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—¡Son preciosos!

Kagura extendió los brazos queriendo cargarlos, mientras Rin apretaba protectoramente a los pequeños contra su pecho.

Se trataba de su hermana, la persona que quería sostener a los gemelos, sin embargo, un sentimiento de resguardo le instaba a no dárselos.

Fueron varios segundos los que permanecieron así. Kagura ladeó la cabeza sin entender la razón por la cual no se los daba, mientras Rin pensaba en una excusa para darle a su hermana y que desistiera de la idea de quitarle a sus pequeños.

«Es tarde», susurró una vocecita en su alterada mente. Y vaya que lo era, ya no había marcha atrás, con todo el dolor de su alma debía entregar a sus hijos en manos de Kagura y Sesshomaru.

Rin asintió e invitó a su hermana a acercarse. Con mucho cuidado Kagura cargo al primero de los bebés, se trataba de Raito, mientras halaga lo bello que había resultado.

—Oh, es idéntico a Sesshomaru—susurró la mujer, mirando al niño con devoción.

La joven nuevamente asintió dándole la razón. Así era, de hecho, los dos pequeños se parecían mucho a su progenitor.

Kagura se despidió de su hermana y regresó a su propia habitación, dónde se suponía estaba recuperándose luego de haber tenido una larga jornada de parto.

En cuanto ingresó al cuarto de hospital, Kagura se dispuso a revisar en su teléfono celular las últimas noticias. Una sonrisa se ensanchó en sus finos labios al comprobar que los titulares estaban plagados de fotos de ella y de Sesshomaru. Toda Alemania hablaba de ellos y de los dos hermosos niños que habían traído al mundo el día anterior.

Eso era justamente lo que Kagura quería encontrar, de todas formas, había sido ella personalmente la encargada de que la primicia se filtrara en todos los medios de comunicación.

Horas más tarde, Sesshomaru había entrado en la habitación de la mujer para anunciarle que debía estar preparada para las visitas que recibiría. Kagura se mostró colaboradora y dijo con una gran sonrisa que se encargaría de todo.

Así fue como Toga se presentó en aquel hospital acompañado de Mónica, su esposa. La intención del hombre era bastante evidente, quería conocer a sus dos nietos.

—Oh, querida Kagura, felicitaciones—dijo Toga, cruzando con pasos agigantados la habitación.

Kagura recibió el abrazo de su suegro y sonrió con dulzura antes de pronunciar:

—Muchas gracias, señor Toga.

Al lado de la cama de la mujer, se mostraban dos cunas de hospital, en ambas se encontraban durmiendo los próximos herederos del imperio Taisho.

Sesshomaru se mantenía en el cuarto, vigilante de todo lo que sucedía. En realidad, no podía sacar de su mente la expresión de Rin cuando había ido a buscar a los gemelos para cambiarlos de habitación, había sido enfático en decirle que era solo por un momento, pero la mujer se había soltado a llorar como si en definitiva nunca más volvería a verlos.

—¡No te los lleves, por favor!—había gritado con lágrimas gruesas bajando por sus mejillas.

—Rin, solo será por un momento—por alguna razón, aquella expresión en su rostro le había dolido demasiado.

En definitiva, toda esta situación era un gran problema y no sabía qué hacer para solucionarla. Todo el mundo ya estaba al tanto del nacimiento de los pequeños, por lo que su vida y el curso de las empresas estaban en el ojo público.

—¿Entonces la dejaste elegirlos?

La repentina pregunta llegó a oídos del hombre, quien no entendió de qué estaban hablando.

—Los nombres. Dejaste que Kagura los eligiera después de todo.

En ese momento, Sesshomaru y Kagura compartieron un par de miradas que lo decían todo.

—Así es—contestó Sesshomaru para aplacar las tontas preguntas de su padre.

La conversación continuó de esa forma, aunque estaba presente en la habitación, se sentía ausente. Su mente estaba con la mujer que permanecía a tan solo un par de cuartos de distancia. De hecho, quería ir hasta ella y comprobar si seguía llorando, y, en ese caso, decirle que no lo hiciera, que nadie le quitaría a sus hijos porque eran de ambos.

Cuando la visita concluyó, Sesshomaru se apresuró en buscar a una enfermera. De esa forma, ordenó que los bebés fueran regresados con su madre.

—¿Qué? ¿Por qué se los llevan?

La voz alterada de Kagura se escuchó en la habitación, cuando la enfermera se disponía a cumplir con su labor.

—El señor Sesshomaru ha dado la orden—contestó ella.

—¿Qué? ¿Sesshomaru?

Kagura no le encontraba sentido a lo que sucedía. ¿Por qué ordenaría alejar a los niños de ella?

En ese instante, el hombre se hizo presente nuevamente en la habitación y Kagura no tardó en encararlo.

—¿Qué sucede, Sesshomaru? ¿Por qué ordenas a esta chica que se lleve a mis hijos?

—Kagura, recuerda que Rin está esperándolos en otra habitación—trato de hacerla entrar en razón.

—¿Rin? ¿Y por qué no ha entrado?—replicó la mujer sin entender, por qué su hermana no la había visitado.

Sesshomaru se dio cuenta de que Kagura estaba desvariando. La mujer parecía haber entrado en otra realidad, una muy diferente a la verdadera.

—Kagura…

El hombre prefiero no decir nada más. Su esposa estaba al borde de la locura, eso era lo único cierto.

—¡Basta! ¡Déjalos dónde están!—siguió gritando la mujer, cuando vio que la enfermera no se detenía.

—Llévenselos. Yo me encargaré de ella.

—¡No, suéltame!

Kagura acababa de bajarse de la cama y por sus movimientos plenamente fluidos, estaba bastante lejos de ser una mujer que recién había dado a luz a dos niños.

—No estás bien. Tienes que recuperarte.

—¿Cómo quieres que me recupere si ordenas llevarte a mis hijos?

—No estoy ordenando que se los lleven, solamente van a revisarlos. Es algo rutinario—decidió mentir.

—¿Una revisión?

—Así es.

Kagura asintió y volvió a recostarse en la cama. Su expresión de molestia pasó rápidamente a un segundo plano, para ser reemplazada por una de felicidad absoluta.

—Son hermosos, ¿cierto?—sonrió soñadoramente—. Se parecen mucho a ti.

Sesshomaru no dijo nada y la dejó divagar de esa forma, mientras pensaba en lo problemático que se había vuelto todo. Kagura había perdido la cordura y eso la hacía muy peligrosa…

Obsesión - SesshrinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora