Gula
Regresé al pueblo con el corazón latiendo con fuerza. La imagen de la mujer seguía grabada en mi mente. Sabía que no podía ignorar su llamado. El destino de Dewhar estaba en mis manos, y tenía que actuar antes de que fuera demasiado tarde.
Esa noche, me preparé en silencio. Mientras el viento aullaba afuera y la nieve se amontonaba contra las paredes de nuestra cabaña, reuní los suministros necesarios para el viaje. Mi padre, ocupado en la cocina, apenas notó mi actividad inusual. Afilé mis armas, empaqué comida y ropa abrigada, y guardé el mapa que mi padre me había dado hacía años, el cual marcaba el camino a Sagehaven.
Finalmente, mi padre salió de la cocina, secándose las manos en el delantal, y se detuvo en seco al ver mi mochila llena. Su rostro se contrajo en una expresión de preocupación.
—Seren, ¿qué estás haciendo? —preguntó con voz tensa.
Respiré hondo y le conté todo. Le hablé de la visión en el río, del peligro que acechaba a Dewhar y de mi misión de recuperar el Cáliz de la Voracidad. Su rostro se oscureció con cada palabra, y al terminar, parecía haber envejecido diez años.
—Sabía que este día llegaría —dijo finalmente, con un suspiro pesado—. Siempre supe que tu destino estaba ligado a algo más grande. Pero eso no hace que sea más fácil dejarte ir.
Me abrazó con fuerza, y por un momento, sentí que podía quedarme allí para siempre, en la seguridad de su abrazo, lejos de los peligros que me aguardaban. Pero sabía que debía irme.
—Prometo regresar —le dije, con la voz quebrada.
—Lo sé, hija. Sé que lo harás.
Al amanecer, me deslicé fuera de la cabaña, con el corazón pesado pero resuelto. La nieve crujía bajo mis pies mientras avanzaba por el sendero que conducía fuera del pueblo. No me volví para mirar atrás, sabiendo que si lo hacía, mis fuerzas podrían flaquear.
Los primeros días fueron duros. El frío se colaba hasta los huesos, y el paisaje blanco y desolado parecía interminable. Cada paso era un esfuerzo, y el hambre, siempre presente, se hacía más intensa con cada día que pasaba. Sin embargo, la determinación de cumplir mi misión me empujaba a seguir adelante.
Una tarde, mientras cruzaba un valle nevado, me encontré con un grupo de lobos hambrientos. Sus ojos brillaban con una mezcla de hambre y amenaza. Me rodearon rápidamente, y no tuve más opción que luchar. Usé mi habilidad para consumir la fuerza de uno de los lobos, sintiendo cómo su energía fluía dentro de mí, dándome la fuerza necesaria para ahuyentar a los otros.
El precio de usar mi poder era alto. El hambre se intensificó, y sentí una voracidad aún mayor que antes. Pero no tenía tiempo para lamentarme. Debía seguir adelante.
Esa noche, encontré un lugar protegido para acampar. Encendí una hoguera y preparé una comida sencilla con lo que tenía. El fuego crepitaba, proporcionando un poco de calor y consuelo en medio del frío implacable. Mientras comía, pensé en mi padre y en la vida que había dejado atrás en Aldness.
Cerré los ojos por un momento, dejándome llevar por el cansancio. En mis sueños, la mujer de cabellos rubios y ojos verdes apareció nuevamente. Esta vez, su rostro era más claro, y sus palabras más urgentes.
—Recuerda, Seren —dijo con voz firme—. Dewhar depende de ti. El Cáliz de la Voracidad debe ser recuperado y llevado a Doomholt. Sigue el mapa, y no te desvíes de tu camino.
Me desperté con el corazón acelerado y una determinación renovada. El mensaje de la encarnación de la gula era claro, y no podía permitir que el miedo o el hambre me detuvieran.
Al amanecer, me preparé para continuar mi viaje. La nieve había cesado, y el camino parecía un poco más claro. Seguí adelante, encontrando señales de civilización: caminos más transitados y restos de campamentos. Me crucé con algunos viajeros que me hablaron de Sagehaven y me ayudaron a orientarme mejor.
Cada día, la determinación de cumplir con mi misión crecía. A pesar del cansancio, del hambre y del frío, sabía que debía llegar a Sagehaven y encontrar el cáliz. La imagen de la mujer y sus palabras resonaban en mi mente, recordándome la importancia de mi misión.
Después de casi una semana de viaje, finalmente llegué a las puertas de Sagehaven. La ciudad era imponente, con sus altas murallas y torres que se alzaban hacia el cielo. Entré por un lugar poco vigilado, manteniéndome en las sombras para evitar llamar la atención.
Mis pasos resonaban en los callejones mientras me adentraba en la ciudad. De repente, un gendarme apareció ante mí. Sin pensarlo, lo noqueé rápidamente y registré sus pertenencias, encontrando un plano subterráneo del palacio de Sagehaven.
Guardé el plano y continué mi camino, consciente de que cada momento contaba. Mi misión estaba a punto de comenzar, y no podía permitir que nada me detuviera. En el fondo, sabía que este era solo el comienzo de una aventura que pondría a prueba todos mis límites.
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El Resurgir del Pecado
FantasySiete desconocidos, siete almas que comparten un mismo destino. Siete historias unidas por un bien mayor. ¿Sabrán distinguir el bien del mal? ¿Podrán descifrar quién es el verdadero enemigo? Esta es la historia de los hijos del pecado, siete jóvenes...