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Era medianoche cuando Rin despertó luego de haber sufrido los efectos de aquel calmante. La mujer miró a su alrededor buscando ubicarse sin recordar muy bien lo que había sucedido, sentía un fuerte dolor de cabeza que atravesaba sus sienes.

De esa manera, pasaron los segundos uno a uno, hasta que pudo identificar una silueta. En la habitación donde permanecía, un hombre se mostraba cercano a la ventana, la cual daba al estacionamiento de aquel centro hospitalario.

Ese hombre era Sesshomaru.

Rin sintió que los latidos de su corazón aumentaban a la vez que los recuerdos la embargaban de forma precipitada. Recordó a Kirinmaru y todo lo que había sucedido, recordó que se había desmayado y que luego la doctora Becker le había dicho que no había podido dar con el paradero de aquel hombre, el cual ahora se mostraba en la habitación como si nada hubiese pasado.

Sesshomaru, como si hubiese sentido el peso de aquella mirada sobre su espalda, se giró para darle frente a la mujer que esperaba respuestas. Rin solamente quería saber una cosa: que Kirinmaru se encontraba bien.

—Lo liberé—anunció el hombre como si fuese capaz de leerle la mente.

En ese momento, una sensación reconfortante se instaló en el pecho de la joven, pero a la vez, la incertidumbre llegó y le hizo dudar de su palabra al segundo siguiente.

—¿Y cómo sé que no está mintiendo?—preguntó. Su voz se sentía raposa debido a todo lo que había estado llorando y gritando en las últimas horas.

A Sesshomaru no le gusto la duda que reflejaba, le molestaba en sobremanera que desconfiara.

—No tengo por qué mentirte.

—¡Claro que tiene! Intenta como siempre mantenerme controlada—le replicó ella sin dudarlo.

Los labios del hombre se curvaron en una línea, todo indicaba que volverían a discutir.

—No soy el monstruo que tú crees—la voz de Sesshomaru se mostró cansada.

—¡Lo es!

Rin ya no tenía nada que aparentar, las cosas habían llegado nuevamente al punto de inicio. Eran enemigos y aunque había simulado lo contrario por unos meses, lo volvían a ser.

—Descansa.

Sesshomaru se dirigió a la puerta, al ver que la única intención de Rin era alterarse con esa absurda discusión. No podía permitir que la joven se descompensara nuevamente, no cuando su estado actual de por sí ya era bastante delicado.

—¡No, espere!—lo detuvo la voz de la mujer—. ¡Necesito que me demuestre, que no miente!—exigió.

A pesar de todo, Rin quería aferrarse a las palabras que le estaba diciendo, necesitaba confiar que su amigo estaba fuera de peligro, porque, de lo contrario, no tendría paz nuevamente.

Y así, una vez más la desconfianza se hizo evidente. Sesshomaru trató de armarse de paciencia, aun cuando los celos y la rabia que sentía empezaban a ser reemplazados por un profundo dolor que se instalaba en su pecho. Después de todo la mujer parecía no mantener ningún sentimiento por él, sin embargo, por aquel muchacho se desvivía.

De esa manera, Sesshomaru sacó su teléfono celular e hizo una llamada. Al segundo siguiente, uno de ellos le atendió el teléfono y no tardó en indicarle que le enviará evidencia de que habían liberado a Kirinmaru. De mala gana, Sesshomaru recibió unas fotografías que lo comprobaban y se la enseñó a la mujer, a la cual el rostro se le iluminó cuando vio a su amigo sano y salvo.

—No se atreva a volver hacerle daño—amenazó la chica al notar su estado todo golpeado.

Sesshomaru también había sido herido en aquellas horas de lucha, tenía algunos moretones que le rodeaban el cuerpo, sin embargo, aquello no importó a la mujer. En ese momento lo supo, supo con plenitud que su amor no era correspondido y que, efectivamente, nunca lo sería.

Obsesión - SesshrinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora