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—¿Ya terminó la revisión?—preguntó Kagura a la enfermera al día siguiente.

—No, señora. Creo que demorará un poco más—contestó la trabajadora de salud, de forma nerviosa.

—¿Pero cuánto? Ya han pasado muchas horas, ¿no le parece?

—Disculpe, pero simplemente soy una enfermera, no está en mis manos decidir el tiempo de las revisiones.

El señor Sesshomaru le había dicho que contestará aquello en caso de que su esposa preguntara, por lo que tenía la respuesta previamente preparada, pero había algo con respecto a esta señora que la hacía sentir ansiosa.

—¡En ese caso, exijo hablar con el director del hospital!

Kagura podía intuir que algo no estaba del todo bien, sus hijos no deberían estar alejados de ella, se suponía que tenía que darles pecho.

—Le pediré a una de mis compañeras que lo busque—la enfermera decidió seguirle el juego.

No sabía qué estaba sucediendo, pero era evidente que dos mujeres compartían los mismos hijos. Porque entonces, ¿cómo se explicaba que en otra habitación había una joven que decía ser la madre de los dos pequeños?

Ella no había estado presente cuando nacieron los bebés, pero era obvio que algo turbio se fraguaba en las paredes de aquella clínica.

En otro lado de aquel hospital, Sesshomaru se encontraba en la oficina del director del mismo. El hombre de bata blanca se mostraba entusiasta ante la visita recibida. Ser el director del sitio elegido por un hombre tan reconocido para traer al mundo a sus hijos estaba resultando muy beneficioso, y más cuando había bastantes secretos que envolvían a la familia.

«Extraña familia», pensó el médico, dándose cuenta de que aquel millonario estaba involucrado sentimentalmente con dos hermanas. Y que no era precisamente su esposa la que había traído al mundo a sus hijos, sino que la verdadera madre era su cuñada. ¡Tremendo escándalo!

—Diga el monto—interrumpió Sesshomaru los pensamientos del codicioso hombre. 

—Oh, disculpe, respetado señor, ¿pero de qué monto estamos hablando?

—No se haga el tonto, doctor. Usted y yo sabemos muy bien cuál es el tema de conversación. 

El hombre mayor carraspeó incómodo.

—Oh, créame que no lo sé—fingió demencia.

Sesshomaru bufó, molesto, y se dispuso a sacar un bolígrafo de su chaqueta. De esa forma, escribió una cifra en un papel y la extendió en el escritorio del otro.

—¿Le parece bien?—preguntó respecto al dinero que ofrecía por su silencio y el del todo el hospital.

Los ojos del director de la clínica brillaron con codicia antes de pronunciar:

—Es una suma justa, señor, pero me temo que hay muchas personas involucradas en este asunto. Es difícil garantizar que no se filtre ninguna información.

—Ya veo.

Sesshomaru duplicó la suma y miró al hombre nuevamente expectante de su reacción. Aquello era más dinero de lo que el director había esperado, por lo que se mostró plenamente complacido con la suma.

—Creo que así está bien—concedió.

De esa forma, aquel asunto quedó resuelto o, al menos, eso fue lo que pensó Sesshomaru sin imaginar que sería precisamente la enfermera que dejó a cargo de su desquiciada esposa la que se encargaría de desentrañar todo.

—¿Entonces usted es la madre de los niños?—preguntó la mujer a Rin.

—¡Así es!—contestó la joven a la defensiva.

La noche anterior no había logrado dormir, temiendo que Sesshomaru se apareciera de nuevo para llevarse a los niños. Razón por la cual se mostraba renuente ante cualquier persona que entrara a la habitación a preguntar por ellos.

—Entiendo.

La enfermera se dispuso a suministrar los medicamentos que le tocaban a esa hora de la mañana, mientras hacía algo de conversación:

—¿Su nombre es…?

Por alguna razón, no había registro de la mujer, lo que le pareció sumamente sospechoso. Era imposible que una persona fuese atendida en la clínica sin dar siquiera su nombre.

—Rin. Rin Meier.

—Muy bien.

La mujer no hizo ninguna otra pregunta, mientras en su mente ataba los cabos necesarios. Ese apellido era el mismo que el de la esposa de Taisho, por lo que todo indicaba que eran familia.

—Afuera hay una persona que desea verla, señora—comentó la enfermera cuando regresó a la habitación de Kagura una hora después.

—¿Quién es?

—Rin Meier, ¿la conoce?

—Por supuesto, es mi hermana. Hágala pasar, por favor.

«Hermana», pensó la mujer, dándose cuenta finalmente de lo que sucedía. Ese hombre se había involucrado con ambas mujeres.

Aquella era una oportunidad que no se repetiría en su vida, por lo cual la enfermera tomó una decisión. Ese día, cuando su turno culminó, la mujer se dirigió a una de las sedes de uno de los periódicos más famosos de toda Alemania.

—¿Dice usted que tiene una exclusiva sobre Sesshomaru Taisho?—preguntó uno de los agentes que la había atendido en aquel periódico.

—Así es. Y seguramente le resultará muy beneficioso tenerla, ya que en estos últimos días solo se ha hablado de él en los medios. Créame, esta noticia, vale cada centavo que estoy pidiendo—negoció.

—Pues más le vale que así sea.

Así fue, como aquella mujer dio con lujos de detalle toda la información que conocía. El reportero, sorprendido ante lo que escuchaba, tomó nota de todo, eso era algo que jamás se esperó oír, y, sin duda, valía cada centavo.

[...]

Al día siguiente, Rin estaba a punto de ser dada de alta, cuando Sesshomaru entró a la habitación.

—¿Está todo listo?—preguntó el hombre a la doctora que estaba terminando de hacer las revisiones pertinentes.

—Así es.

—Muy bien. Nos vamos, Rin.

—¿Irnos?

Ella sabía que se iría, lo que no entendía era la razón de la actitud urgente. En ese momento, y para poner más ansiosa a la mujer, aquel dúo de guardaespaldas entró a la habitación, acompañados de dos mujeres.

—¿Qué hacen?—cuestionó la joven con preocupación al ver que cada una tomaba un bebé en brazos.

—Tranquila, Rin. Ellas solamente se encargarán de trasladarlos. Vamos—la instó Sesshomaru, posando una mano en su espalda baja.

Rin se dejó guiar, mientras abandonaban juntos el hospital. La mujer no sabía qué sucedía, pero estaba claro que aquella situación no era para nada normal…

Obsesión - SesshrinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora