Epílogo

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—¡Mamá, mamá!

—¿Qué sucede, mi pequeño?

—¿Es cierto que mañana es nuestro cumpleaños?—preguntó el pequeño Raito con curiosidad.

—Oh, sí, mi cielo. Mañana cumplen cuatro añitos—contestó Rin acariciando las mejillas de sus hijos.

—Mamá, pero…

—¿Qué pasa?

Los dos niños guardaron silencio y se miraron entre ellos con complicidad.

—Quisiéramos pedirte un regalo especial—comentó el pequeño Kibou, procediendo a mirar a su hermano.

—¿Un regalo especial?—se interesó Rin.

La mujer ya tenía todo planificado para ese día. Como todos los años haría una pequeña celebración en honor a sus hijos, invitaría a algunos de sus amigos y luego picarían el pastel que ya había encargado.

—En la escuela dicen que no tenemos papá—confesó Raito aquello que les aquejaba y que tenían tiempo guardando.

Rin abrió muy grande sus ojos al escucharlo, la opresión en su pecho no se hizo esperar.

—Los niños se burlan de nosotros—continuó diciendo Kibou, parte de lo que vivían día a día.

—Mamá, queremos que nos des ese regalo. ¡Queremos un papá!—pidieron al unísono.

Rin sabía que esa conversación llegaría algún día, pero jamás se imaginó que sería tan pronto.

Sus dos pequeños hijos no dejaban de mirarla expectantes y ella no hallaba qué decir. Desde luego que tenían un padre solo que…

—Mis niños, claro que tienen un papá—comenzó rebuscando en su cerebro algo inteligente para decir—. Solamente papá no puede estar con ustedes en este momento.

—¿Por qué?

—Bueno… él está en otro lugar, pero siempre se acuerda de ustedes—finalizó esperando que aquello fuese cierto.

Se sentía como una persona terrible al separar a los niños de su padre, pero a la vez, sabía que había sido la mejor decisión. Ellos no podían estar juntos, no podían…

—Mamá, pero nosotros queremos conocerlo. ¿No puedes llevarnos?

Los niños juntaron sus manitos esperando una respuesta afirmativa y Rin se vio asintiendo, aunque en el fondo sabía que no podría cumplirlo. No solamente estaban en otro país, sino que, además, no podía darse el lujo de perder todo lo que había logrado hasta el momento.

—¡Gracias, mamá!—chillaron los niños, convencidos de que al día siguiente su madre los llevaría a conocer a su papá.

Esa noche, Rin no pudo conciliar el sueño, mientras pensaba en la promesa que acababa de hacer.

«No hay manera de que la cumpla», se decía lamentándose de su decisión.

El corazón de sus hijos estaría roto al día siguiente, al igual que sus ilusiones de tener un padre.

«No puedo hacerlo. No puedo», siguió diciéndose, mientras se removía en la cama.

El sol aún no había salido cuando Rin se levantó de la cama y tomó una decisión. Empacó sus cosas y las de sus hijos y decidió tomar unas vacaciones inesperadas.

—Lo lamento, el cumpleaños se cancelará—aviso a una de las madres de los niños invitados a la celebración.

[...]

Obsesión - SesshrinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora