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A medida que pasaban los días, Sesshomaru no dejaba de preguntarse qué era eso que sentía cuando estaba con Rin. Su cuñada era como una fierecilla y la mayoría del tiempo se la pasaban discutiendo, pero había momentos en los que una extraña neblina parecía envolverlos a ambos.

En esos momentos sus miradas se encontraban y no únicamente para retarse, sino que era como si pudiesen conectarse de una manera mucho más profunda. El hombre sabía que esos sentimientos no estaban bien y quería alejarse, después de todo, Rin no era más que una pieza en su juego ajedrez.

¿Pero por qué no podía?

Se sentía como una polilla que era atraída hacia una brillante luz, una luz que lo había cautivado en un momento que no podía definir.

¿Cuándo sucedió?

¿Cuándo comenzó a dejarse llevar por esos sentimientos?

Rin le gustaba, eso lo tenía bastante claro, era una chica joven y preciosa, pero más allá de gustarle, la mujer despertaba algo en su interior. Y sea lo que sea que despertaba, él se negaba a colocarle un nombre.

Simplemente no quería nombrarlo de ninguna forma…

—Rin—pronunció el nombre de la mujer, cuando la vio merodeando por los jardines de la casa.

No podía negar que había elegido una casa campestre a sabiendas de que a la joven le gustaba la naturaleza. Ella se veía contenta, casi etérea en medio de las flores.

Rin no escuchó su nombre siendo pronunciado por su cuñado, quien la observaba a cierta distancia. No tenía manera de escucharlo de todas formas, Sesshomaru estaba bastante alejado de donde se encontraba.

Habían transcurrido tres días desde esa noche en la que le dio de comer y en la que se quedó a dormir en su cama. Rin no había querido pensar mucho en eso, porque sabía que no estaba bien y tenía la esperanza de que no volviese a suceder. Sin embargo, su cuñado no pensaba de la misma forma, y aunque una lucha interna se libraba en su interior, quería repetir aquella noche tan maravillosa.

Tener a Rin de una manera tan apacible y cómoda entre sus brazos, era algo que le gustaría vivir diariamente. Pero sabía que su rebelde cuñada no se lo permitiría, por lo que se conformaba con verla a la distancia, al menos por ese día.

Sesshomaru no supo en qué momento reveló su ubicación, pero la joven mujer había volteado en su dirección. Los ojos color miel de Rin se abrieron en muestra de asombro al verlo, mientras daba un paso para retroceder. Aquella reacción tan natural de su cuerpo le hizo comprender que ella seguía viéndolo como una amenaza. Y eso no le gusto para nada.

—Rin—repitió, pero esta vez de una forma mucho más audible.

La mujer tragó saliva y se dispuso a enfrentarlo. ¿A qué había venido?

—¿Qué ocurre?

—Es tarde ya, hace frío—le dijo al notar el temblor insistente que invadía su cuerpo desde hacía varios minutos.

Rin trató de resguardarse en su abrigo, sin entender muy bien por qué le importaba si sentía frío o no. 

—Ven adentro—dicho eso, dio media vuelta y se perdió en el interior de la casa.

Por un instante, Rin se debatió entre hacerle caso o no, pero la realidad era que sí sentía mucho frío. La mujer no quiso ser renuente y llevó sus pasos de regreso a la casa. En lo que entró, miró a Maura, quien se apresuraba a servir la cena en el comedor.

—El señor ha ordenado servir la cena, venga por favor—le indicó en cuanto la vio.

«¿La cena?», se preguntó la joven. ¿Desde cuándo Sesshomaru Taisho acostumbraba a cenar con compañía? En su estancia en la mansión Taisho, no lo vio comer con Kagura ni un solo día. ¿Entonces…?

«Seguramente, solo quiere asegurarse de que estés alimentándote», le respondió su subconsciente.

Rin concluyó que aquello tenía sentido, era simplemente eso, asegurarse de que sus hijos nacieran fuertes y saludables.

Sesshomaru se encontraba sentado en la cabecera de la mesa para el momento en que la joven entró al comedor. Rin hizo un breve asentimiento en su dirección y ocupó un puesto en el otro extremo.

La comida fue servida y cada uno se abocó a terminar el platillo que tenía al frente. El ambiente era pesado y denso, acompañado por un silencio que solamente era interrumpido con el ruido de los cubiertos.

—Termínalo todo—indicó Sesshomaru al detallar que Rin había dejado gran parte de su comida intacta.

La mujer lo miró con rebeldía, puesto que no le gustaba que le ordenara nada.

—No tengo más apetito—dio por concluida la discusión y se puso de pie con la intención de dirigirse a su habitación.

A Sesshomaru no le gusto su comportamiento, por lo que imitó su actuar tratando de intimidarla con su gran estatura.

—Rin—su nombre surgió de sus labios como una advertencia.

—¿Qué?—la mujer alzó la barbilla, preparada para arremeter contra él.

El hombre suspiró con cansancio y negó lentamente.

—¿Algún día dejarás de retarme?

—¿Y usted algún día dejará de ser tan prepotente?

Ninguno de los dos respondió a aquellas interrogantes, por el contrario, quedaron suspendidas en el aire. Lo cierto es que era difícil mantener la fiesta en paz entre los dos, sin embargo, Sesshomaru no quería discutir en esa noche.

—Quizás—murmuró el hombre en voz muy baja, mientras se acercaba a la joven—. Quizás algún día pueda dejar de serlo—concedió entonces.

Al terminar de decir aquellas palabras, su mano se alzó con la intención de tocar la mejilla de la muchacha. Rin no se movió y le permitió acariciarla, dejándose envolver por su sinceridad y esa casi imperceptible intención de cambiar.

«¿Podría este hombre realmente ser diferente?», se preguntó, dejándose envolver por su mirada dorada.

Sesshomaru se inclinó hacia su rostro, mientras mantenía los ojos cerrados, Rin los cerró también por pura inercia y de esa forma, permanecieron sus labios casi rozándose, pero sin llegar a tocarse. La respiración de ambos se mezcló y fue un momento tan extraño, como reconfortante.

De repente, las piernas de Rin se sintieron débiles y era como si cayera en medio de una neblina del más puro deseo, quería perderse en lo que sea que estaba sucediendo y no era la única con ese mismo pensamiento.

El hombre acarició su pómulo una y otra vez, hasta que no lo pudo resistir y terminó besándola. Rin le respondió y de esa manera, el beso pasó a ser algo más arrebatador.

Maura se quedó petrificada, viendo como su jefe cargaba entre sus brazos a una Rin que parecía estar en otro planeta. La visión hizo que en la mente de la mujer se despertarán varias interrogantes.

¿Acaso no era ese el esposo de su hermana? ¿Eran acaso los dos amantes?

Obsesión - SesshrinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora