas más tardes, cuando finalmente Rin disfrutaba de un merecido descanso. Una alta figura se coló en su habitación, sin que la chica fuese consciente. El intruso la miro con intensidad, mientras sus ojos se encontraban completamente cerrados en ese profundo sueño.

Una mano se deslizó por su mejilla con delicadeza, haciendo que su ceño se frunciera un poco, pero aun así, la joven no despertó. Rin estaba profundamente dormida y aquel hombre, se quedó largos minutos contemplando su apacible rostro...

Obsesión - SesshrinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora