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Kagura se debatía entre la felicidad y la infelicidad. De día parecía una mujer distinta, sonreía a cada instante y visitaba tiendas para bebés, sin embargo, en las noches, el alcohol se había vuelto su único amigo y los empleados se habían acostumbrado a encontrarla inconsciente en el frío piso de su habitación.

Sesshomaru había sido informado sobre esta situación, por lo que se había presentado en la mansión con la única intención de comprobar con sus propios ojos que Kagura había caído en el vicio del alcoholismo.

—Suelta eso—ordenó cuando entró en la recámara y atrapó a su esposa a punto de comenzar con su jornada de embriaguez. 

La mujer se quedó paralizada ante su potente voz y luego negó con altanería, sin deshacerse del vaso de whisky que sostenía en su mano derecha. 

—No tienes ningún derecho a darme órdenes—la voz de Kagura se alzó como en muy pocas ocasiones ocurría. 

—Sabes muy bien que eso no es cierto—la contradijo el hombre con superioridad. Era normal para él, sentirse con ese poder.

Cuando el alcohol era parte de su sistema, eran los únicos momentos dónde Kagura se permitía ser verdaderamente valiente.

—Eso es lo que has querido creer siempre y debo reconocer que es mi culpa, porque yo lo he permitido—reconoció la mujer, la razón de que aquel hombre se creyera con tantos derechos sobre su persona. La realidad era que el amor que sentía por él, la había llevado a cometer muchos errores de los cuales se arrepentía—. Pero créeme, Sesshomaru, el día en que me harté de ti, me iré y no me importará ninguna de tus amenazas anteriores.

—Eso has dicho siempre, sin embargo, aquí sigues—se burló el hombre de su falta de decisión y coraje. 

—Sí, sigo aquí—repitió Kagura, esperando que eso enviara alguna señal a su esposo. 

Sin tan solo fuese capaz de darse cuenta del motivo por el cual se había mantenido a su lado durante tantos años, sin tan solo fuese capaz de quererla de la misma forma en que ella lo hacía. Pero no, Sesshomaru era un tipo insensible y estaba convencida de que no tenía sentimientos, mucho menos un corazón latiendo entre las costillas.

Lo que no sabía Kagura, era que Sesshomaru no era tan ignorante de esta situación como creía, se había dado cuenta hace muchos años del amor enfermizo que la mujer le profesaba y había sabido utilizarlo a su favor para mantenerla a su lado. De hecho, él pudo hacer mucho más que eso, porque Kagura siempre le dio la libertad de manipularla abiertamente.

—Espero que no lo hayas olvidado—dijo el hombre dando un brusco cambio de tema.

La mujer ladeó la cabeza, puesto que realmente no sabía de qué estaba hablando ahora.

—Hoy es la cena—le aclaró tajantemente.

En ese momento, Kagura pudo detallar su vestimenta y lo formal que lucía esa noche, también se dio cuenta de que aquel traje le hacía ver verdaderamente guapo, y se reprendió a sí misma por notarlo.

«Debes dejar de quererlo, tonta», se dijo, sintiendo las mejillas calientes.

—Está bien, dame quince minutos para estar lista.

Kagura se dirigió al baño de la habitación y bajo la regadera se quitó el mal oliente aroma del alcohol. Quince minutos más tarde, se encontraba completamente lista.

El pelo de la mujer se hallaba suelto con ondas que le brindaban elegancia y sofisticación. Todo de ella parecía gritar: "mírenme, soy la esposa de un hombre importante", ya que así era como le habían enseñado que debía mostrarse.

Obsesión - SesshrinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora