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Avaricia

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Avaricia

Declan frunció su ceño mientras me escaneaba con la mirada de pies a cabeza y luego, como si nada, se dio la vuelta para dejar el bol con las patatas en el centro de la mesa. Si se había dado cuenta de que era yo el ladrón al cual había estado persiguiendo hacía menos de una hora, no lo demostró. Aspiré una bocanada de aire por lo que parecía la primera vez desde que había puesto un pie en la cocina y caminé hacia la mesa para tomar asiento.

⎯¡Eiran! -el grito de mi madre me sobresaltó y, sin decir palabra, fulminó con la mirada mis manos llenas de tierra y pintura e hizo un gesto brusco con la cabeza hacia el fregadero.

Suspiré, sin atreverme a llevarle la contraria y lavé mis manos concienzudamente mientras escuchaba las risas de todos a mi espalda. Tenía que reconocer que, aunque me sentía como un niño regañado, la situación había tenido su gracia. Por ello, suavicé mi expresión mientras me sentaba junto a Kenji y frente a la hija de Declan.

Althea.

La preciosa Althea.

Siempre había sido la niña consentida del capitán, con sus grandes ojos turquesa y el ondulado cabello del característico tono rojizo que su padre y hermano compartían. Cualquiera que la mirase, juraría que estaba mirando a una aristócrata. Quizás una princesa, o incluso una joven reina. Pero no era más que la hija predilecta del capitán de la gendarmería. Una alta posición sin duda, pero no lo suficiente para codearse con la burguesía.

Kenji me dio un codazo que me sacó de mi ensimismamiento y lo miré inquisitivamente. El castaño hizo un ligero movimiento de cabeza hacia Althea y alzó sus cejas varias veces en una expresión divertida.

Ahora fui yo quien le dio un codazo a él.

⎯Bueno, Eiran. ⎯rompió el silencio Declan, causando que me tensara en mi asiento⎯. Tu madre me ha contado que estás buscando empleo, pero no has tenido demasiada suerte.

Me limité a asentir, sirviéndome mi ración de comida mientras esperaba que continuara hablando, aunque tenía una ligera idea de hacia dónde conducía esta conversación.

⎯¿Has considerado ya mi oferta?

Ahí estaba.

Un tema que se había tocado demasiadas veces para mi gusto en aquella mesa, un tema del que estaba harto de oír hablar. Sentí el fuego de la frustración instalarse en mi pecho y dirigí mi mirada al hombre, sosteniéndola con seguridad.

⎯Mi respuesta va a seguir siendo la misma sin importar cuántas veces lo sugieras.⎯mi voz era dura y pude notar cómo Kenji y mi madre daban un respingo a mi lado⎯. No trabajaré para la gendarmería, es mi última palabra.

El Resurgir del PecadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora