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"Ya está en casa como ordenó"

Rin regresó a la casa campestre en compañía de los hombres de Sesshomaru, no volvió a mirar a su hermana en esa tarde, pero supuso que se había regresado por su propia cuenta.

Por su parte, Sesshomaru no podía dejar de observar la fotografía dónde se mostraba a la joven tan cómoda en los brazos de otro. Sabía que era tonto sentirse incómodo por algo como eso, pero, la realidad era que, la sensación que le transmitía esa simple imagen no era para nada grata.

Él no sabía de qué se trataba, pero sea lo que sea, no quería sentirse de esa manera. Aun así, su pecho ardía de una forma que no podía comprender, era una sensación molesta que lo llenaba poco a poco, a medida que los malos pensamientos se incrementaban.

Sus pensamientos lo llevaban a posibilidades que no quería se volviesen realidad, la primera de todas ellas, era la posibilidad de que Rin sintiera algo por ese hombre.

¿Amor, cariño o amistad?

Sin importar el sentimiento, prefería que la joven le fuese del todo indiferente. Era un sentimiento egoísta de su parte, pero no podía evitarlo.

«Rin era suya…», pensó de pronto, sorprendiéndose con el rumbo a que su mente lo dirigía.

—Quiero verla—ordenó a través de una llamada.

Era poco más de medianoche, se suponía que Rin dormía y, efectivamente, así era. Uno de sus hombres entró a la recámara de la chica y la encontró envuelta en gruesas sábanas. El pecho de la mujer subía y bajaba al ritmo de su respiración delicada, mientras una cámara la enfocaba.

Ajena a estar siendo observada, la joven disfrutaba de un profundo y merecido descanso, mientras tanto el hombre del otro lado de la pantalla, acariciaba sin ser consciente una parte de su rostro que había sido enfocada.

Los dedos de Sesshomaru tocaban la pantalla con suavidad, como si fuese la piel de la chica lo que estuviese tocando. Su comportamiento distaba mucho de lo racional, pero para estas alturas no podía negar que había perdido por completo la cordura.

La amaba.

La realización lo hizo abrir muy grande sus ojos y sentirse extraño, ajeno, era como si una voz interna le estuviese susurrando esas palabras, cuando él aún no era completamente consciente de la magnitud del sentimiento.

¿Cuándo surgió?

¿Cómo fue posible que su corazón albergará tal emoción?

Amor, siempre lo había considerado algo tonto, algo para débiles, sin embargo, ahora era él, quien se encontraba envuelto en esa red que pretendía acabar con su existencia a pasos agigantados.

¿A dónde lo llevaría?

Sabía, muy bien, que Rin estaba completamente prohibida. Ella no aceptaría estar con él, ella lo odiaba, y si había logrado meterse entre sus sábanas, había sido, por mera suerte, un momento de debilidad de la mujer. Un momento que no le había vuelto a permitir, aunque se moría por sentirla nuevamente.

—Está bien, ya es suficiente—decidió, dando por finalizada la videollamada.

La imagen de Rin desapareció de la pantalla, pero no con ello mermó la sensación de inquietud que acababa de instalarse en su pecho.

Sesshomaru bebió un poco más de la botella que había destapado para calmar sus ansias y se debatió entre cuál sería la mejor decisión: ignorar sus recién descubiertos sentimientos o enfrentarlos y pedirle a la mujer que fuese completamente suya…

[...]

Una semana más tarde, Rin se preguntaba qué había ocurrido con su hermana. Era extraño que Kagura no se hubiese presentado a estas alturas para explicarle qué había sucedido aquel día en la empresa.

De hecho, la joven tenía mucha curiosidad al respecto, la escena había sido bastante problemática, tanto, que odiaba la idea de que su hermana se viese envuelta en una situación como esa. Sin duda, ese hombre no la merecía. 

¿Pero cómo decirle eso a Kagura?

Ni siquiera esos cinco años de fallido matrimonio habían sido suficientes para hacer que la mujer se desencantará de su esposo, por el contrario, parecía cada día más embobada que antes.

«¿Cómo lo lograba Sesshomaru?», se preguntó Rin, concluyendo que no era más que un tipo superficial, un engreído con mucho dinero.

Y aunque sí, no podía negar que era guapo y sus enigmáticos ojos la hacían perderse de alguna manera, cada vez que los miraba muy fijamente; pero más allá del atractivo físico, no tenía nada más que ofrecer, nada de lo que una mujer se pudiese enamorar.

Mientras Rin pensaba en ello, no se había fijado que estaba siendo observada, la puerta, que de alguna forma había sido entreabierta, permitía que una mirada dorada se colara. De repente, la mujer sintió unos pasos ligeros que se adentraban en la habitación y que le hicieron dar un salto. La imagen de Sesshomaru fue lo que recibió y, inmediatamente, se puso una mano en el pecho para tratar de controlar su agitación.

—¿Qué le pasa? ¿Acaso no sabe tocar la puerta?—reclamó, visiblemente molesta por el susto que le había provocado.

Rin se preparaba para arremeter con más reclamos ante la falta de respuesta por parte del hombre, sin embargo, algo en su semblante la hizo guardar silencio. De pronto, la mujer recordó el número de Kirinmaru, el cual guardaba en el primer cajón de su gavetero, y temió que Sesshomaru supiese de la existencia de aquel contacto.

«¿Qué le pasaba? ¿Acaso sospechaba de algo?», se preocupó al ver cómo su mirada tan intensa se clavaba sobre ella a medida que más se acercaba.

Sesshomaru daba un paso y Rin retrocedía dos, se sentía como un ratón enjaulado con un gato muy hambriento y la comparación le hizo sentirse amenazada.

—¿Q-qué pasa?—tartamudeó esta vez al ver que su espalda chocaba contra la mesita de noche y la proximidad de Sesshomaru era cada vez más inminente.

Nuevamente, el silencio reino, pero no fue únicamente eso, porque en esta oportunidad vino acompañado de un gesto. La mano de Sesshomaru acarició la mejilla de la chica, quien no dejaba de verlo con perplejidad, sin embargo, él no parecía ser consciente de lo que hacía. Los segundos se prolongaron de esa forma y Rin no pudo hacer más que contener la respiración a medida que veía como se inclinaba y llevaba sus labios hasta su frente.

Sesshomaru la beso en esa zona, de una manera lenta y excesivamente cariñosa, le parecía irreal lo que sucedía, sin embargo, era tan real que su corazón no dejaba de latir como una locomotora.

«Y ahora, ¿de qué se trataba todo esto?», se preguntó la joven, dejándose envolver por el momento y cerrando los ojos…

Obsesión - SesshrinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora