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Sesshomaru recostó a Rin sobre la cama, y la miró intensamente por un par de segundos, antes de inclinarse nuevamente para apresar sus labios. No podía negarlo, los labios de la joven eran adictivos, lo supo desde el primer instante en que los había probado.

Rin suspiró en medio de aquel beso y se aferró al hombre que tenía encima. No quiso pensar mucho en lo que hacía y se dejó llevar por lo que estaba sucediendo.

Beso tras beso fue depositado sobre la piel de su cuello, los ojos de Rin se mantenían cerrados mientras disfrutaba de todo aquello. Esta vez no los invadía simplemente el desenfreno de la pasión, era como si ambos quisieran disfrutar plenamente de cada segundo que estaban compartiendo.

¿Quién era este hombre que la acariciaba y la besaba con tanta ternura?

Estaba segura de que no era el Sesshomaru que conoció en su llegada en la mansión, este era distinto, era una versión que solamente se permitía ser mostrada ante ella.

«No eres especial, Rin», le recordó su mente que no debía de creer en él ciegamente, de todas formas, las cosas entre ambos nunca funcionarían.

Sesshomaru era su cuñado, el hombre que la había obligado a firmar un contrato para arrebatarle a sus hijos, el mismo que criaría a esos niños al lado de su hermana. Entonces, ¿por qué le permitía seguir besándola?

Rin conocía la respuesta y eso no la hizo sentir mejor, por el contrario, un dolor punzante se instaló en su corazón.

—Basta—quiso apartarse, con las lágrimas bañando su visión.

El hombre la miró sin comprender, hacía apenas unos segundos parecía tan entregada y ahora, quería que se alejara. ¿Qué sucedió?

—Rin—pronunció su nombre con necesidad, la realidad era que a estas alturas no podía alejarse. La necesitaba, necesitaba sentirla cerca, besar su piel aterciopelada.

—No está bien, no puedo hacerlo—negó la mujer con lágrimas en los ojos, se sentía extremadamente vulnerable.

Sesshomaru cerró sus ojos y se abocó en abrazarla, Rin lloró en los brazos de quien debería ser su enemigo hasta que se quedó profundamente dormida. No podía permitirse volver a traicionar a su hermana, Kagura no se lo merecía.

Esa noche, el hombre no pudo quedarse, tenía tantas cosas en mente. Sabía que los dos, de alguna forma, se sentían de manera similares, pero que esos sentimientos no los llevarían a nada.

Rin nunca sería suya, ella nunca aceptaría la idea de hacer sufrir a Kagura, y realmente, él no podía ofrecerle nada más que noches de pasión esporádicas.

Sesshomaru tenía claro que los negocios estaban primero, su reputación era muy importante en el mundo en que se desenvolvía y, además, había agendado una cita para un reportaje con una famosa revista, la cual sería la encargada de lanzar la noticia del embarazo de Kagura al mundo. Después de eso, no habría marcha atrás, las cartas estarían echadas.

[...]

Ese día, Kagura se había despertado de un excelente humor, tenía una cita en el salón de belleza, y luego de eso, iría con Sesshomaru a tomarse las fotografías que saldrían en la portada de la revista más famosa de toda Alemania.

La mujer sonrió mientras se miraba en el espejo. No pudo evitar acariciar su vientre y dejarse envolver por aquella inexplicable sensación.

Embarazo.

Ella estaría embarazada, ella tendría a los hijos de Sesshomaru…

En realidad, no era ella quien los llevaría en su vientre, pero esas últimas semanas había empezado a fantasear con que esos niños se estaban formando en su interior. Inclusive, habían ido despertando algunos síntomas, sentía náuseas a veces y su menstruación se había retrasado, ya llevaba una semana esperándola.

—Estoy embarazada—se dijo Kagura con convicción, mirándose al espejo.

Levantó su bata de dormir y detalló su vientre plano, podía incluso notar un pequeño bulto en su estómago. Iba a tener gemelos.

Kagura sonrió radiantemente, sin darse cuenta de que su obsesión la estaba llevando a perder la cabeza lentamente.

Horas más tardes, la mujer se había reunido con su esposo en la locación dónde serían tomadas las fotografías. El hombre estaba tan serio como siempre, pero eso no le impidió acercarse a él melosamente.

—Amor—lo saludo con un beso en los labios, sabía que Sesshomaru no la apartaría. Cuando había público era el único momento dónde podía tomarse esas atribuciones libremente.

Sesshomaru haciendo uso de sus habilidades actorales, la tomó por la cintura y profundizó el beso. A los ojos de los demás parecía un hombre bastante enamorado de su esposa, lamentablemente eso estaba bastante alejado de la realidad. Pero Kagura no pudo evitar tomárselo en serio, y hacer crecer más con aquella pequeña muestra de afecto, su burbuja de mentiras.

Las fotos quedaron dignas de la portada de una revista y luego de dar los datos generales que debían ser agregados al reportaje, ambos esposos decidieron marcharse. Cada uno había llegado por su propia cuenta, pero para guardar las apariencias se fueron en un mismo auto.

Kagura iba contenta mirando en su celular las copias de las fotografías, conteniéndose apenas de no postearlas en sus redes sociales. Se moría de ganas de gritarle al mundo que era una mujer feliz y que estaba embarazada.

—El fin de semana cenaremos en casa de mi padre—informó Sesshomaru con monotonía.

—Perfecto, amor—respondió Kagura con un tono cariñoso que llamo la atención del hombre al instante.

—Ya no es necesario que actúes—le recordó Sesshomaru que estaban completamente solos.

Kagura lo miro intensamente al darse cuenta de que, efectivamente, ya no tenía razón para tratarlo de esa forma tan amorosa.

—Ah, lo lamento—murmuro en voz muy baja.

«¿Por qué se había dejado llevar de esa manera?», se reprochó en silencio a medida que el auto avanzaba.

—¿Podrías dejarme en la casa de Rin?—preguntó la mujer, luego de unos minutos en silencio.

Sesshomaru se puso rígido ante la solicitud de Kagura.

—No es conveniente que la visites tanto—le dijo.

—¿Por qué?

A Kagura le asustó esa restricción, necesitaba ver a su hermana más a menudo.

—Recuerda que en lo que la noticia del embarazo se haga pública, la prensa empezará a seguirte. Debemos mantenerlos alejados de Rin, nadie debe saber que está embarazada.

Aquellas palabras hicieron que la mujer suspirara resignada, por lo visto ya no podría ver a su hermana con mucha frecuencia.

—Entiendo.

Kagura regreso a la mansión Taisho, pero ya no se sentía tan animada como en la mañana cuando salió de la casa. Ahora, por el contrario, era como si su burbuja de sueños hubiese sido desinflada.

"Ya no es necesario que actúes", las palabras de Sesshomaru regresaron a su mente, haciéndole comprender que no eran un matrimonio normal y que nunca lo serían por más que quisiera mantenerse engañada.

Ella trataba de evitarlo, pero en lo que se encerró en su habitación, no pudo evitar destapar una botella de licor. Quizás, por un instante, sus penas podrían ser borradas con ese líquido amargo…

Obsesión - SesshrinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora